Regalemos sonrisas



Ayer platicaba con un amigo acerca del optimismo y el pesimismo. Hoy me encuentro en Facebook una frase de Carlos Llano que dice así: «Una sonrisa puede ser más elegante que un elegante discurso. Es el mejor antídoto de la inhospitalidad».

Actualmente hay mil razones para ser pesimistas, para ver las cosas en plan negro. Esas mil razones también pueden ser usadas para no sonreír, y tener cara de «totem», evitando siquiera «sonreír» con los ojos.

Por supuesto que  no en todo momento una persona tiene que andar sonriente, porque hay circunstancias en las que no conviene. Pero siempre es bueno soltar una sonrisa. Uno nunca sabe cuándo alguien la necesitará…

La sonrisa y la alegría han de ser constantes en nuestra vida. Por supuesto que hay momentos para estar tristes, pero luego ha de venir la alegría, el optimismo, la sonrisa. He leído en varios sitios que la alegría es un bien eminentemente cristiano.

Al poner esto último viene a mi memoria algunas escenas de la película «La Pasión» de Mel Gibson. En los momentos en los que el Dios-hombre va cargando la cruz, y de repente tiene un «flashback»: una escena de la última cena, Jesús hablando en arameo, con una sonrisa, y una sensación de felicidad… o aquella otra en que la Virgen María le llama para almorzar, y mantienen una conversación deliciosa de cariño y confianza y que termina con Jesús echándole agua a su mamá… ni Ella ni El dejan de tener una sonrisa en los labios.

Las penas, enfermedades y sufrimientos siempre los tendremos… Podemos sobrellevarlos mejor con una sonrisa, manifestación de nuestra alegría interior.

También esa alegría nos hará ver las cosas con optimismo. O por lo menos nos ayudará. Los pesimistas dicen que el optimista «es un pesimista mal informado». Pero no es cierto. Es más cierto aquello de ver «el vaso medio lleno» en lugar de «medio vacío».

Hay personas que de natural son optimistas, y otras de natural pesimista. Los de natural pesimistas pueden cambiar eso y adquirir la alegría y el optimismo, tratando de ver la parte positiva de lo que nos pasa.

Hace más de 30 años, mientras estudiaba en la Universidad (en Guatemala) tuve oportunidad de conocer a uno de estos personajes: el de natural pesimista. Todos los que lo conocíamos nos reíamos de él, porque además era «parrarayos» de males, y los veía como males, y sufría por ellos… Cosas tan divertidas, dichas en plan pesimista algo así: «ala mano, sólo llevo dos cursos en la U…. y se me traslapan los horarios»… o esta otra, «eran 150 cuartos los que habían mano, y sólo el mío tenía un panal de avispas…»

(Hago la aclaración que las expresiones transcritas arriba son en «perfecto chapín». En Guatemala, lugar de nacimiento de los chapines, nos gusta usar la palabra «ala», aunque no sé si realmente es «ala» o «hala», pero me parecería más que es «ala». También el «mano», es muy guatemalteco)

Casi contemporáneo a este personaje, conocí a uno que era de natural optimista. Recuerdo un día que nos contaba, con toda sencillez, y riéndose de la vida, una historia, que perfectamente podría entrar en la categoría de Tragedia griega. Había viajado a USA a recoger unos carros usados (rodados como se les llama en Guatemala) junto con un pariente. La historia, que da para varios párrafos comienza con la pedida de visa en la embajada (perdón, La Embajada) casi sin ningún requisito cumplido, hasta perderse en México y pasar una noche dentro del carro en un parque en Veracruz con casi 40 grados de temperatura (corporal, porque tenía  una gripe endiablada)…. y todo esto riéndose a carcajada batiente… por supuesto que todos los que le escuchábamos también estábamos riéndonos por los suelos. ¡Qué grandes momentos nos hizo pasar el buen Hugo con sus «tragedias» contadas como una buena y gran comedia!

Hace muchos años descubrí, por conducto de un muy buen amigo, a un director de orquesta  y violinista holandés. André Rieu tiene una orquesta -Johann Strauss Orchestra (JSO)-, que he ido viendo crecer con los años, pues con alguna frecuencia actualizo mi dvd-teca con sus dvd o blu-ray.

Desde la primera vez que vi tocar los instrumentos a la JSO, hubo varias cosas que me llamaron la atención. Una de ellas fue que todos los músicos sonreían en el concierto. El tipo de música que tocan es música clásica, pero predominantemente valses, música que se presta para sonreír y bailar. Obvio que pensé que eran sonrisas fingidas, como se dice a veces «sonrisa de aeromoza». 

Pero luego, viendo que durante todo el concierto cada uno de los músicos mantenía esa sonrisa, las bromas que durante el concierto hacían (detener unos segundos el Danubio Azul para que las parejas que bailan entre el público se queden desconcertadas) y cómo a cada momento el público se metía más y más en el concierto hasta «echar relajo»… pues todo eso me hace pensar que es una alegría un poco más profunda…

Con frecuencia podremos reirnos de las cosas que nos pasan. Especialmente después de que han ocurrido… Quizá de algunas no podamos reirnos, pero sí podríamos verlas con un pelín más optimista.

Por otro lado hay personas cuya sonrisa es tan sincera, sobrecogedora y maravillosa, que deberían ser fotografiadas y publicadas en todos lados. En contraposición, a veces se ven modelos y «modelas» que, me imagino, tienen prohibido sonreír.

Y siempre, «regalemos sonrisas».