A-demás Co-ser



He estado estudiando mis apuntes de la materia que recién acabamos de terminar hace un par de semanas. La materia tiene un nombre simpático, pues se intitula «Organización de las sociedades capitalistas», aunque el profesor (Miguel Alfonso) nos comentó que podría llamarte también como «Religión, Trabajo y Propiedad», pues son los temas que toca de fondo.

El trabajo final que nos ha dejado es analizar el famosísimo libro de Max Weber sobre «La ética protestante y el espíritu del capitalismo»; de hecho, toda la clase fue estudiar los antecedentes de Weber para hacer un análisis a fondo del mismo.

De hecho, el profesor nos recomendó una edición de este libro en español (iba a ser difícil que lo leyéramos en alemán, por lo menos para mí) editada en México por un mexicano, el Doctor Francisco Gil Villegas. Me dio mucho gusto que un mexicano fuera el que sepa más de Weber en español; se lo comenté Miguel Alfonso esto y me corrigió, porque Gil Villegas no es el que sabe más de Weber en español, sino que Gil Villegas es el que sabe más de Weber en el mundo.

La influencia de este libro en la filosofía y los negocios es muy amplia. En unos pocos años  cumplirá 100 años de haberse editado la versión completa del mismo, y cada año se siguen publicando estudios sobre el libro o sobre algún aspecto de él. A veces le llaman la guerra de los 100 años.

Gil Villegas hace una introducción del libro que está fácil de leer (eso si quitamos algunas palabras como «polisémico» o «Lebensführung». Del libro, hasta este momento sólo le he entrado a la introducción de Gil y la de Weber, aunque de esta última no me acuerdo mucho, quizá porque no le entendí, ya que Weber es difícil de leer (alemán a fin de cuentas).

Para mientras, antes de empezar en serio con el libro de Weber, hemos decidido, junto con los de más miembros de mi equipo y algunos otros compañeros (as) estudiar más a fondo los temas vistos en clase. 

Entre las múltiples cosas que Miguel Alfonso nos comentó durante el curso fue una frase de un filósofo que falleció hace poco tiempo. Este autor decía que el hombre -el ser humano- es un a-demás. 

Son de esas frases que parecen verdades de perogrullo, pero que seguramente fue pensada a fondo por Polo -este es el filósofo- para poder afirmarla. El profesor nos decía que también el ser humano es un «co-ser». Ambas frases me han caído en gracia, y me han hecho pensar.

Vivimos en un mundo individualista. Años ha que el modelo principal de colaboración, crecimiento, formación, desarrollo ha sido sustituido por la individualidad. El individualismo tiene múltiples orígenes y múltiples facetas, pero no me quiero entretener aquí, porque además, carezco de los conocimientos para hacer una crítica a fondo del individualismo.

Pero las manifestaciones del individualismo son múltiples, entre otros, en un egoísmo que muchas veces roza le egolatría.

Cuando Polo dice que el hombre es un a-demás o un co-ser, lo que está diciendo, entre otras cosas, es que el ser humano es un ser que necesita de los demás. Y lo necesitamos no sólo en el ámbito de desarrollo físico, como un niño que no puede valerse por sí mismo; sino también de grandes, de mayores, de ancianos. Siempre necesitamos la ayuda de los demás. Para salir de dificultades o problemas, para daros cuenta de que estamos equivocados,  para mejorar en nuestro trabajo o con nuestra familia, para sentir o dar cariño y amor, etc.

Recientemente una persona conocida (llamémosle A) le agradecía a otra persona (llamémosle B) todo lo que le había ayudado a lo largo de un tiempo en el que lograron una estrecha amistad. La amistad no surgió al inicio de la relación profesional; es más, a A le desagradó B al inicio, y luego durante un tiempo, le siguió desgradando. Después de algún evento desconocido para A, B terminó siendo un buen amigo y mentor, y la amistad forjada en esa actividad ha ido creciendo. Después de un tiempo con una relación estrecha, les toca separarse, y A está muy golpeada por esa separación; lo mismo le pasa a B. Tratarán de seguir ayudándose mutuamente.

Este ejemplo concreto, pero vedado de nombres, es uno entre miles de cómo nos necesitamos mutuamente. Y esas relaciones no deben estar teñidas de egoísmo, sino de generosidad. Buscar las propias cosas, ser egoísta, termina siendo de lo más aburrido, y en lugar de un a-demás termina siendo un sólo «a», y deja de ser un co-ser, para ser un «ser» a secas. Y lo peor, es que lo pasará mal.

En cambio, cuando buscamos ayudar a los demás somos felices. Con una felicidad que no es placer sensible, sino una felicidad que va más allá de lo simplemente material.

Solos no llegamos a ningún lado. Ya lo dice la Sagrada Escritura: «Vae solis», «Hay del que está solo».

Como colofón, y ara gusto de mis colegas profesores, leí hoy por la mañana una frase que más o menos decía lo siguiente: «Adquirir conocimiento orientado a los demás es enriquecedor». Así que hay que aprender, saber, pensando luego en nuestros alumnos.

Nos veremos pronto.