Zurriagazo de Servicio (Consideraciones Navideñas)

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En Guatemala, las alegrías se manifiestan con cohetes. Hace muchos años, cuando me trasladé para hacer mis estudios universitarios desde San Salvador a la Ciudad de Guatemala de la Asunción, me llevé mis buenos sustos cuando oía cohetes un día cualquiera por la mañana. Venía de un país en guerra, donde los “cohetes” no eran precisamente sólo de pólvora y papel, sino de pólvora y plomo. Así que en El Salvador, cuando se oían cerca “cohetes” lo importante era ir a cubrirse. Era doloroso enterarse del fallecimiento de alguien a quien “le tocó” estar en medio de una balacera.
Pronto descubrí que en Guatemala los cohetes eran cohetes. Ya había pasado la parte fuerte de la guerra civil en Guatemala, y la ciudad estaba bastante calmada a ese respecto.
Sin embargo, oír una ametralladora de cohetes a las 5 de la mañana, me daba susto. Pasaron unos meses hasta que me acostumbré a la cohetería celebrando el cumpleaños de alguien, despertándolo de una manera poco recomendable, subiéndole la presión y el pulso en un segundo. Pero así se ha celebrado inmemorialmente, así que así se seguirá celebrando.
Por supuesto que las alegrías de Navidad y Año Nuevo se traducen en una buena cohetería. La noche buena está “iluminada y sonorizada” por los cohetes. Aunque ya no “reviento” cohetes como cuando era niño, todavía sigo haciéndolo en estos dos días. Tengo muchos años de ver a unos vecinos reventar unas ametralladoras de larga duración… la alegría lleva a reventar cohetes y la reventada de cohetes aumenta esa alegría.
Desde hace unos años ya los cohetes también se han sofisticado. Antiguamente eran sólo cohetes tal cual, que lo único que hacían era ruido y echaban una buena cantidad de humo (que el siempre constante viento de la ciudad de Guatemala se lo llevaba rápidamente). Ahora, el humo y el ruido siguen estando presentes, pero a esto se han añadido muchos efectos lumínicos que embellecen momentáneamente el negro cielo, añadiendo –si se puede hablar así- un poco más de alegría.
Mientras veía estas luces y oía el retumbar de los cohetes estos días, pensaba en ¿qué es lo que causa tanta alegría? (Robándome una frase que usan los Nicaragüenses para festejar a su Patrona la Inmaculada Concepción). Pues quien causa tanta alegría es el cumpleaños del Hombre-Dios que ha sido el parteaguas de la historia del Mundo.
Esas fugaces luces me hacían pensar también fugazmente que Él vino a “servir y no a ser servido”. (No pretendo hacer un tratado de Teología aquí –porque no estoy calificado para hacerlo-, sino sólo unas reflexiones personales; así que está claro que Jesús no vino sólo a eso, sino a redimirnos… pero me quiero centrar en esto).
Siempre me ha gustado la frase de Jesús “que hay más alegría en dar que en recibir” que con estos días de regalos se comprueba con rotundidad.
Pienso que entre Dar y Darse hay una conexión inmediata. La mejor manera –lo máximo- de Dar es Darse, y el Darse se traduce en Servir. Volvemos al Servicio.
Y esto me hizo recordar mi amistad con un chef, con quien recientemente conversaba. Me comentaba que él siempre, antes de cocinar, le rezaba a San Lorenzo “para que siempre tengas gente a quién cocinarle”. Nunca antes había leído esta faceta del gran San Lorenzo; y tengo que reconocer que me encantó esta referencia a este diácono, que fue martirizado precisamente en una parrilla. (Tengo que advertir que me une estrechísima amistad con dos Lorenzos, por lo que la referencia a San Lorenzo también tuvo un matiz muy personal).
Pero mi amigo Chef me dijo luego un par de frases que sentí como un  Zurriagazo de Servicio. Estoy consciente que la palabra zurriagazo no es nada conocida. De hecho, yo no la conocía hasta que hace también pocos días la leí en un titular de prensa deportiva, cuando un equipo de fútbol le ganó a otro en su casa. Un zurriagazo es castigar con un zurriago… es la clásica definición inútil de diccionario. Así que hube de volver a buscar qué era un zurriago. Y esto es más claro, pues un zurriago es un látigo con que se castiga o zurra, el cual por lo común suele ser de cuero, cordel o cosa semejante.
Pues así me sentí cuando mi amigo Chef se preguntaba retóricamente, ¿qué sentido tiene cocinar? Y se respondía él mismo “servir y compartir emoción, con los sabores”.
Me sorprendió mucho este punto de vista porque la cocina y yo estamos peleados. Como digo “se me quema el agua”. Pero pensándolo bien, mi amigo el Chef tiene toda la razón. ¿Para qué cocinar si no hay nadie que lo pueda degustar? ¿Qué pasaría si sé cocinar sólo por cocinar? Pues no tendría sentido.
Rápidamente hice la comparación del Chef con el profesor (a lo que principalmente me dedico). ¿Qué sentido tiene dar clase si no tengo alumnos a quien alimentar? El dar clase es servir y compartir emociones con los conocimientos y experiencias, ya que no con los sabores.
Y en el fondo, se debería poder decir de todo trabajo esto mismo: servir y compartir.
Cuando la noción de servicio se pierde, entonces el egoísmo y la vanidad toma su lugar. Y nos podemos volver burócratas (en el mal sentido de la palabra) en nuestro trabajo. Y nos centramos sólo en ver nuestra propia nariz, sin pensar para nada en los demás.
Pienso que, a quien celebramos estos días, nos animaría a recordar esa vocación de servicio. Tendríamos que recibir ese  zurriagazo de servicio a diario para que no se nos olvide.
Feliz Navidad y que 2018 nos traiga muchas alegrías.

(Por cierto que en Guatemala hay la costumbre de reventar cohetes el 25 a las 12 m y a las 6 pm… lo mismo para el 1 de enero… es agradable oír el aumento de cohetería y luego sentir cómo va disminuyendo poco a poco).