Los 85 años de la Niña Margoth



Escribir sobre la mamá de cada uno es difícil por varias razones, pero principalmente porque el amor prevalece sobre la razón, y los momentos felices superan, con creces, los momentos de tristeza o dolor. 

Pues yo quería poner unas cuantas palabras sobre mi mamá, la Niña Margoth, como le dicen en El Salvador a las señoras. 

El 8 de septiembre, si Dios quiere, llegará a los 85 años. Por cuestiones de agenda, y para que todos los 8 hijos pudiéramos estar presentes, se lo celebramos el sábado 27 de agosto, anticipando unos días la celebración oficial.

Tuvimos oportunidad de contar con la asistencia, a la celebración, de muchas de sus amigas de niñez y juventud, a quienes recuerdo desde pequeño. Me dio mucho gusto ver a tantas amigas de mi mamá (como mis «tías» dirían en Monterrey) con sus ochentaytantos años a cuestas, entrar al lugar de la celebración; algunas ayudadas por un bastón, otras con una acompañante para poder llegar a sus lugares. Todas cariñosas con mi mamá y con cada uno de sus hijos.

Me dio mucho gusto cuando alguna gran amiga de mi mamá me preguntaba: ¿y vos quién sos? Al decirle, Javier, me decían: «niño mío»,…y el gran abrazo se dejaba venir. Y así me encantó saludar a Any, Mima, Edith, Aura, Tere, Nena y varias más que la acompañaron.

Obvio también estuvieron los familiares, tanto de los Duarte como de los Schlageter. Hubo un par de ausencias por salud entre los familiares cercanos, pero fue bueno revivir momentos de grandes recuerdos entre mis tíos, primos y sobrinos. 

Volver a platicar un rato con mis primas Bea y Paty fue un gran momento de alegría. Así como volver a ver a mi primo Herman, a quien tenía más de 30 años de no ver. 

También ver a mis primos Duarte fue una gran alegría. Breves y rápidas conversaciones con mis primas Inés, Nena y Lorena, no tienen precio.



Pero regresando a la persona centro de este post, ¿qué decir? Primero, sólo palabras de agradecimiento y cariño por todo lo que le debo. Son de esas Deudas, impagables, que además, uno no quiere ni puede pagar por más que se empeñe en hacerlo, porque lo que le debemos a nuestras mamás, es absolutamente impagable. Lo más cercano a «abonar» algo a esa deuda es corresponder a ese amor con más amor (si es que se puede).

Aquellas noches pasadas en vela para cuidarte porque estabas enfermo. Aquel preocuparse por detalles nimios, pero que para uno eran importantes. Dirigir una casa con muchas bocas que alimentar, y con poco presupuesto para ello. Atender a los 50 que nos juntábamos en el mar a pasar las temporadas de vacaciones… y a los 100 que a veces aparecían a almorzar… La verdad no sé cómo le hacía.

Y luego tratar a cada uno como es, con sus diferencias, con sus características, con sus defectos. Y sentirse cada uno querido.

Durante la celebración hubo un breve discurso de una de mis hermanas (la Mary), la mayor entre ellas. Y luego, el mayor entre los varones (Rolan) dijo unas palabras que eran una oración de acción de gracias.

Empezó Rolando haciendo referencia que la fecha de nacimiento de mi mamá coincide con la celebración de la Natividad de la Virgen María, el día 8 de septiembre. Y luego pasó a leernos un texto (casi una oración) de un sacerdote francés llamado Michel Quoist, y que titulo «Mi mejor invento es mi madre», y escribe unas palabras de Dios sobre la Virgen. Transcribo aquí algunos párrafos de esta «oración» (habiendo hecho la cita correspondiente para que no se me acuse de plagio). 

(Me parece que el texto está en el contexto de la Solemnidad de la Asunción de María a los cielos y está escrito alrededor del año 1950, por la referencia al Papa que ha declarado el dogma de la Asunción de María al cielo. Otro tema que se pone en la oración que sigue, es que en muchos lugares ya se celebraba esta fiesta y varias ciudades, llevan el nombre de la Asunción: Guatemala de la Asunción, por ejemplo).

«Mi mejor invento, dice Dios, es mi madre. Me faltaba una madre y me la hice. Hice Yo a mi madre antes que ella me hiciese. Así era más seguro. Ahora sí que soy hombre como todos los hombres. Ya no tengo nada que envidiarles, porque tengo una madre, una madre de veras. Sí, eso me faltaba.

«Mi  madre se llama María, dice Dios. Su alma es absolutamente pura y llena de gracia. Su cuerpo es virginal y habitado de una luz tan espléndida, que cuando Yo estaba en el mundo no me cansaba nunca de mirarla. ¡Qué bonita es mi madre! Tanto, que dejando las maravillas del cielo nunca me sentí desterrado junto a ella.Y fíjense si sabré Yo lo que es ser llevado por los ángeles…, pues bien: eso no es nada junto a los brazos de una madre, créanme.

«Mi madre ha muerto, dice Dios. Cuando me fui al cielo Yo la echaba de menos. Y ella a Mí. Ahora me la he traído a casa, con su alma, con su cuerpo, bien entera. Yo no podía portarme de otro modo. Debía hacerlo así. Era lo lógico. ¿Cómo iban a secarse los dedos que habían tocado a Dios? ¿Cómo iban a cerrarse los ojos que Lo vieron? Y los labios que lo besaron ¿creen que podrían marchitarse?

«No, aquel cuerpo purísimo, que dio a Dios un cuerpo, no podía pudrirse en al tierra. ¿O no soy Yo el que manda? ¿De qué iba a servirme, si no, el ser Dios? Además, dice Dios, también lo hice por mis hermanos los hombres: para que tengan una madre en el Cielo, una madre de veras, como las suyas, en cuerpo y alma. La mía.

«Bien. Hecho está. La tengo aquí conmigo, desde el día de su muerte. Su Asunción, como dicen los hombres. La madre ha vuelto a encontrar a su Hijo, y el Hijo a la madre, en cuerpo y alma, el uno junto al otro, eternamente.

«Ah, si los hombre adivinasen la belleza de este misterio… Ellos la han reconocido al fin oficialmente. Mi representante en la tierra, el Papa, lo ha proclamado solemnemente. ¡Da gusto, dice Dios, ver que se aprecian los dones que uno hace! Aunque la verdad es que el buen pueblo cristiano ya había presentido ese misterio de amor de hijo y de hermano…

«Y ahora que se aprovechen, dice Dios. En el cielo tienen una madre que les sigue con sus ojos, con sus ojos de carne. En ele cielo tienen una madre que los ama con todo su corazón, con su corazón de carne. Y esa madre es mía. Y me mira a Mí con los mismos ojos que a ellos, me ama con el mismo corazón.

«Ah, si los hombres fueran pícaros… Bien se aprovecharían. ¿Cómo no se darán cuenta de que Yo a ella no puede negarle nada? ¡Qué quieres! ¡Es mi madre! Yo lo quise así. Y bien… no me arrepiento. Uno junto al otro, cuerpo y alma, eternamente Madre e Hijo…

«El final grande de la Virgen tiene un origen pequeño. Las cosas de Dios, ¡grandes!, siempre tienen principios pequeños: una pequeña ciudad, una mujer sencilla, prometida de un carpintero…

«La presencia de Dios llena de luz la estancia y de alegría el corazón. ¡Alégrate! ¡El Señor está contigo! Y tras la sorpresa la tarea: serás madre, ¡serás Madre de Dios! María sólo puede ofrecer su pequeñez. Justo lo que Dios quiere: el Todopoderoso elige al «tododébil». Y todo como regalo: el Espíritu vendrá sobre ti y te cubrirá con su fuerza. ¡Que se cumpla!

«Y se cumplió. Bien cumplido.

«Lo que ocurrió entonces se repite cuando hay un corazón generoso: alegría, asombro, tarea, duda, confirmación de la misión, respuesta entregada, cumplimiento».


Tengo a dos mamás. Ambas con corazón generoso. Que la del cielo siga bendiciendo y ayudando a mi mamá de la tierra. 

Y mil gracias a ambas por quererme como lo hacen.