La vida intelectual III


Espero que este sea el último de los artículos relacionados con la introducción al capítulo 1 del libro “El Taller de la Filosofía” de Jaime Nubiola. Ha sido bastante aleccionador este primer capítulo.
El anterior post terminaba más o menos con una frase de Rhes: “Quien no desee descender adentro de sí mismo, porque esto le resulte demasiado penoso, permanecerá superficial en su escritura”. Una frase que suena muy duro, que golpea, pero que también espolea a trabajar más, a leer más, a escribir más; repercutirá en uno mismo, y por lo tanto en los demás. Vale la pena recordar también la frase de Gilson: “La vida intelectual es intelectual porque es conocimiento, pero es vida porque es amor”.
Ambas frases conectan con lo que sigue. Conocer, amar, profundizar en uno mismo, conocernos bien nos remonta a una de las cuestiones filosóficas centrales, el cómo vivir. Jaime Nubiola pretende con su libro (y yo con estas reflexiones) mostrar la capacidad que tiene la reflexión sobre la propia actividad para aunar en la práctica pensamiento y vida. Cosa difícil. Complicada la conexión entre lo que pensamos y cómo actuamos, el cómo vivir.
Muchas personas en el mundo –incluyendo a filósofos, aunque no exclusivamente- eran personas que buscaban la verdad, la claridad de ideas, las relaciones con los demás. Pero más que sus escritos, sus ejemplos de vida eran lo mejor. Pensar, entender, querer, rectificar, recomenzar, aprender, comunicar, rehacer, etc…
Quien dedica sus mejores esfuerzos  a pensar descubre que la filosofía es escritura dice Jaime. Me queda claro que no pretendo ser filósofo, pero creo que la frase de puede aplicar a los que nos dedicamos a trabajos intelectuales. “Quien dedica sus mejores esfuerzos a pensar, descubre que esto se traduce en escritura”. Ha de aterrizarse en algo por escrito. Me ha gusto, a lo largo de los años, tratar de hacer llegar a más gente los conceptos, tratando de explicarlos fácilmente; a veces lo he logrado un poco, otras quizá no; y entonces he querido verter el conocimiento y el amor –la vida intelectual- en escritura. Hace pocos minutos, revisando algunos links de Facebook me encontré con un video que decía algo así como “Matemágico”. Me llamó la atención por la gran parte matemática que todavía hay en mí, y me dispuse a verlo. Era un profesor indio, que escribía en una pizarra como debe ser (es decir, de yeso, gis o tiza) y explicaba geométricamente qué significa que (a+b)2 = a2+2ab+b2. Me encantó por la forma tan fácil con que la explicaba y lo claro que quedaba. Eso es una forma de traducir en escritura una vida intelectual.
Jaime sigue analizando y comenta que la desarticulación entre pensamiento y vida ha sido la cuestión más dolorosa que atraviesa la filosofía académica de finales del siglo XX. Un gran campo, la coherencia, para trabajar personalmente cada uno.
Y aquí Jaime aterriza con dos sugerencias. Hacer un trabajo personal de asimilación de nuestra propia lengua.  Dice que nuestra capacidad de razonar aumenta con la riqueza de recursos lingüísticos y se inhibe ante su carencia. Y como es conocido de todos, esto se aumenta leyendo. Así que te animo a leer. Y también recomienda aprender otros idiomas y otras culturas.
Jaime comenta que él ve la vida humana como un tapiz tejido con tres hilos: vivir, expresar y comprender (vivencia, expresión y comprensión). Y piensa que el trabajo filosófico es una reiterad reflexión sobre esta estructura ternaria que confiera hondura, rigor y creatividad al pensar. El taller de la filosofía dice que puede ser entendido así como un telar con una trama (la vida), una urdimbre (la comprensión) y una lanzadera mediante la que quien teje traza el dibujo (la expresión). Es el empeño por aunar en los textos del escritor su reflexión y sus experiencias vitales mediante una expresión auténtica y rigurosa.  Dice que el aprendiz del taller progresa cuando centra su atención en tres zonas de nuestra actividad personal: espontaneidad, reflexión y corazón. “Decimos lo que pensamos (espontaneidad), pensar lo que vivimos (reflexión), vivir lo que decimos (corazón)”. Como diría un amigo “ambas tres” tienen una unidad interna, están imbricadas entre sí dice Jaime. También le pone otros nombres: asertividad, creatividad y cordialidad o corazón. Tanto para mí como para los que han llegado hasta aquí leyendo, mejor hago una tablita para ver si logro conjugar estas dos ternas.
Taller de la Filosofía como un telar
Trama (La vida)
Urdimbre (Comprensión)
Lanzadera (Expresión)
Crecimiento del aprendiz del taller en estas zonas de su actividad personal
Espontaneidad o Asertividad
Decir lo que pensamos.
Trabajo sobre uno mismo para ganar en protagonismo del propio vivir: independencia afirmativa, confianza en las propias fuerzas, conocimiento cierto de la potencia del propio esfuerzo.
Es crecimiento en fondo, hondura y profundidad, en libertad interior.
Reflexión o Creatividad
Pensar lo que vivimos.
Empeño por reflexionar, por escribir, por fomentar la imaginación, por cultivar la “espontaneidad ilustrada”: lleva a convertir  el propio vivir en obra de arte.
Es crecimiento hacia arriba, que aporta una mayor visión y claridad.
Corazón o Cordialidad
Vivir lo que decimos.
Ilusión apasionada por forjar relaciones comunicativas con los demás, para acompañarles, para ayudarles y sobre todo para aprender de ellos: el corazón es la capacidad de establecer relaciones afectivas con quienes nos rodean, relaciones que tiren de ellos y de nosotros para arriba.
Es el generoso entrelazamiento de la propia vida con la de los demás.
Cada uno tendrá que trabajar por estas sendas a su manera y a su velocidad. Pero Jaime termina recomendando el de la escritura personal (estoy viendo si crezco…). El cultivo de un pensar apasionante alcanza su mejor expresión en la escritura. Sacar a luz los pensamientos ocultos en el interior de cada uno. Poner por escrito lo que pensamos nos ayuda a reflexionar y a comprometernos con lo que escribimos.
Bueno, pues hasta aquí. Al fin logré acabar la introducción al capítulo 1. Esta vez copié más que aporté personalmente. Aunque no lo menciona Jaime, ha de ser lícito copiar sin aportar nada personal, mientras eso se asimila. Bueno, espero que sea lícito hacer esto, pues estaba esto tan profundo que no logré aportar nada….


Nos veremos más adelante.

Por cierto, mi esperanza se cumplió: este es el último de la introducción.