Afán de logro

Hace unos días, un participante del Master Ejecutivo del IPADE me comentó que le había hecho pensar bastante una nota técnica sobre «La capacidad de decisión» que había leído en la última sesión del curso que les estoy dando.

Esa nota es una en la que gloso algunas ideas de un artículo, con el mismo nombre, escrito por Carlos Llano hace muchos años.

Específicamente, el afán (o necesidad) de logro está relacionado directamente con los riesgos que debo correr para conseguir una meta, un objetivo que me he propuesto.

Los riesgos que cualquier persona que decida que está dispuesta a correr, deben ser proporcionales a la necesidad de logro que tiene aquella persona.

Una persona, antes de decidir, está en una situación de indecisión.

Y de la indecisión se sale precisamente por la aceptación del riesgo, que está asociado al afán de logro.

La capacidad de decidir sólo se desarrolla en la medida en que la persona está dispuesta a asumir un riesgo.

De hecho, una definición de riesgo (de las muchas que se pueden dar), podría ser: el riesgo es un precio que tiene que pagar la voluntad para el logro de algo cuya consecucion es incierta.

Lo que nos mueve a salir de la indecisión, repito, es la necesidad de logro.

Dos perspectivas del afán de logro

El afán de logro se puede analizar desde dos perspectivas.

La primera perspectiva es cuando la necesidad de logro es independiente del sujeto, como sucede con todo aquello que se deriva de la condición natural del ser humano.

Como una mamá o un papá que está dispuesto a dar la vida por su hija (o).

La otra perspectiva es cuando la necesidad de logro se crea.

Hay cosas a las que las personas nos arriesgamos a conseguir, porque nos hemos creado una aspiración a ellas: entonces, las necesidades dependen de nuestros deseos y aspiraciones que nos hemos propuesto.

Esto viene, precisamente de la decisión, de las metas, de los objetivos que nos hemos propuesto.

La decisión es la determinación volitiva (de la voluntad) del objetivo, que expresa, de manera concreta -aquí, hoy, ahora- de la necesidad de logro, con su riesgo inherente.

No consecución

Todo logro, toda decisión lleva consigo el riesgo de su no consecución, e incluso la pérdida de la seguridad que se apuesta y compromete en el nuevo logro.

Cuantas veces nos hemos propuesto una meta y no la hemos podido alcanzar.

Por lo tanto, aquel que decide es aquel que tiene una auténtica necesidad de logro y que acepta el riesgo asociado a ese objetivo propuesto.

Características de quien tiene afán de logro

Son 4.

  1. Está dispuesto a correr riesgos relacionados con el logro mismo, cuando el logro depende de su capacidad. No es aceptar el riesgo por el riesgo.
  2. Está dispuesto a asumir la responsabilidad de sus decisiones.
  3. Tiende a adelantarse al futuro a partir de una oportunidad.
  4. Está dispuesto a emprender acciones concurrentes a un objetivo siempre que tenga la posibilidad de reapreciar el resultado de su acción.

Conciliación de cosas

Lo escrito anteriormente -un poco árido- (y ustedes me disculparán) son extractos de algunos conceptos de la nota técnica mencionada (es una nota muy densa).

Roberto, nombre de quien origina este post, me decía que toda esta visión del afán de logro es hacia el futuro, con metas y objetivos hacia adelante.

Pero que él ha sido instruido en la meditación pensando en el aquí y ahora, que es donde se encuentra la plenitud.

No conozco ese tipo de conceptos asociados a lo que él llama meditación.

El concepto que yo tengo de meditación es más bien todo lo relacionado con el trato con Dios, a través de la oración de forma meditada.

Por lo poco que sé, pensar que uno ha llegado ya a un punto de plenitud te deja inmovil, porque ya no tenés nada por el que esforzarte.

No sé si eso dará paz o dará flojera, pereza.

He leído, en estos día recientes a un autor muy antiguo, del siglo IV-V: Gregorio de Nisa.

Y, el autor que hace la introducción a uno de sus escritos decía más o menos lo siguiente: «El concepto que Gregorio tiene de la perfección de la naturaleza humana es muy diferente de la concepción griega, según la cúal todo movimiento implica imperfección y por tanto, concebían la perfección del hombre como quietud».

Si quitáramos la palabra «perfección» del texto anterior, y pusiéramos la palabra «mejora», «enriquecimiento», «crecimiento», «desarrollo», creo que la frase seguiría siendo válida.

Y seguía diciendo el comentarista: «El pensamiento del niseno es, en efecto, un canto al constante progreso y, por tanto, al rejuvenecimiento perpetuo».

Qué simpático ha sido para mí encontrar esta frase, que además, es muy actual.

Siempre se habla de que la vejez está en la cabeza y en el corazón.

Porque si estás con metas nuevas, con proyectos nuevos, con mejoras personales, seguís siendo joven.

Ese rejuvenecimiento perpetuo sólo se consigue con el movimiento, no con la quietud.

Epéktasis

Y para seguir con el niseno, éste escribe -obvio en griego, con letras griegas-, de la epéktasis.

¿Qué significa esta palabra?

Significa, ni más ni menos, que «crecimiento sin límites como característica irrenunciable de la verdadera virtud».

Otra vez la misma idea, de crecer, por moverse a conseguir un fin, una meta planteada personalmente.

Es como una «eterna juventud del alma» de cada uno, no una vejez del alma.

«Quizá la perfección de la naturaleza humana consista en estar siempre dispuestos a conseguir un mayor bien».

Así pues, si no te planteás nuevas metas a conseguir, no te moverás hacia adelante.

«Ve siempre adelante»

Y como decían los antiguos, «en el momento en que te detengas estás perdido; ve siempre adelante, progresa siempre, avanza siempre».

O como Roberto mismo me decía, citando una canción de Alberto Cortez: «prefiero más que llegar, pensar que ya voy llegando».

Porque efectivamente, la vida debe ser plantearnos metas a conseguir, alcanzarlas o esforzarnos por alcanzarlas, y luego, ir tras otras.

Si no, nos quedaremos «aburguesados», con la consecución de bienes temporales.

El ser humano tiene un estado natural de superación.

La seguridad es la burocracia, una burguesía.

Y un director de empresas no se queda contento con lo que tiene ya.

Siempre se plantea metas nuevas, nuevos retos, nuevas perspectivas, nuevos mercados, nuevos productos.

Y la persona -en lo individual- también tiene que plantearse nuevos objetivos que alcanzar.

Hipótesis y matizaciones

Recibí un segundo mail de Roberto, donde me planteaba algunas hipótesis, sobre las que trataré de reflexionar.

Primera hipótesis: Hay una necesidad de logro y una necesidad de silencio en el ser humano.

De alguna manera, la necesidad de logro implica la necesidad del silencio, de la introspección, del buscarse a sí mismo.

No se pueden alcanzar los logros auto-impuestos, sin una reflexión sobre los mismos, sin una reapreciación.

Y para esto hace falta el silencio, tanto interior como exterior.

La mejora, no implica siempre plantearte metas, una tras otra.

Hay que buscarlas y conseguirlas.

Leí acerca del «Síndrome de Leonardo» que es «la incapacidad de concluir una investigación, al tener la mente dispersa en distintas disciplinas».

Hay que centrarse, pensar, buscar la meta, revisar cómo nos fue… y descansar también.

Segunda hipótesis: Cada uno nos aporta distintas cosas, el silencio que ganamos a través de la necesidad de silencio, nos aporta propósito, rumbo, guía.

Vuelvo sobre lo mismo de otra manera. La reapreaciación de tu acción te debe llevar a rectificar, a revisar, a pensar, a examinarte, etc., y a corregir lo que haga falta.

Quizá no necesiramente en el silencio, porque a veces, uno examina decisiones empresariales en medio de una reunión ruidosa.

También depende sobre qué decisiones quieres reflexionar.

Tercera hipótesis: La necesidad de logro nos aporta la energía, dinamismo y aporta la motivación total para lograr el propósito de la persona.

Totalmente de acuerdo… ve siempre a más, camina siempre…

Cuarta hipótesis: Si se logra existir con estas dos necesidades cubiertas, uno se vuelve superhéroe o algo así, ¡seguro!

Sólo te recuerdo aquello que vimos en clase: que a veces actuamos como si la vida fuera un modelo determinístico, cuando es algo probabilístico.

Así que reducir la vida a dos necesidades cubiertas no puede ser toda la vida.

El descanso es algo necesario y no es fácil clasificarla en estas dos necesidades

Últimas consideraciones

Quizá me quedaría una última aclaración.

A mí me gusta más hablar de afán de logro que de necesidad de logro.

Porque la necesidad a veces se puede interpretar como algo «obligatorio», siendo que el afán de logro es la búsqueda de cosas que nos hemos impuesto nosotros.

Y que tampoco pasaría nada si en algún momento damos marcha atrás, o posponemos un tiempo la búsqueda de un objetivo porque se nos presentó otro perentorio…

Así que mejor hablar de afán de logro que de necesidad.

Si no, es muy fácil caer en teorías conductistas como la Maslow, que mientras no se satisface una necesidad, no se puede conseguir una superior.

Perdón por lo denso que ha salido este post.