Entre decisiones racionales me vea


Llevo algún tiempo que no publico nada aquí. Buena parte se debe a que estuve fuera una semana, tratando de desconectar totalmente de las actividades ordinarias. La siguiente semana -es decir, la semana pasada- fue arrancar a dar una clase cada día en la Continuidad de Monterrey. Este año, gracias a mi buen amigo, Alberto, hemos trabajado en dos Continuidades.

El nombre de esta actividad es Continuidad y Actualización. Es una actividad dirigida a los egresados del IPADE en las diversas sedes que tiene nuestra Escuela. Este año las sedes en las que se ha dado Continuidad ha incluido Hermosillo y Mérida, además  de las tradicionales Ciudad de México y Guadalajara.

Cada mes, durante 9 meses, se presenta un área académica a exponer, en cinco sesiones (o clases) el tema que han escogido para la Continuidad; todo, dentro de un tema genérico de la Continuidad de cada año.

Para cada profesor la Continuidad tiene su emoción. Como es muy claro, la Continuidad ha de incluir temas nuevos y/o material nuevo. Así que hay que empezar a pensar qué tema tocaremos -dentro del tema general- y luego empezar a pensar cómo vamos a transmitir ese tema, ya sea mediante un caso o bien mediante una conferencia. La que sigue es la preparación de ese material y tenerlo listo con  tiempo para que le llegue a los participantes, si fuera necesario hacerlo así. Y luego hay unas semanas de «calma chicha» en la que ya no hay que correr para entregar el material, ni hay que dar clase, pero es el tiempo que hay para preparar dicha clase. Y empiezan las tensiones. Por lo menos a muchos profesores (no me consta que a todos les pase, pero me consta que a muchos sí) nos empieza el nervio: ¿Cómo va a salir el caso o la conferencia? ¿Les va a gustar? ¿Lo he preparado lo suficiente para la 1:20 horas de clase? ¿No me sobrará tiempo? ¿No será muy poco material? ¿Será interesante para los participantes?, y una serie de preguntas que te llevan al climax un minuto antes de empezar a dar, por primera vez, el caso en cuestión. Una vez arrancando con la sesión, los nervios desaparecen para dar paso a la adrenalina… luego de 80 minutos, ésta empieza a irse y llega un cansancio bañado de satisfacción (o preocupación) por el resultado de esa clase.

La semana pasada me tocó inaugurarme con el caso «Panemsa» en Monterrey. Me tocó darlo tres veces en tres días seguidos. También tuve oportunidad de estar en las otras 4 sesiones de mis colegas.

En octubre nos tocó la primera Continuidad, que trabajamos en conjunto las áreas académicas de Finanzas y Análisis Decisiones. Como yo participo en las dos, me es muy fácil tener un caso o una conferencia relacionada con ambas ramas. Ahora en marzo nos tocó la segunda Continuidad; esta vez, otra conjunta entre Análisis de Decisiones y Filosofía y Empresa. Esta última área trabaja los temas de Antropología Filosófica, Ética y algunos otros temas. Así que para nuestra continuidad conjunta hicieron un planteamiento de la toma de decisiones de los empresarios y ejecutivos que participan en los programas del IPADE. 

La primera de las cinco sesiones de esta Continuidad nos correspondió a nosotros de Análisis de Decisiones y las otras cuatro a Filosofía y Empresa. Como se ve, aportamos poco, porque somos pocos…

Escribimos un caso sobre una empresa llamada Panemsa (que en realidad le cambiamos el nombre para evitar la identificación de la misma). Y nuestro objetivo era introducir el tema de la toma de decisiones, pero desde un enfoque principalmente racional; lo que queríamos dejar un poco más claro es que las decisiones se han de tomar «sólo» con la cabeza. La idea era esa, para que luego los del Área de Filosofía y Empresa llegaran a decir que eso era cierto, pero no tanto, y que hay otros factores que ayudan a la toma de decisiones.

Nos sucedió un fenómeno, que el caso Panemsa nos salió más «rico» de lo que lo planeamos, y nos introdujo a temas nuevos que nos ayudaron a hacerlo más ameno y agradable para nuestros participantes. 

De hecho, las primeras 4 sesiones (Guadajalara -2-, Hermosillo y Mérida), las impartió un buen amigo uruguayo, el Profesor Pablo Sartor, quien junto con Alberto Ibarra y yo, fuimos los escritores de marras (es una expresión que usa mi abogado, y cada vez que puedo, la coloco).

Las siguientes tres sesiones, todas en Monterrey, me tocaron darlas a mí; y para esta semana que estamos por empezar, me tocarán dar 3 de las 4 en la Ciudad de México. Alberto, quien nos metió en esto, sólo participará en una de estas últimas sesiones.

Ha sido una experiencia enriquecedora, pero stresante. De todos modos, ya para México, el stress ya no se debe a causa del material nuevo, sino más bien de la cantidad de personas que hay en cada grupo. En fin, es un stress normal al cual espero sobrevivir. 

El caso Panemsa muy probablemente lo usemos en nuestros próximos cursos. Tendremos que hacerles unas adaptaciones para que se pueda usar más fácilmente en otras partes del mundo. La ayuda inestimable de Pablo, con su visión desde otro país -y además, lejano- enriquece la «internacionalización» del caso.

Ojalá pronto podamos darlo también en Guatemala, si en la Escuela de Negocios me lo piden.

Si llegaste hasta aquí, mil gracias por tu paciencia.

Nos vemos pronto.