Hace pocos días nos dejó, a los 94 años Don Teófilo J. Simán Jacir, conocido como Don Filo. Como dice su sobrino Gabriel, “El mundo no será el mismo sin él… pero el cielo ahora tiene un mega santotototote salvadoreño”.
A Don Filo “siempre” lo recuerdo. Es decir, está entre mis recuerdos de la más lejana niñez. Recuerdo cuando Don Filo y sus hermanos se animaron a hacer una “locura”: un almacén de departamentos de ¡tres niveles! (más un cuarto de oficinas). Algo inconcebible a inicios de los años 70’s en el centro de una -todavía- pequeña San Salvador. Esa locura fue consecuencia de la capacidad de trabajo de estos grandes hombres. Y esa locura fue “el inicio” del crecimiento de esos Almacenes Simán, que son conocidos en varios lugares.
Mi mamá iba con frecuencia a Simán a comprar. No tengo recuerdos del almacén previo, pero sí recuerdo de la primera vez que fuimos a comprar-conocer al “nuevo Simán”. Nunca supe exactamente el origen de la amistad que había entre mis papás y Don Filo y la Niña Nena Dada. Pero sí sabía que mi papá era muy amigo y compadre de Don Abraham y de Don Salvador, hermanos de Don Filo.
La cosa es que cuando íbamos recorriendo aquel enorme almacén, con frecuencia aparecía alguno de estos hermanos a saludar. Todos eran muy atentos con mi mamá, y me saludaban también, despeinándome (quien iba a decir que luego nadie sería capaz de hacerlo ante la falta de “algo que despeinar”).
Don Filo era uno de aquellos “dueños” que bajaban a saludar a sus clientes. Y aunque ya no atendían directamente, pues había muchos empleados, siempre estaban pendientes de todo. Y en mi memoria siempre tengo la sonrisa de Don Filo. Como estaba pequeño tampoco crucé muchas palabras con él, más que el saludo de la niñez.
Fui compañero de su hijo varón más pequeño, Javier -Javi-, por lo que con alguna frecuencia iba a su casa a alguna actividad: cumpleaños, alguna fiesta infantil o a hacer algún trabajo, como el que hicimos de “La Industria Manufacturera de El Salvador” allá por 1979.
No traté mucho a Don Filo. Pero indirectamente sí lo conocía bastante. A través de sus hijos; a través de su esposa, la dulce y cariñosa Niña Nena; a través de las actividades en las que salía en el periódico. Especial empeño puso don Filo en la Cruz Roja salvadoreña, que prácticamente sacó adelante durante varias décadas.
Un hombre inspirador para el mundo
Ahora que se nos ha ido al cielo he leído varios testimonios de sus allegados. La verdad es que me han conmovido mucho por la vida tan “espectacularmente-ordinaria” de Don Filo. Ahora que escribo estas palabras, estoy verdaderamente removido por la grandeza del alma de Don Filo. En lo que leo, sobresale sobremanera su generosidad.
No voy a repetir lo que han escrito en las redes sociales dos de sus sobrinos. Aquí pongo la referencia a lo que escribió Gaby Simán Siri (1) Facebook y lo que escribió su hermano Gerardo (1) Facebook.
Sí transcribiré, al final, lo que mi amigo Paquito escribió en el chat de la promoción de bachilleres del Liceo Salvadoreño en el año 1982, de la que fue Presidente precisamente Javi Simán. Paquito ya me inspiró un post https://www.multisargumentis.com/experiencias-personales-multisargumentis/la-esperanza-de-mi-amigo-paquito/
Qué difícil es perder a un gran hombre como Don Filo. Me uno al pésame a la Niña Nena y a sus seis hijos, a sus nietos y bisnietos. En especial le mando un gran abrazo a mi amigo y tocayo Javier, y a su hermano Miguel Angel, con quien nos vemos con alguna frecuencia desde hace algunos años.
De hecho, antes de terminar, quiero transcribir el tweet de su hijo Miguel Angel: “Dios siempre amó a mi padre de manera especial, y este día le llamó al cielo. Fue un hombre noble de corazón, mente y alma. Nos enseñó siempre -con su ejemplo de vida- a amar a Dios, la familia, el trabajo honrado, y a nuestro país. Dios lo tenga en su gloria. Misión cumplida”
PS.
Transcribo lo que escribió mi amigo Paquito sobre Don Filo (Paquito, me perdonás si le he hecho algunos pequeños retoques).
Que cierto la constancia es la llave del éxito y como explica muchas veces hay que llorar para poder reír después.
Grandes palabras de un gran hombre.