L’ora della lacrima y la hipoteca inversa

L’ora della lacrima y la hipoteca inversa


Un día que cae. El sol se va “metiendo” en el horizonte. Los colores fluyen por doquier. En el trópico la caída es brutal. Dicen que más al norte el ocaso dura y dura. En esos momentos es lo que los italianos llama l’ora de la lacrima (espero que Google lo haya traducido bien), es la hora de la lágrima. La hora de las confidencias, de descubrir el corazón, de recibir la inspiración para poner unas cuantas palabras en este blog un poco olvidado.
No estoy en el lugar que aparece en la foto. Pero sí en ese momento de la hora de la lágrima.
Y me puse a revisar frases que he ido anotando a lo largo de varias semanas, sobre un post que no pudo cuajar.
Pero en esta hora de las tan solicitadas inspiraciones, me viene a la cabeza un problema que junto con unos familiares y unos amigos estamos tratando de solucionar.
Para explicar el problema, pondré un ejemplo. Así me lo explicaron a mí y lo entendí fácilmente.
Veamos, un matrimonio de personas mayores, que ya no tienen los ingresos que tuvieron en su momento, por lo que su nivel de vida empieza a decaer. Prácticamente el único activo que tienen es una propiedad, bien ubicada y con posibilidad de crecer en valor. Y vamos a suponer que el matrimonio en cuestión tienen tres hijos.
Uno de los hijos, es exitoso y responsable con el cuidado material y espiritual de sus papás: les ayuda económicamente, les visita, está pendiente de ellos. El 80% de los gastos de sus papás corren a su cuenta. El segundo hijo no es tan exitoso, pero sí es responsable del cuidado de sus papás, así que aporta el 20% de los gastos de sus papás. El tercer hijo es la “oveja negra” de la familia y ni cuida de sus padres ni aporta nada a su manutención.
Por ley de vida, después de unos años, los padres fallecen. Los hijos cumplen el duelo y sienten el gusto de haber tratado de devolver a sus papás todo lo que les dieron. El hijo pequeño quizá siente la partida de sus papás, pero en definitiva se comportó como un “mal” hijo y no supo cumplir sus obligaciones para con ellos. En fin…
¿Y la casa? Pues los papás, como era lógico la reparten a partes iguales entre los tres hijos. Con mucha probabilidad el hermano pequeño se empeña en vender la casa cuanto antes. Ninguno de los tres hermanos usará la casa, así que lo mejor será venderla. Pero el chico, se empeña en que sea cuanto antes para salir de sus penas económicas y gastarse toda la herencia rápidamente.
Así pues, quien más aportó y el que no aportó nada reciben la misma cantidad de dinero. El hijo mayor sabe que el dinero con el que ayudó a sus papás era su obligación y está contento de haberlo hecho. Lo mismo pasa con el segundo.
Pero, ¿qué hubiera pasado si planteamos las cosas de otra manera? Pensemos en que los papás, han tenido esa casa toda la vida y no desean irse a cualquier otro lado, sino que desean morir allí. Llega un grupo de inversionistas y les “compra” la casa a los papás. Pero esa compra no es de contado sino a plazo, por ejemplo, a 15 años, con pagos mensuales. Además, con la condición de  que los papás tendrán uso vitalicio de la casa.
Los pormenores de la operación son interesantes, pero tan abundantes que los omito. Pero es de destacar que el hijo mayor ayudará a sus papás invirtiendo en la compra de la casa como un inversionista más; lo mismo, proporcionalmente, el segundo hijo. Al final de la vida de los papás, los dos hijos que ayudaron a sus papás se sienten contentos de haber cumplido con su deber filial. Y además, participan de la propiedad de la casa según sus aportaciones. Y aquel mal hijo que no ayudó, pues no recibirá parte en los beneficios de este negocio de largo alcance y de gran ayuda social.
Pues algo similar es lo que estamos tratando de poner en práctica. En un país en el que no hay una ley sobre cómo manejar esta figura, por lo que hemos tenido que inventar la forma de hacerla. Esperamos que pronto se termine de firmar la hipoteca inversa, con lo que habrá una inversión con sentido social.