La esperanza de mi amigo Paquito


Conocí a Paquito a inicios de los años 70’s en mi querido colegio, Liceo Salvadoreño, cuando apenas empezábamos a leer de corrido, a dibujar palotes y espirales para empezar a agarrar buena letra (cosa que nunca pude) y a jugar por los campos del Jardín Guirola de mi “plantel querido, jardín de la infancia”. Unos cuantos años después nos hicimos más amigos jugando Basquetbol en el CDI de San Salvador.
De hecho, en la foto que acompaña este post, Paquito es el de la esquina inferior derecha, y su servidor, quien se encuentra a su lado, sosteniendo el banderín (con Juan Carlos Rivas Larrave) de la Aseguradora que nos patrocinaba en aquellas épocas. Nos visitábamos para estudiar y jugar con frecuencia.
Transcurridos los años y terminado el bachillerato nos alejamos y perdimos contacto, hasta que a finales del año pasado tuvimos un reencuentro a través del grupo de WhatsApp. Realmente fue un gran gusto volver a toparme con Paquito (ahora todo un Paco en sentido estricto…) ya cincuentón y hecho un experto chef. Nos anima en el chat presentándonos fotos de deliciosos platillos que poco a poco vamos empezando a tener vetados por el colesterol, la presión alta, la diabetes o cualquier otra enfermedad de estos cincuentones que nos “bachilleramos” en el lejano 1982… aunque creo que casi todos creemos que seguimos teniendo 18 años.
Los mensajes en el chat de esta promoción 82 son abundantes. Si te descuidas en una hora te pueden entrar unos 60, especialmente en estos días en que el coronavirus nos tiene recluidos y “cuarentenados”. En esos mensajes uno encuentra de todo, aunque he de reconocer que los mensajes de las últimas semanas han sido más de noticias (verdaderas y falsas), recomendaciones sobre cómo cuidarte y por supuesto más espirituales.
Pues hace unos días Paquito decidió abrir un nuevo chat entre nuestros compañeros de promoción, “dedicado a la oración”: un lugar para pedir por los enfermos para que se recuperen pronto y por los sanos para que no caigan “encoronavirados” (y que, si caen, tengan poco efectos y creen los anticuerpos adecuados); y también para pedir que las consecuencias de las decisiones de los gobernantes no afecten mucho a los compañeros, sus familias y conocidos.

Después del último post (sobre la paciencia), mi compañero Paquito me mandó un mensajito para animarme a escribir un post sobre la esperanza. Dudé mucho si hacerle caso a Paquito o mejor hacerme el desentendido. Aunque ordinariamente no escribo sobre estos temas, cuando creé este blog le puse un nombre en el que cabía todo sobre lo que quisiera escribir… así que, valiéndome de eso (y de la deuda moral con Paquito), me animé a hacer algunas reflexiones sobre la esperanza, para mi amigo Paquito y que quizá puedan servir a todos mis benignos lectores.

 Y, como me sucede con frecuencia, me fueron cayendo del Cielo textos e ideas a poner por escrito aquí. Tampoco tantas, porque si no, mis lectores no llegan al final de este post. Voy lanzando las reflexiones según me han ido saliendo, es decir, sin un orden específico.
Pienso que la esperanza no es un optimismo estéril; la esperanza proviene de la confianza en Dios (de la fe), que a pesar de las dificultades -o contando con estas mismas dificultades- llegaremos a la meta. Como dice el apóstol Santiago en su epístola: “Hermanos míos: consideren una gran alegría el estar cercados por toda clase de pruebas, sabiendo que su fe probada produce la paciencia. Pero la paciencia tiene que ejercitarse hasta el final, para que sean perfectos e íntegros, sin defecto alguno.”
La maravilla de la fe, sabiendo dar razón de nuestra esperanza. Así que, mi querido Paquito, tu grupo de oración y todo lo que has ido haciendo allí, es una gran manifestación de fe y de esperanza (y por supuesto de caridad). Donde mejor podés vivir la esperanza es en aferrarte a la oración, a pesar de estar “cercados de toda clase de pruebas”.
El día que escribo y publico este post, es el Quinto Domingo de Cuaresma, donde la liturgia de la Iglesia Católica nos presenta el largo evangelio del milagro más portentoso que hizo Jesús (aparte de su propia Resurrección): la resurrección de un cadáver que ya apestaba… aquel Lázaro iam faetet,ya hedía. Jesús le tenía tan gran cariño que cuando llega a la tumba de Lázaro, “rompió a llorar”. Y le dice a su hermana Marta que “Yo soy la resurrección y la vida”. Paquito, tené la seguridad de que Jesús te quiere tanto como quería a Lázaro. ¿Querés alguna prueba de esperanza más que esta?
Ya lo decía el Papa Francisco “Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona: Jesús. Nace de saber que con Él nunca estamos solos.” Con Él está nuestra alegría y esperanza.

En la vida hemos tenido, y tendremos dolores, molestias, sufrimientos, vejez y muerte. Es inevitable. Junto a todo esto hemos tenido y tendremos alegrías, felicidad, comodidad, salud, vida… A la enfermedad y a la vejez se llega por el camino de la salud y la juventud. Y ante la muerte, podemos tener la confianza del abrazo que Dios nos dará si hemos sabido sacar partido de las cosas que consideramos malas y de las cosas que consideramos buenas.
Tampoco debemos olvidar que Dios es nuestro Padre (Padre Nuestro, decimos todos los días, quizá muchas veces al día) … Dios es nuestro Papá, que nos quiere con locura. Quizá podríamos pensar que a veces Dios no nos quiere, porque tenemos esta enfermedad, esta cuarentena, estos problemas económicos… nunca hay que pensar así. Dios nos quiere con tal amor que es imposible hacernos una idea. Ya San Juan lo dejó consignado en su Evangelio, “que tanto amó Dios al mundo, que no paró hasta dar a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Y recuerda Paquito, que Jesús te quiere tanto como a Lázaro.
Un santo escribía un diario haciéndolo como una plática con Jesús; y le contaba cosas de su día a día. Le había narrado a Jesús una cosa muy simple que había realizado junto a cuatro jóvenes: poner en la pared un pizarrón. Y lo primero que habían escrito los jóvenes al terminar de colocar el pizarrón, era una frase latina Deo omnis gloria, para Dios toda gloria. Al acabar de narrar este pequeño trabajo, terminaba este santo dirigiéndose al Señor: sé que te gustó, Jesús. Y se refería, por supuesto a la frase y también a la puesta del pizarrón. Las dos cosas, seguro le habrían gustado a Jesús.

Paquito, eso podrías decirle de todas las cosas buenas que has hecho: sé que te gustó, Jesús.

Paquito, no quiero terminar sin mencionar una de las letanías del Santo Rosario, dirigida a la mamá de Jesús. En una de ella le decimos esperanza nuestra. ¿Qué tal? ¿Te sirve?

Un abrazote Paquito