La CAMAPACAP y la Justicia II

Hace unos días un buen amigo, dedicado a la educación en Guatemala, y experto pedagogo de un colegio, me contó que había escuchado una conferencia de un pedagogo de prestigio mundial. Miguel -así se llama mi amigo- iba con la gran ilusión de aprender cosas «nuevas» (para recalcar el tema). Y esa era la expectativa de los cientos de personas que asistían a dicha conferencia. El conferencista fue dando algunas ideas «modernas» de pedagogía que le fueron útiles a Miguel. Hasta que de pronto empezó a decir que había empezado a haber un consenso entre los «gurús» de la pedagogía de que no bastaba entregar a los niños los conocimientos, la «ciencia» vamos a decir, sino que hacía falta también «proceso no cognitivos». A Miguel aquello no le supo a nuevo, porque en su colegio a eso le daban mucha importancia, y sabía que la educación no es sólo entregar conocimientos, sino que es mucho más que eso. (Paréntesis personal: para entregar conocimientos, mejor ponerse a leer un buen libro o una enciclopedia, y la educación no es eso). Después de varias referencias a los procesos no cognitivos, hubo uno de los asistentes que le preguntó al conferencista ¿cuándo usted habla de procesos no cognitivos, por lo que está diciendo, no se refiere a valores y virtudes? El conferencista no tuvo más remedio que decir que sí. Como decía en mi anterior artículo, las virtudes no son muy bien vistas, no tienen buena prensa. Así que por eso dudaba de usar la palabra «virtud» y le salía más fácil usar la expresión «proceso no congnitivos». Miguel pensó para sus adentros: este hombre debería de ver el ideario de mi colegio -y de muchos otros colegios de Guatemala- donde tratamos de desarrollar todo esto en nuestros alumnos y no pensamos que los muchachos o las muchachas son máquinas a las que basta alimentar con datos para que funcionen.

Me viene a cuento esta anécdota porque muchas veces la educación que se da a los jóvenes de muchos países no es justa en el sentido de que es incompleta. Guatemala, por ejemplo, tiene un déficit de educación muy grave, de todos conocido. Pero hay muchos colegios que piensan que educar es sólo transmitir conocimientos, cuando hay muchos procesos no cognitivos más importantes que los conocimientos. Los conocimientos se olvidan (hay ahora una gran discusión sobre si Google está ayudando a que la gente use menos la memoria; espero algún día tratar el tema de la memoria, muy poco querida por la cultura actual). Los hábitos no se olvidan, porque la mayoría de ellos no son intelectuales, sino hábitos de otra naturaleza… 

En el artículo de ayer introducía el tema de la virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Ahora me entretendré un poco en la justicia.

Cuando por alguna razón me toca dar una clase donde sale la virtud de la justicia, me gusta preguntar: ¿Quién de ustedes sabe la definición errónea de justicia? Inmediatamente alguien me dice la definición clásica: «Es dar a cada uno lo suyo». Siempre me sale la ironía de: «perfecto, has dicho la definición errónea de justicia». La justicia no es dar a cada uno lo suyo. La definición adecuada de justicia es: «un hábito, según el cual, con constante y perpetua voluntad, se da a cada cual su derecho». Hay varias cosas más en la definición correcta que en la incorrecta. De entrada aparece como algo nuevo la palabra hábito, que podríamos poner también como virtud. La justicia es virtud, no un acto; para que algo sea una virtud en nosotros, tenemos que repetir los actos propios de la virtud; una persona que hace actos justos, llegará él a ser justo, y por lo tanto se le facilitarán los actos propios de la justicia. El segundo elemento es la aclaración de que tiene que haber una perpetua y constante voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde. La definición no implica que tenemos que dar a cada quien lo que le corresponde, sino que tengo la voluntad de dárselo. Una persona que tiene el deseo de pagar una deuda, pero no puede, no es injusto; sencillamente no puede pagar, y si tuviera el dinero, la pagaría. En cambio, alguien que pudiendo pagar una deuda no la paga, no sería justo.

Cabe mencionar que la justicia es una virtud que perfecciona a la voluntad. Por eso en la definición de justicia está puesta la palabra «voluntad», que ha de desear dar a cada quien lo que le corresponde.

Así que aclarándonos un poco más con la definición, podríamos ver algo de los objetos de la virtud de la justicia. La verdad los objetos de la justicia son muy amplios. Por ejemplo, un colegio que no fomenta en sus alumnos (as) los «procesos no cognitivos», las virtudes, para hacerles mejor personas, es un colegio injusto; como en realidad no puede haber un colegio injusto, porque el colegio no es una persona (en sentido metafísico), podríamos decir que los dueños, los directores, los profesores, son los injustos. También se conculca la justicia cuando dañamos a alguna persona, ya sea físicamente o en su fama y honra; sólo esto daría para varios post que no pretendo escribir: homicidio, robo, hurto, calumnia, murmuración, difamación, golpes, aborto, eutanasia, no pagar los salarios, incumplimiento de contratos, etc.

Es un amplio abanico de cosas que hemos de vivir. En el post anterior introducía también el tema de la corrupción y del robo en empresas (sean estatales o privadas), y cómo eso era una injusticia de esas personas hacia el país en general, hacia los pobladores presentes y futuros de nuestros países de América Latina. Cabría preguntarse, ¿cómo sería México, Guatemala, El Salvador, si no se hubieran robado tanto dinero a lo largo de los años? ¿Cuánto menos de pobreza y miseria tendríamos? 

En la educación de los hijos que se da en casa también entra la justicia. La justicia nos lleva a tratar desigualmente a los hijos desiguales. La justicia no está en dar a cada uno lo mismo, sino lo que le corresponde. Tema interesante, que puede abrir horizontes de estudio y pensamiento para los papás y mamás. Parafraseando un texto que me encontré hace unos días, podría sugerir a los papás y mamás que cuando no son exigentes con sus hijos, sino que dispensan cosas y se portan benignos -cuando no deben portarse benignos-, no se granjearán el amor de sus hijos, sino que los deformarán. (Antes de seguir, vale la pena hacer mención que la relación papás-hijos no sólo es una relación de justicia, sino principalmente de amor; pero no sólo amor, sino justicia también. Como aquí estoy hablando de justicia, recalco esta virtud y no la virtud del amor).

Había pensado sólo en dos post, pero creo que tendré que dejar algunas cosas para el tercero… Nos vemos pronto.