La CAMAPACAP y la Justicia I


No sé si alguna vez has visto a los Músicomediantes argentinos llamados Les Lutiers. Tienen muchos shows muy divertidos y con una música muy simpática (también tienen otros muy indecentes). Hay dos que me gustan mucho. Ahora me referiré al primero de ellos. El show se llama la Comisión con el subtitulo de Himnovaciones. Son un par de diputados de un país de América Latina que recién acaban de tomar posesión del gobierno, y han sido nombrados miembros de una Comisión que se llama «Comisión de Mantenimiento y Actualización Permanente de la Canción Patria», la CAMPACAP. Durante un buen rato van modificando el himno con la ayuda del Maestro Mangnacaprini, un músico de medio pelo, que se presta a la modificación del Himno (obvio el himno es inventado por ellos; no se arriesgarían a tocar uno de los himnos decimonónicos de américa -que todos son casi iguales-). 

El show dura unos 20 minutos, cortado en 4 ó 5 partes. Para reírse un buen rato. Pero específicamente me venía a la memoria una de las escenas, que sea el punto de partida de lo que quiero escribir. 

Cuando visitan la primera vez al Maestro Mangnacaprini a ofrecerle el trabajo de modificar el himno, le comentan: «Además Maestro, se le pagaría muy bien… O sea que, vamos a tener una abundante partida presupuestaria para la tarea de la comisión. Eso quiere decir que si el Doctor y yo lo recomendamos a usted para modificar el himno sus honorarios van a ser realmente elevados, y -discúlpeme que se lo diga con cierta crudeza-, por lo tanto a usted le conviene que seamos amigos… Cuando digo amigos estamos hablando de un 20%». Y Mangnacaprini contesta: «No, no, no, momentito caballeros, a ver si entendí bien. Yo no puedo traicionar mi honestidad ni mis principios. ¿Cómo les voy a dar el 20% de mis honorarios?». Y le contestan los diputados: «Pero Maestro, tiene razón. ¿Pero por quién nos ha tomado? ¿Cómo nos va a dar el 20% de sus honorarios?  El 20% es para usted». Y complementa el otro: «Y el 90% para nosotros».

Me salió un poco larga la transcripción, y obviamente es mejor oírlos que leerlos (aprovecho para dejar el link de youtube, http://www.youtube.com/watch?v=iKdbc1fmIwI&list=PL8AF6AB14D2FA5B98). 

A lo que quería llegar es que este show es una crítica constante a manejo de los diputados y por supuesto a los himnos. Yo cada vez que los veo me río de las mismas cosas. Pero en el fondo también mandan una señal. Hay corrupción. También hay robos. Y eso se da quizá más fácil cuando el dinero es de todos, o que es lo mismo decir, de nadie. Con frecuencia se acusa, en casi todos nuestros países de corrupción de los gobiernos. Es decir, que faltan a la justicia. Muchas veces he oído decir más o menos esto: «yo no pago impuestos porque al final de cuenta se los roban». Una frase complicada de asimilar, porque primero, ¿cómo sabemos si se los roban? Y segundo, si se los roban es problema de los ladrones; mi obligación es pagar los impuestos (aunque nos duela mucho)…

Creo que puede aclararse con una virtud, que es la justicia.

Como quizá sepás, existen las virtudes. No son unas «cosas» muy conocidas ni tienen buena prensa en la actualidad. Las virtudes se presentan -desde el punto de vista intelectual- junto con los vicios. Entendiendo los vicios y las virtudes como hábitos, como algo que nos facilita actuar con relación a los actos propios de estos vicios y virtudes. A veces se definen como hábitos operativos: si son buenos éticamente se llaman virtudes, de lo contrario vicios (así que no hablo de lo que se dice habitualmente: tiene el vicio de fumar o de beber). Las virtudes van «calando» en nuestro ser, se van haciendo parte de nosotros, en la medida en que vamos repitiendo los actos propios de la virtud (o del vicio). Conseguir una virtud, como lo habremos experimentado, es difícil, porque partimos del vicio opuesto. Así, por ejemplo, si somos impuntuales, no seremos puntuales (una perogrullada); tendremos que empezar a hacer actos de la virtud de la puntualidad; y como somos impuntuales, nos es muy fácil ser impuntuales, y muy difícil ser puntuales. Tendremos que esforzarnos mucho, y poco a poco la virtud va anidando en nuestra naturaleza, hasta que empezaremos a ser puntuales. La nueva virtud facilita los actos propios de ella, y así nos resulta mucho más fácil ser puntuales y difícil ser impuntuales. A veces se define la virtud como aquella que hace bueno a su poseedor y a su obra, a su actuar.

Hay muchísimo escrito sobre las virtudes y sobre los vicios y no pretendo agotar todo el tema en este blog ni mucho menos. Sencillamente estuve trabajando un poco sobre la virtud de la justicia, y pensé en escribir algo sobre esta virtud. Pero luego, pensando más despacio, vi conveniente hacer una introducción de las virtudes en general, que es este post, y en uno posterior hablar de la justicia.

Me gustaría  comentar que hay muchísimas virtudes humanas, que las adquirimos por nuestro propio esfuerzo. Pero que todas se pueden englobar en cuatro, que son la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza. Estas virtudes son llamadas virtudes cardinales (de cardo, quicio, gozne).Cualquier otra virtud humana está asociada a alguna de estas.

Las virtudes son una cima entre dos simas. Es decir, cada virtud tiene un vicio por defecto y por exceso. La virtud está en medio. In medio virtus decían los antiguos. Así que puede «faltarme» la virtud o puede «sobrarme». Es un entramado tan emocionante que uno no para de conocer virtudes y vicios; así que mejor pondré un ejemplo con la virtud de la valentía; fácilmente nos viene a la cabeza su defecto: la cobardía. Más difícil es encontrar el exceso de la valentía: la temeridad. Tanto el defecto como el exceso no son virtud, sino vicios. El valiente tiene miedo, pero lo supera; el cobarde tiene miedo y por lo tanto rehuye el acto que debería hacer; el temerario no padece miedo y se expone a un resultado inadecuado por su falta de virtud en su actuar. 

Lo simpático y difícil de la virtud es que hay que esforzarse por conseguirla. Me parece que es mucho más fácil conseguir un vicio que conseguir una virtud… la bajadita es más rápida que la subidita.

Los antiguos decían que el hombre (varón o mujer) es más hombre en cuanto es más virtuoso. Las virtudes van creciendo de la mano una con otra; si me esfuerzo por conseguir una las demás también crecen un poco; y al revés también. Vale la pena esforzarse por conseguirlas, aunque cuesten, porque luego dejan de costar y se facilita el actuar.

Bueno, ya se me hizo larga la introducción. Nos vemos otro día.