Trajano fue un emperador demasiado grande para una Roma demasiado pequeña. Trajano (y II)



¿Qué decir del tercer tomo de la trilogía de Trajano? Primero, el nombre: “La legión perdida” y como subtítulo “El sueño de Trajano”. Posteguillo dice que “La legión perdida es la historia de la campaña militar de mayor envergadura que emprendió nunca el Imperio romano”.
De las seis novelas históricas que he leído escritas por Posteguillo, considero esta como la más interesante y más documentada. Aun con el mal sabor de boca de la muerte de Trajano y de los sucesos posteriores, considero ésta la obra más lograda de Santiago:
Culmina su trilogía; introduce la guerra de los romanos con los partos; navega por las aguas siempre complejas del imperio chino contemporáneo a Trajano; retrocede en el tiempo hasta la época de Julio César  y nos lleva de la mano del desastre de Craso y la legión perdida; conecta, a un descendiente de la legión perdida con una embajadora de Trajano a China;  y termina con la muerte de Trajano y la sucesión por su sobrino Adriano.
Dicen que cuando se coronaba  a un emperador en Roma y en algunos otros lugares, les decían la frase latina Felicior Augusto Melior Traiano; un deseo que seas “más afortunado que Augusto y mejor que Trajano”. Así, Trajano ha quedado en la historia como una persona que supo hacer bien, muy bien, excelente, su trabajo de Emperador. El emperador de Roma con el imperio más grande en su larga historia.
Obvio se podría hablar mucho de Marco Ulpio Trajano; de hecho, Posteguillo ha dedicado miles de páginas a él. Pero hay dos cosas que me han llamado más la atención de la vida de Trajano y que de alguna manera me conmueven y me sirven de ejemplo.
La primera cosa es la lealtad de la gente que estaba a su alrededor. Los personajes cercanos a Trajano estaban dispuestos a dar la vida por él. Y la dan. Y todo por lealtad a ese gran hombre. Un gran ejemplo de esta virtud tan denostada ahora.
Está espectacularmente, por ejemplo, descrita la escena del terremoto en Antioquía y cómo su pretoriano Aulo lo logra sacar con vida del edificio; y también con maestría está descrita como este gran Aulo da la vida por su emperador.
La segunda cosa es la magnanimidad de Trajano. Sé que en la historia hay hombres que tienen el sobrenombre de Magno. Alejandro Magno es el prototipo de grande. Yo pienso que Trajano debería llevar este apodo también, Magno, ánimo grande, un hombre que se plantea hacer algo que sabe que no podrá terminarlo y que deberá terminarlo su sucesor, de ahí el subtítulo del libro, “el sueño de Trajano”.

Y además que busca el bien de los demás, de su gente, de su querida Roma. Esto no quiere decir que no tuviera defectos, sino que era un hombre que pensaba en los demás. Por eso, Posteguillo pone en boca de Domicia Longina la frase con la que he querido encabezar estas líneas: “Trajano fue un emperador demasiado grande para una Roma demasiado pequeña”. Domicia, quien sobrevivió a muchos emperadores, fue partícipe también de la magnanimidad del gran Trajano, cuidándola a ella y a su hija.
Podríamos adaptar esto a la actualidad: en un político, un Presidente de una República, un Diputado, un Ministro (Secretario) que esté pensando principalmente en los demás, y no en cómo hacer dinero “legalmente” o “ilegalmente”; en un servidor público que realmente sea servidor.
Qué pena dan nuestros países cuando muchos de sus servidores públicos lo único que buscan es el poder por el poder y no tienen ese deseo de servir, de ayudar a los demás, de pensar en los demás.
Trajano recibe varias distinciones únicas para un emperador. Doblemente llamado Optimus. Ningún otro emperador recibió este agnomen, distintivo.
Sólo falló en algo: no terminó de definir a su sucesor y quien le sucedió, Adriano, no quiso seguir el “sueño” de Trajano.
Las guerras contra los partos tuvieron dos objetivos. El segundo objetivo era quitar de los romanos la sensación de sufrimiento con los partos. El fantasma de Craso todavía se cernía sobre Roma y Trajano estaba dispuesto a desaparecer el fantasma de la legión perdida.
Pero también tenía como objetivo eliminar a los partos como intermediarios en el comercio entre Roma y China. Una razón eminentemente económica.
Por supuesto que Apolodoro de Damasco, el gran arquitecto, sale a relucir muchas veces y en cosas de gran importancia, no sólo con la construcción de la Columna de Trajano y el Foro Trajano, sino también con obras literalmente “faraónicas” como la reconstrucción del Canal de los Faraones, en Egipto, para unir el Mediterráneo con el Mar Rojo a través de un canal entre el Nilo y éste último mar. Pero creo que tendré que escribir un colofón a lo que ya había escrito sobre el gran Apolodoro.
Tuve este texto en construcción mucho tiempo. Aproveché algunos momentos en diversos lugares, como la costa salvadoreña, la sedes del Ipade en Guadalajara y en la Nueva Ciudad de México, mi oficina en Guatemala, y también mi casa en ese país… al final, termino por publicarlo desde el aeropuerto de la CDMX.

He citado en otras ocasiones la frase de un buen amigo que me decía: “si querés aprender historia lo mejor es que leás biografías, porque allí encontrás un amigo que luego te sirve de introducción a la época en la que vivió”. Gran consejo. Y como pasa siempre con los amigos el darles “carpetazo” duele. De todos modos, ahora tengo muchos buenos amigos en el siglo II de nuestra era.