El paracaídas siempre se abre

A los que cumplimos años a finales de diciembre o a principios de enero siempre nos atenazó la angustia de no recibir regalos para nuestros cumpleaños, pues siempre nos decían: “aquí está tu regalo de Navidad… y de cumpleaños”. Ni modo que así nos tocó.
El 13 de enero de 2020 he llegado ya a los 55 años. No tenía previsto escribir nada, pero las celebraciones anticipadas a esta fecha me han animado. Además, ahora que ya uno no espera tantos regalos para su cumpleaños, es bueno hacerse un poco de propaganda para que lo feliciten… que es lo que más se agradece…
También me animó a escribir que esta primera semana laborable del año me cansó de todo lo que había descansado en las semanas navideñas… y hubo varios eventos destacables que quería compartir con los amables e indulgentes lectores…
Desde niño me han gustado los datos (inútiles pero interesantes) y me encanta además llevar estadísticas, controles, etc. Durante años llevé los datos de los mundiales de fútbol, hasta que resultó más fácil buscarlos en Google… pero los datos personales los sigo llevando y contabilizando, aunque no muchos.
En este año que he terminado (escribo el 12, pero por si alguno lo lee a partir del 13) he logrado llegar a las 2,500 sesiones impartidas en el IPADE. Hace algunos años celebré, o mejor dicho, me celebraron en Guadalajara la sesión 2,000. 

Uno de los eventos interesantes fue encontrarme, por primera vez, en el aula de la Maestría para Ejecutivos a un hijo de un participante a quien le había dado clase 20 años atrás. Mejor dicho, una hija de un participante de la sede de Guadalajara.
Son de esas sorpresas agradables que también te llaman a la reflexión por la cantidad de años que han ido pasando ya. Dirían con palabra típica, un “titipuchal” de años y de clases.
La sorpresa se convirtió en una cena con padre e hija, y con la familia casi al completo. Además de volver a juntarme con Pedro y ponernos un poco al día, fue un gusto volver a toparme con el esposo de Fernanda, que también fue alumno mío en la Maestría en Guadalajara; y conocer a dos de las cuatro hermanas de Fer y, por supuesto, tener una grandiosa y amena conversación con la esposa de Pedro. Por supuesto que las atenciones con que fui recibido en la casa fueron de primera.
En la entrada de la casa, Pedro me señaló el lema de la familia que tienen puesto en un pequeño azulejo y que encabeza este post. “El paracaídas siempre se abre”. Me contó Pedro que ha sido el lema de la familia de hace muchos años… y Fer me acotaba el asunto diciéndome que, para los pesimistas de la familia, debería decir que “el paracaídas, casi siempre se abre”.
Sobra decir que el lema me gustó en su versión original, y no tanto en la versión pesimista. Como he tratado de expresar en otros post, hay que procurar tener siempre una visión optimista de las cosas, para poder sacarles más el jugo. Y seguro que siempre encontraremos el paracaídas abierto, aunque quizá nos golpeemos un poco.
Casi tuve que usar -literalmente- la frase aterrizando el viernes en la Ciudad de México ante dos intentos fallidos de aterrizaje. Las condiciones normales de clima no preveían un susto de dos abortos de aterrizaje, así que creo que todos pensamos que podría tener problemas el avión. Gracias a Dios la tercera fue realmente la vencida y no tuvimos que usar paracaídas. Fue otro de los grandes acontecimientos de la semana primigenia de enero.
Con el cambio de año calendario y con el cambio de año de mi vida, también ha sido un gran momento para detenerme a examinar mi vida. Y allí he encontrado muchos paracaídas que se han abierto en el momento oportuno (aunque quizá alguno tardó un poco en abrirse, lo que me ayudó a mejorar en alguna cosa en particular). Como para dar gracias a Dios por todas esas veces que ha pasado eso.
También fue una semana, como ya había comentado, de festejos adelantados. Así tuve la oportunidad de estar con la Niña Margoth, muy conocida por mis queridos lectores de este blog. Y por supuesto de recibir el cariño de hermanos, hermanas, cuñadas, cuñados, sobrinos y un par de mis sobrinos nietos. Siempre es maravilloso verlos y ponernos al día de las últimas peripecias de cada uno. Recibir la buena noticia de que mi sobrino Fernando se irá a estudiar una maestría en negocio (lamentablemente no quiso irse al IPADE…), y de que pronto, si Dios quiere, tendremos al primer guardia suizo de la familia, donde estaremos bien representados por mi sobrino Renecito, que con su más de 1.90 m de estatura en pocos meses se vestirá con el uniforme colorido diseñado por Miguel Ángel. 


Una semana intensa, de muchos viajes, de muchas clases, de encuentros con muchas personas, de múltiples conversaciones -verbales y por escrito- con una ingente cantidad de personas, con muchas buenas noticias y una que otra no tan buena…son motivos para seguir dando gracias a Dios.
También las felicitaciones anticipadas con su manifiesto cariño. Hoy por ejemplo me felicitaba una persona: “que Dios te bendiga millones de millones y que al soplar las velas de tu pastel todos esos sueños y deseos se conviertan muy pero muy pronto en una realidad !!!! Muchas felicidades!!! Y ni modo, lo que toca es pasar un día espectacular y lleno de alegrías!! Porque la vida se celebra!!!!!”.
Creo que podemos aplicárnoslo a cada uno. “La vida se celebra, porque además el paracaídas siempre se abre”.
Muchas gracias a todos.