El terror de la indecisión

Hace unos días recibí una llamada de mi querido amigo y colega Carlos.

Me planteaba una situación y me preguntaba si en mi curso de análisis de decisiones tenía algo relacionado con su inquietud

Al percatarme de que no tenía ese material, caí en la cuenta de la omisión y la necesidad de subsanar este tema.

Así que aquí vamos.

Tipos de decisiones y la indecisión

Cuando uno piensa en las diferentes decisiones que tomamos, podemos concluir que hay niveles o categorías o tipos de decisiones.

El ser humano es un ser decisor, que con libertad escoge el rumbo de su actuar personal y el camino de sus empresas.

Hay decisiones muy sencillas, básicas, en las que el proceso de decisión casi ni se aplica.

Quizá no hace falta dedicar horas ni minutos para decidir si encendemos una luz en la oficina.

Es más, nos extrañaría muchísimo encontrar a un colega al lado del interruptor con el dedo a punto de presionarlo, pero sin hacerlo.

La indecisión privaría en su actuar.

Indecisión

De hecho, la indecisión es algo que antecede siempre a la decisión.

Eso sí, no siempre toda indecisión acaba en decisión, en cambio toda decisión viene precedida de una indecisión.

La indecisión puede tener varias causas: el perfeccionismo, la falta de motivación, el miedo, la inseguridad, las consecuencias de la misma decisión, etc.

Hace un tiempo me topé con una frase de un filósofo judío sefardí, que con un gran sentido común explicaba la relación entre la indecisión y la decisión.

Dice Maimónides “El riesgo de tomar una decisión equivocada es preferible al terror de la indecisión”.

Pienso que Maimónides acierta al calificar a la indecisión como una actitud terrorífica.

El terror (miedo) me parece que es la causa última de la indecisión.

Paso en falso

Aquí he dado un paso en falso, porque incluí la indecisión sin haber seguido explicando los diversos tipos de decisiones, pues me había quedado en las decisiones operativas, el nivel más bajo de decisiones.

Pero hay decisiones en las que las consecuencias son más serias, tienen más repercusiones en nuestra vida y en la vida de la empresa.

Quizá podríamos llamar a este tipo de decisiones, las tácticas y las estratégicas.

La estrategia, a nivel empresarial, es algo que podríamos catalogar de global, completa e integral.

De alguna forma la estrategia, y por lo tanto las decisiones estratégicas abarcan todo el fin perseguido.

Por su lado la táctica y, por lo tanto, las decisiones tácticas corresponden a partes del conjunto de acciones trazados en la estrategia.

Las decisiones estratégicas son más generales y las tácticas aplican o implementan la estrategia.

Una decisión estratégica requiere más esfuerzo, más tiempo, más investigación, más información, más pensamiento, que una decisión táctica.

El último momento responsable

Unos autores, quizá referidos a este tipo de decisiones dicen que el mejor momento para tomar una decisión es el último momento responsable.

Y ese último momento responsable es el punto mínimo de dos curvas: entre el costo de decidir y el costo de diferir la decisión.

La gráfica creo que es bastante clara.

(De hecho, siempre sostengo que explicar una gráfica significa que no es una buena gráfica).

De cualquier manera, me tomaré la molestia de explicar las dos curvas.

La parte superior izquierda de la curva descendente sería tomar una decisión (estratégica y/o táctica) sin mucha información, de manera intuitiva, sin contar con el parecer de las personas a las que debo consultar, sin pensar en las consecuencias -pros y contras- de la decisión, sin prever cómo se implementará adecuadamente la decisión, etc.

Una forma de tomar una decisión así sería casi como jugar con una moneda: 50% que caiga Aguila y 50% que caiga Sol.

Aquí tenemos un doble riesgo: o tendré que dar marcha atrás con mi decisión o tendré que corregir continuamente las consecuencias inesperadas de mi decisión.

Todos tenemos la experiencia que cuando no planeamos un evento adecuadamente… siempre sale mal.

Seguimos con la gráfica.

A medida que va pasando el tiempo, el costo en el que incurrimos de decidir va disminuyendo porque podremos mejorar en el Diagnóstico de la situación que se nos presenta.

El tiempo nos da más información para la decisión.

(El supuesto aquí es que durante ese tiempo hemos procedido a buscar información, a preguntar, a consultar, a pensar…)

Un peligro en el que podríamos caer fácilmente es en la búsqueda incesante de información, para asegurar la decisión.

Es la búsqueda de la famosa y peligrosa certeza.

Nos encanta buscar y querer tener la certeza, pero no debemos olvidar que toda decisión implica riesgo y renuncia. Tema sobre el que volveremos después.

La gráfica de la indecisión

Por el otro lado, la esquina inferior izquierda de la gráfica, donde inicia la curva ascendente es el costo de no decidir o el costo de diferir la decisión, o como hemos usado aquí, el costo de la indecisión.

A medida que va pasando el tiempo, el costo de la indecisión va creciendo, porque se deja de actuar, nos dejamos de mover hacia un objetivo.

Es como cuando te deja el tren por llegar tarde.

El último momento responsable es cuando ambas curvas se cruzan.

Está claro que esta no es una curva cuantitativa, sino más bien explicativa del dilema habitual entre anticiparse demasiado en una decisión y retrasarse excesivamente.

Las decisiones decisivas

Hay un ulterior tipo de decisiones la llamamos -siguiendo a Carlos Llano- como decisiones decisivas.

Son aquellas decisiones que marcan de tal manera la vida personal -o empresarial- que no se entendería nuestro ser-hacer actual sin ella.

Tienden a ser pocas decisiones decisivas en la vida.

Tienen un impacto significativo en la vida de una persona o en el resultado de un proyecto.

Decisiones del calibre: selección de carrera universitaria, contraer matrimonio, procrear hijos…. Son decisiones de esta trascendencia.

En algunas ocasiones un cambio de trabajo, emprender una empresa también son decisiones decisivas.

Mi buen amigo Víctor, a quien tanto aprecio tengo, exponía en su libro la decisión decisiva empresarial-personal de renunciar a un trabajo de gran envergadura.

Y ponía la frase que el “gran jefe” de la empresa le dijo cuando se fue: “verás que fuera de aquí no existe nada”.

A nivel empresarial las decisiones decisivas no son tan fáciles de diferencia de las decisiones estratégicas.

En el ejemplo que ponía inmediatamente arriba, para Víctor fue una decisión decisiva empresarial-personal. Posteriormente ha tenido otro tipo de decisiones decisivas en ambos ámbitos.

Otros ejemplos de este tipo de decisiones a nivel empresarial es cuando una empresa deja de entregar a la sociedad un producto para dedicarse a vender otro absolutamente distinto.

Pacto con la decisión

La decisión no siempre tiene que ser tomada en este preciso momento; pero ha de ser tomada.

Huyamos del terror de la indecisión.

Ahora bien, cuando tomemos una decisión, habrá que ir con todo a conseguir lo que nos hemos propuesto.

Habrá que hacer un pacto con la decisión por la que nos comprometemos a sacarla adelante, a pesar de las dificultades a las que nos enfrentaremos.

Hay una virtud, cualidad, característica de algunas personas, que tiene un nombre poco “chic” en la actualidad. Es la virtud de la longanimidad.

Una decisión debe tomarse con magnanimidad y además teniendo presente que la puesta en práctica conlleva muchas dificultades.

Precisamente la longanimidad podría decirse que es la suma de la virtud de la magnanimidad con la constancia, la perseverancia ante las dificultades o problemas.

La grandeza de ánimo de la Magnanimidad junto con la tenacidad son dos grandes aliados.

Víctor, propone en uno de los caminos de la pervivencia el siguiente: “se tenaz, cueste lo que cueste”.

Decisiones indecisas

Yo tuve un jefe, a quien tengo mucho cariño y admiración y que era un genio para darte la vuelta.

Llegaba yo con la idea más genial del mundo y él me oía con súper atención, me preguntaba algo y al final me decía: “lo vamos a hacer”.

Regresaba a mi oficina contento de haber logrado venderle a mi jefe mi idea más espectacular del momento.

Y luego de unas semanas veía que aquello había quedado en nada.

Una decisión que no se pone en práctica, no es una decisión. Así me la jugaba mi jefe.

Es de experiencia común que una vez tomada la decisión empiezan las dificultades.

Por eso es necesaria la constancia y la fortaleza para sacar adelante. La longanimidad, que decíamos antes.

No tendría sentido el triaje que hemos realizado para escoger una de las alternativas y luego no ponerlas en práctica.

Se conoce por experiencia que la elección implica renuncia de las alternativas no seleccionadas.

Y esta renuncia tiene un costo, como sucede con toda renuncia.

A veces pienso que hay empresas que toman decisiones distímicas , con variedad de humor.

Un día tomo una decisión y al día siguiente la cambio para volver a tomarla al tercer día.

Falta ese compromiso con lo escogido: no hemos hecho el pacto con la decisión.

Quizá esta distimia decisora se debe a una falta fijación de la voluntad en la meta propuesta; o quizá a la dificultad que significa el esfuerzo para conseguir lo buscado; o porque no hemos analizado bien las alternativas; o podríamos tener miedo a equivocarnos…

Decidir no decidir

Hay que distinguir entre decidir no decidir de la indecisión.

Yo puedo decidir que no es el momento para tomar una decisión por cualquier razón o hasta que se den ciertas condiciones.

Y retraso a propósito la decisión mientras no estén todos los elementos pertinentes.

Que no es lo mismo que la indecisión. Aquí no ha habido un acto de la voluntad para realizar la elección, así que la persona sufre el terror de la indecisión.

A modo de resumen

He oído a algunos españoles una frase que podría usarse a modo de resumen:

Una vez tomada una decisión, “hay que ir a por ella”.

PS1. Tengo que declarar que en tres ideas de este texto he usado la ayuda de IA, específicamente Bing de Microsoft.

PS2. A Víctor a quien cito aquí es mi amigo Víctor Gordoa, de cuyo último libro he entresacado algunas ideas. “El camino de la pervivencia” se titula su libro autobiográfico -en el que tengo el honor de ser mencionado-. Es un libro que da para mucho, así espero seguir citándolo en siguientes post.