Vivan los profesores!!!

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Con frecuencia leo agradablemente los artículos que escribe la esposa de un gran amigo y colega. El que publicó hoy me dejó un mal sabor de boca. 

En resumen el artículo venía a decir que de los 50 maestros que le dieron clase en la escuela y la universidad, no guarda ningún recuerdo memorable de ninguno de ellos. Bueno, al rato hace un par de excepciones, de dos profesores que le ayudaron de manera especial. También escribe que los maestros se dedicaron a reducir la creatividad de sus alumnos (y menciona que todavía lo siguen haciendo).

A medida que iba leyendo, me fue llamando la atención la «negatividad» del artículo. Todo era una crítica a los 50 profesores que le formaron. A la «ciruela», a la prógnata… realmente un artículo muy duro y pesimista.

Respeto su opinión y más aun respeto su experiencia e interpretación de los hechos. Sin embargo, me parece que es juzgar con los conocimientos que tiene hoy los hechos del pasado. Y eso no se vale. Cada maestro ha dejado algo en nosotros: a veces más y a veces menos. Pero todos ellos han influido en nuestro conocimiento y en nuestras vidas. Desgranar a quién le debemos qué, es un trabajo inútil e imposible. 

Yo recuerdo con cariño a muchos de mis profesores… para no aburrir aquí, espero en algunos post posteriores ir poniendo algunos de ellos de los que guardo ese cariño que mencionaba. De algunos recuerdo nombres y apellidos, de otros el apodo y de otros sólo la cara… obvio, se me han olvidado varios.

Tengo muy grabada en la memoria a mi primer profesor:  el de preprimaria. Don Elíseo Rivas Clará, quien me enseñó a contar de 10 al 100 (ya sabía los números de 1 al 10). 

Recuerdo con gran cariño también a muchos de mis profesores del Bachillerato: Don Mario, Don Amilcar, el Bachillerazo, por sólo mencionar a tres. De todos aprendí muchas cosas, y específicamente de ellos, aprendí el amor  a la matemática.

En la Universidad también tuve buenos profesores. De quienes aprendí mucho. Cada uno de ellos me dejaron algo, cosas que luego he utilizado, con aquel viejo concepto de copy and paste.

El número de mis profesores aumentó con las maestrías que he podido estudiar. ¿Cómo no pensar que Carlos Llano Cifuentes ha sido un gran influencer  en mí? O Rafael Alvira. Y no menciono a más… 

Pienso que pocas personas pueden influir radicalmente en una persona. Pero eso no quita el mérito de los que nos influyeron. También está claro que hubo, hay y habrá profesores inútiles. Pero seguro que si escarba más en sus recuerdos habrá profesores que influyeron aunque no se haya notado.

Con alguna frecuencia salen en las redes sociales «la manera maya para multiplicar». Al leer los comentarios de los que allí escriben, dice cosas como esta: «ojalá me hubieran enseñado a multiplicar así; hubiera aprendido más fácil». Cuando uno escribe algo de ese estilo, es por la sencilla razón de que sabe ya multiplicar, y que luego descubre otro método que facilita calcular lo aprendido.

A mí me pasó una  de estas anécdotas. Había aprendido, de mi querido Profesor Jacinto Quan, una manera más fácil para hacer la integración por partes. A mí, la verdad, me encantó esta manera de hacer la integración por partes, porque facilitaba mucho el procedimiento tradicional. En mis épocas de asistente de cátedra de mi otro gran maestro Julio González Podszueck, él les enseñaba a los alumnos la forma tradicional de integrar por partes, y luego les decía que yo les iba a enseñar el «método Duarte» para la integración por partes. Por más que le dije que yo no lo había inventado, siempre les decía así a los alumnos. Pero bueno, estoy convencido que el «método Duarte» nunca iba a ser entendido si los alumnos no tenían claro el método tradicional. 

En el fondo, uno no puede ser creativo, no puede mejorar las cosas, no puede desarrollarse si no logra pensar. Pero para pensar, es necesario tener la cabeza más o menos llena de conocimientos. Las ideas no se dan por generación espontánea, tienen atrás un cúmulo -por lo menos- de conocimientos y experiencias.

Hace poco me paso algo así también. Un colega, a quien quiero mucho, me comentaba que a él le hubiera gustado que le enseñaran una ciencia de manera práctica,  y no tan teórica como le habían enseñado; él tuvo que aprender la parte práctica en la vida profesional. Mi razonamiento fue simple: si no hubieras sabido la parte teórica no hubieras podido aplicarla posteriormente. 

Sé que nunca nos pondremos de acuerdo en muchos de estos temas. Porque hay mil cosas de las que podemos quejarnos y pocas de las que podemos agradecer. Yo me voy más por el agradecimiento a todos mis profesores. Ninguno fue ni es perfecto. Todos eran y son limitados (y lo seguimos siendo). Es una gran profesión la de ser profesor o maestro… a veces menospreciada, ninguneada otras y mal pagada la mayoría de las veces. Y a pesar de eso, hay gente que nos dedicamos a tratar de sacar lo mejor de los alumnos. A veces, no más no hay manera, o no se dejan.

Pienso por ejemplo en mi colega, esposo de la escritora  del artículo que originó este post. Mi buen amigo, Toño, es un gran profesor, maestro. Todos a quienes les ha dado clase se expresan maravillosamente de él, y deja grandes conocimientos entre ellos, a pesar de dedicarse a temas tan poco atractivos como los costos… Quizá ni él ni yo seremos esos profesores que dejemos huella indeleble en el alma de nuestros alumnos. Pero hacemos el intento de prepararlos para que otros puedan hacerlo. O por lo menos, hacemos el intento de que traten de pensar.

En  muchas ocasiones la Escuela y la Universidad es una preparación para que luego alguien o algo puedan encender la mecha de la creatividad. Toda la preparación fue necesaria para llegar a eso. Pero en ocasiones a todo lo básico se le denigra, porque no se descubre en todo eso lo que realmente fue.

Y quizá esto último es lo precioso a la educación en los primeros compases de la vida. Benditos sean los profesores de parvularia y primaria… Pasarán al olvido pronto. Pero dejarán una huella indeleble en la cabeza de todos sus alumnos. A sus alumnos se les olvidará quién les enseño qué cosa. Pero todos esos conocimientos son fundamento para aprender y prepararse para el futuro.

Hasta aquí mis superficiales consideraciones.