Humildad y Vanagloria

Cuando escribo en este blog, procuro darle un sentido positivo a lo que voy expresando aquí, que no son más que mis pensamientos, ideas, recuerdos u ocurrencias.

Hace una semana, un buen amigo, Hugo, me pidió si le podía comprar un libro que se llama «Humildad y liderazgo» de Carlos Llano Cifuentes.

La verdad es que es muy ocurrente, que en un mundo donde lo que priva es el sobresalir, un hombre como Llano se le ocurriera escribir un libro sobre la humildad.

En muchos ambientes todo nos mueve a querer sobresalir, ser el mejor, ser el líder, encabezar todos los rankings, meter más goles, ser el mejor en el ámbito en el que nos desenvolvemos.

Considero que todo eso son cosas que pueden y deben ser buenas.

No estoy pensando que debemos decirle a las nuevas generaciones, que sean mediocres, que no busquen mejorar, que vayan despacio, que sean flojos…

Ahora se ha puesto de moda el uso del verbo procrastrinar.

Dicho sea de paso, muchos piensan que es una palabra que llegó al español desde el inglés.

Cuando es una clásica palabra latina.

Aquí dejo la etimología de procrastinar.

Pues, decía, que no se puede enseñar y formar a las nuevas generaciones (y a las actuales generaciones) diciéndoles que hagan mal lo que hacen.

Mi papá, Don Rolando, había captado una enseñanza de uno de los Hermanos Maristas que le dieron clase en el Liceo Salvadoreño.

El Hermano Anacleto Court les decía siempre que «tenían que ser los número uno» donde estuvieran.

Y según recuerdo que mi papá contaba, la frase venía acompañada de el gesto de levantar el índice con el gesto de decir número uno.

Humildad en el número uno

Ahora bien, ser el número uno, en cualquier ámbito no nos tiene que llevar a ser vanidosos.

Es muy fácil pensar que, como soy el número uno en algo, entonces debo de vanagloriarme en mis habilidades-conocimientos-capacidad monetaria- etcétera.

Y la verdad es que ni es necesario pensar así, además de ser totalmente falso.

Porque bien podemos ser el número uno de algo en algún ámbito, pero siempre habrá alguien, en otro lado, que haga mejor lo que se supone yo hago mejor.

Basta pensar un poco y nos damos cuenta de que no tenemos de qué vanagloriarnos.

Cada semana -por lo menos- nos conviene tener un baño de humildad.

Yo trato de tener un baño de humildad cada vez que llego al aeropuerto.

Allí uno no es nadie.

Pasan cientos de personas, miles de personas y nadie sabe quién sos.

Y uno siente que todo el mundo lo está viendo.

Y que comentan: «ah, ahí va fulano de tal, que es el mejor en….».

Pues nada de eso.

Nadie te conoce.

Es más, uno es el que de repente se topa con gente verdaderamente famosa…

Lo interno es lo importante

Pero bueno, eso es algo externo.

La humildad y la vanidad son hábitos internos.

Uno puede ser «jumilde como una violeta» exteriormente (así decía un gran amigo, Neto)

Jumilde como la violeta, exteriormente, y por dentro estar lleno de vanidad, de vanagloria.

Vanidad: calidad de vano, de inútil, de hueco, sin logro.

Y peor cuando a uno le entra la vanagloria, que es jactarse de lo realizado.

He conocido a algunas personas así, que se jactan de lo que han hecho.

Varios de ellos han hecho cosas de las que podría decir uno, que son para jactarse.

Pero la verdad es que ¿para qué hacerlo?

¿Qué logramos jactándonos de algo que hicimos?

Es una gloria vana, algo que sólo quedará en el recuerdo de pocas personas y en unos cuantos años, nadie se acordará de aquello.

Jactarse y jactarse

Algunos se jactan abiertamente.

Recuerdo, como unos hijos -grandes amigos- se reían y se burlaban de su papá.

Resultaba que al papá le encantaba salir en los períodicos.

Y tenía la habilidad de salir (nunca me enteré qué hacía para lograrlo).

Cada vez que salía algo sobre él, o una foto, o lo que sea, recortaba esa parte del periódico.

Las iba guardando en hojas.

Cuando tenía un buen de hojas, las empastaba y quedaban como un libro, que custodiaba con gran cuidado en la hermosa biblioteca que tiene en su casa.

Y aquí viene la chispa y gracia con que sus hijos se burlaban de su papá.

Porque le decían que no era biblioteca lo que tenía él allí.

Sino que era la «Ego-teca».

(Un gran abrazo para esa querida familia).

Otros se jactan sin querer jactarse.

Quizá son más «peligrosos» de darse cuenta de que están cayendo en la vanagloria.

Muchas veces éstos empiezan diciendote: «fíjate que, con humildad te lo digo, nosotros hemos logrado…».

Y te ponen «cara de humilde», «jumilde como la violeta».

Son personas a las que admirar por lo que han hecho, porque han hecho cosas grandes.

Qué lástima que buena parte de las cosas que hacen ser pierde por la jactancia.

No es malo decir las cosas buenas que uno ha hecho.

Pero no jactándose, que algo desordenado y presuntuoso.

En fin, todos seguros tenemos momentos de jactancia.

Vanagloria.

Entre los textos que tenía para algún post, me encontré hoy con un texto antiguo de un autor llamado Juan Casiano, conocido solo como Casiano.

Su vida transcurrió entre el siglo IV y V de nuestra era.

Allí te dejé su biografía.

Casiano era un escritor cristiano, considerado entre los Padres de la Iglesia Católica.

Pues tiene unas recomendaciones interesantes para la Vanagloria.

Los otros vicios se manifiestan uniformes y simples

La vanagloria es distinta, compleja y varia.

Arremete por todos los flancos y su vencedor la encuentra en todo cuanto le circunda.

El porte y la actitud, el modo de andar, la voz, el trabajo, las vigilias, los ayunos, la plegaria, la soledad, la lectura, la ciencia, el silencio, la obediencia, la humildad, la longanimidad, son para este vicio otras tantas armas de que se sirve el enemigo para herir al soldado de Cristo.

Interesante leer una descripción de este vicio de hace 16 ó 17 siglos.

Humildad

No voy a hablar a fondo de la humildad.

Primero porque no se puede hablar a fondo en una página de un post.

Segundo porque me podría dar para otros post.

Tercero, porque no vaya a vanagloriarme de lo bien hablo de la humildad.

Como se contaba de aquel fraile que predicaba algo así: «congratúlense conmigo hermanos, porque después de 30 años de estar luchando, al fin he llegado a ser humilde».

Pues no.

Sólo quería comentar que la humildad es una de las virtudes que acompañan al diagnóstico en la acción directiva que indica Carlos Llano en uno de sus libros (y en varios).

Para hacer un buen diagnóstico, para tomar una decisión, es necesaria la virtud de la humildad: el reconocerse objetivamente con las habilidades correspondientes a la meta que nos propondremos.

En resumen

La humildad debe acompañarnos en toda nuestra vida.

Es muy dificil de vivir y me parece que todos tenemos experiencia en esto.

La humildad tampoco es hacer dejación de derechos.

O que sea una excusa para hacer las cosas mediocremente o dejar de hacerlas o procrastinar.

Podemos ser grandes en algo y ser humildes.

Humildad y liderazgo.

Quizá esta frase de Pep Guardiola, que me referenció mi amigo Hugo (el mencionado más arriba) puede resumir este post.

Es bueno ser el mejor… pero sin los demás es imposible