«Aver mijo, nada es pa tanto»



Tuve oportunidad de conocer a Víctor en marzo de 2015. Fui con otro colega a visitarlo a sus oficinas, por recomendación de un amigo común (entre Víctor y mi colega). Me había preparado un poco viendo la página Web de su Colegio, pero no me esperaba encontrar a quien encontré.
Víctor fue muy conocido en México (y lo sigue siendo). Como yo no vivía en ese grandioso país cuando él trabajaba en televisión, pues no lo conocía. Con lo poco que me contaron de él y con lo poco que logré ver en la página, llevaba unas expectativas  más o menos altas.
Como dije más arriba, no me esperaba encontrar a quien me encontré. Un caballero, que nos atendió de maravilla. Tenía el encargo de mi jefe de preparar, para el aniversario de oro del IPADE, un caso de éxito de una empresa mexicana. Así que en esa primera visita descubrí que él era la persona indicada para escribir ese caso de éxito. Un éxito que se veía muy bonito y placentero y al que se había llegado sin tantas dificultades… estaba muy errado con relación a esto último; poco a poco fui descubriendo que el éxito de Víctor era consecuencia de muchos sufrimientos, problemas y dolores, como pasa la mayoría de las veces.

En esa primera visita, mientras deglutíamos unos alimentos muy bien preparados, bañados de un delicioso vino, Víctor nos contó algunas de las aventuras de su vida. Tuvimos la compañía además de sus dos hijos, Víctor y Álvaro que le ayudan en su empresa. Después de esta visita de cortesía y primer contacto, quedamos de vernos en una siguiente ocasión.
Para la segunda visita me aperé de un buen cuaderno de notas, de una grabadora (el celular lo hace de maravilla) y de mi asistente que me acompañaría. Fue una visita de trabajo, donde pasamos platicando varias horas, y mientras, Rafa, mi asistente, complementaba mis notas con las suyas. Aquí pasó una cosa divertida, ya que después de los saludos y las ubicaciones para empezar platicar, Víctor nos comenzó a contar una pequeña faceta de la historia de su vida, que era muy aleccionadora; mientras, yo había activado la grabadora y estaba apuntando frenéticamente; volteo a ver a Rafa de reojo, y me di cuenta que se dedicaba a ver directamente a Víctor y a hacerle gestos de conformidad, con una sonrisa de un tipo embobado… le tuve que hacer un gesto serio para “llamarlo al orden” y que empezara a apuntar también. La cara que puso Rafa fue inolvidable.
Con esta primera visita y posteriores visitas de Larissa, quien me ayudó sobremanera para hacer este caso, logramos montar un caso de 18 páginas sobre la vida de Víctor. Sobre ese “fácil éxito” que yo creía que había tenido. Resulta que la historia de su vida es apasionante… unas pinceladas: una vez se murió (y lo lograron recuperar a la vida); se quedó sin trabajo varias veces;  estuvo a punto de morir en el temblor de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, pues el lugar donde trabajaba se destruyó totalmente, y por 10 minutos no estaba allí; se quedó sin dinero varias veces; no le apoyaron quienes debían hacerlo; lo golpearon una vez y paró en el hospital; y un largo etcétera. He puesto sólo las cosas “malas” que le pasaron a Víctor, que son algunas de la que tuvo que sufrir para llegar a donde está ahora.


(Por cierto, haciendo referencia a lo de su muerte, él dice que “siempre le recomienda a todas las personas que se mueran por lo menos una vez”; y que seguro el sentido de la vida les cambiará.)
Hace un año el caso quedó terminado, si se puede hablar así… o más bien, dejamos de trabajar en él, pues podría haberse seguido trabajando mucho más. Las 18 páginas que lo componen son sin anexos, así que son de puro texto, corrido, pero que te captura a la primera (eso me comentaron varios de los lectores). Consideramos que nos quedó bien, después de las horas de trabajo y revisión entre Larissa, Pablo (un colega de Uruguay), y yo; y por supuesto de Víctor, quien se involucró enormemente en el proyecto.
Pero por diversas razones el estreno del caso se dio hasta el martes 5 de marzo en el aula Carlos Llano del IPADE de la Ciudad de México. Corrieron las invitaciones a algunos grupos de alumni y a algunos otros que pedí que les invitaran. Al final, casi 315 aceptaron la invitación. Gracias al tráfico de la CDMX (la nueva abreviatura para el famosísimo DF), a las llamadas de último momento de los jefes, o una que otra gripa, sólo llegaron unos 220 a la cita de las 18:30 horas. Entre otros, nos acompañaban Víctor, con sus tres hijos, nueras, nietos, trabajadores que han estado con él más de 15 años, y algunos que fueron sus socios o que le apoyaron en los momentos de más dificultad. Yo tuve la suerte de que nos acompañaran 5 compañeros de la Maestría en Dirección de Empresas (que este año cumpliremos 20 años de haber terminado).
El Aula Carlos Llano es imponente, especialmente cuando estás abajo y la ves bastante llena. Siempre me ha impuesto. Un amigo –que ha sido mi alumno- me comentó: “te noté nervioso al inicio de la sesión, cosa que nunca te había notado en las clases”… Y le contesté que no era para menos, pues un aula llena con 220 personas impone; si a eso le añadimos que era un caso nuevo, que nunca se sabe si jalará bien siguiendo el esquema de sesión que llevas… pues, uniendo todo eso, claro que se siente nervio. Pero el nervio dio paso a la aventura. Seguí el guion de sesión que había preparado, apoyado en una presentación de Power Point que me había preparado mi asistente Saulo –a quien mucho le debo-. Y a echar para adelante.


Inicié la presentación con una frase que viene en el caso y que Víctor nos contó que le había dicho su papá: “a ver hijo, nada es para tanto”; que me imagino que dicho en vivo debería haber sonado así: “aver mijo, nada es pa tanto”.
A la sesión le pusimos un título rimbombante “De la decisión a la acción: el reto de la coherencia”, que refleja más o menos lo que Víctor hace en su Colegio y en su trabajo de consultor: la imagen de la persona es la coherencia de la misma.

Cuando le cedí la palabra a Víctor empezó lo mejor. Fue contando cosas, algunas que venían en el caso, y otras que no las habíamos plasmado en el papel… con la ayuda de algunos amigos, aquí anoto algo de lo que dijo y que más llamaron la atención.

En un momento determinado de su vida, Víctor pidió consejo a un grupo de expertos, sobre su idea de constituir un Colegio de Imagen Pública. El consejo unánime de este grupo fue: NO lo hagas… y Víctor lo hizo. Entonces comentó que a veces se comenta que  la diferencia entre un loco y un visionario es el éxito de la idea. Y en este caso, Víctor consiguió sacar adelante su idea a pesar de los obstáculos que enfrentó. Comentó que todos los problemas y dificultades que sus asesores le habían previsto, le llegaron; entre otros los siete años de pérdidas y las angustias que pasó para llegar a tener estabilidad económica.
También comentó que él ha tenido -en algunos aspectos- una visión distinta de los acontecimientos, y con frecuencia se sorprende de por qué no todos lo ven así. Esto me recordó a un colega, que usa con mucha frecuencia una frase: “yo tengo otra visión de esto”, o bien, “yo tengo otra lectura de este asunto”… Y pienso que siempre es bueno que un director tenga gente a su lado que sea capaz de ver de manera distinta las cosa; es enriquecedor.
Comentó también con dos frases la maravilla de tener cerca a alguien que te puede ayudar: “a veces cuando todo sale mal, no hay mejor consejo de alguien que te conoce a la perfección”. Y Víctor se refería concretamente a su esposa (allí presente). Cuando él quiso desistir de su arranque de empresario, de emprendedor, y decidió regresar a la empresa de la que había salido hacía unos años, su esposa lo alineó y le dijo algo así: “ni hablar. Tú saliste de allí porque….(le dio las razones)… ahora no vas a volver, sino que vas a seguir con tu idea. Y si hace falta, vendemos cosas para sobrevivir”. Una lección maravillosa de su señora. En la sesión, uno de los participantes pidió para ella un gran aplauso.


La última frase que grabé en mi memoria de Víctor, sonó más o menos así: “a veces ni nosotros mismos tenemos el coraje (la valentía) de hacer algo que nos encanta; pero tener a alguien que realmente te conoce y te empuja un poco a seguir a pesar de existir la posibilidad de un fracaso es una maravilla”.
El coctel  posterior sirvió para relajar los ánimos (los míos por lo menos) y gozar la conversación en corto con egresados del programas del IPADE a quienes no conocía de nada. Es interesante cómo haber tomado un programa en el IPADE te da familiaridad con otros directores o empresarios. Allí recibí las retroalimentaciones del caso, y también las felicitaciones.
Obvio se me quedan muchas cosas en el teclado. Sólo quería expresar algunas cosas que experimenté en la inauguración de este caso, o que recordé en ese momento. 

Para mí ha sido una gran escuela toparme en mi vida con Víctor Gordoa. Muchas gracias Víctor. Te mando por aquí un gran abrazo.