30 años bregando en la Escuela

(Como el post anterior, tuve que quitarle las fotos)

El lunes 9 de julio de 1990, exactamente hace 30 años, entré por primera vez a trabajar al Centro de Formación Profesional Tayasal. Recién había concluido los estudios de Matemática Aplicada en la Tricentenaria Universidad de San Carlos de Guatemala, y decidí dejar mi anterior trabajo para probar suerte en esta institución, que tenía su sede en uno de los edificios nuevos de la Ciudad de Guatemala y que tenía -y tiene- el nombre de Géminis 10.

 

Recuerdo haber subido las escaleras eléctricas hasta el tercer nivel, donde se tenía una pequeña zona alquilada donde cabían dos aulas, un recibidor-cafetería, y una más pequeña zona de escritorios (porque realmente no se podría decir que eran oficinas). Llegaba con la ilusión de aprender de negocios y empezar a desarrollarme en otra faceta distinta de la Matemática.

 

Mi encuentro con la Matemática surgió hace muchos años. Siempre me gustó, aunque nunca he sido un calculista; en ocasiones la gente piensa que los matemáticos son calculistas y no… desde hace años leo con alguna frecuencia ese pequeño librito tan simpático llamado “El hombre que calculaba” de un autor brasileño cuyo pseudónimo es Malba Tahan (Junior César de Mello) … el protagonista de este caso es un clásico calculista. Lo mío era la matemática. O eso creía. Todavía recuerdo la emoción que tuve en el colegio cuando empecé a estudiar álgebra. No llegué al extremo de mi hermana Paty, que hizo todos los ejercicios del Baldor, que ya es mucho decir. Pero sí me gustó. Luego me fue gustando cada vez más y más, hasta que decidí estudiar esa carrera.

 

Así transcurrí con ese amor a la matemática hasta que, llegado a mitad de la carrera me desencanté. Ya no me hacía clic y los temas que estudiaba eran tan abstractos y lejos de la realidad, que tuve que sopesar qué hacer. Si dejar la carrera y empezar otra; o bien, terminarla y luego buscar otras fuentes de conocimiento que fueran un poco más prácticos y de lo que también pudiera obtener unos mejores ingresos.

 

Luego de dos años y medio o tres de estudios, abandonar la Universidad no era una opción viable, así que opté por la segunda vía: terminar la carrera y luego buscarme la vida por otro lado. Me ayudó a decidir que el título de Matemático siempre impresiona a la gente, y me podría servir para abrirme paso en cualquier otro ámbito (aunque en realidad sólo era Licenciado en Matemática Aplicada.)

 

De cualquier forma, los años universitarios de estudios de Matemática tuvieron lo suyo. Estudiar una ciencia forma la cabeza. Y estudiar matemática la forma mucho; te ayuda a desarrollar la lógica, a buscar la certeza (con la consiguiente dificultad para decidir en los ámbitos de negocios). Sobra decir que guardo mucho cariño y respeto de mis profesores de la Universidad. Aunque a todos ellos los sigo tratando de usted y con su título, aquí los menciono con su nombre: mi querida Gilda Marina, de quien aprendí Topología; Leonel, quien nos dio varios cursos: un hombre dedicado y con mucho afán de superación; Rodolfo, que me tuvo que aguantar que me le durmiera en clase muchas veces… siendo yo el único alumno…; Jacinto, quien me enseñó muchas cosas bastante prácticas. Pero de manera especial a mi querido Ángel Augusto Arévalo Aguirre (A4) quien nos tuvo mucha paciencia (a Saúl, Jorge Mario y a mí) para darnos muchos de los últimos cursos de la carrera, y que luego dirigió mi tesis de licencia.

 

Pues dejé ese mundo de la matemática hoy hace 30 años, y me contrataron en Tayasal, como era conocido ese Centro de Formación Profesional. Además, me contrataron para vender. Rápidamente descubrí que no era lo mío, pero le tuve que echar ganas unos cuantos años, pues la institución era pequeña y lo más importante era vender.

 

Al mismo tiempo fui tomando los diversos programas que dábamos: Marketing, Ventas, Contabilidad para no contadores, Finanzas, etc. Cuando llegué a la contabilidad me gustó; y las finanzas me fascinaron. Así que me fui formando poco a poco en ámbitos de los negocios y empecé a estudiar más a fondo contabilidad y finanzas. Luego dejé la conta para dedicarme sólo a las finanzas.

 

Después de unos años ya dando clases de finanzas vi la necesidad de empezar a tener más práctica en negocios pues iban saliendo alguna que otra asesoría. Por esa época creamos el primer Consejo de Dirección Asociada (y según yo, el único que ha habido…bueno, que yo conozca en Guatemala) junto con 6 medianos empresarios. Fue una gran experiencia estar en un Consejo donde veíamos empresas tan variadas como una panadería, unas clínicas odontológicas, un laboratorio farmacéutico, una agencia aduanal… Aprendí mucho de aquellos empresarios sobre los problemas clásicos de las medianas empresas y entre todos procurábamos darles consejos para mejorar en las de sus compañeros y amigos.

 

Después de 7 años (en 1997) llegó la etapa del IPADE. Dos años viviendo en México haciendo la Maestría Ejecutiva mientras trabajaba en la misma escuela. Lo que significó para mí el IPADE no tiene fácil explicación y no trataré de hacerlo hoy. Sencillamente me cambió tanto que, mi vida profesional la divido en pre y post IPADE. Esto es una experiencia que la han “padecido” muchísimas personas, no sólo mía; así que no estoy diciendo nada fuera de lo ordinario. Como decía el fundador del IPADE, “damos liebre por gato” (el dicho al revés).

 

Regresar en 1999 a Guatemala fue también muy fuerte. En los dos años que había estado fuera el Centro de Formación Profesional Tayasal prácticamente había devenido en lo que es ahora, la Unis Business School (UBS), una escuela similar al IPADE -en pequeño- donde se estaba por empezar a dar maestría en dirección de empresas. Los primeros años de mi retorno a Guatemala fueron años duros, complicados que terminaron, para mí en 2003, cuando renuncié a mi puesto de Director Académico de la UBS.

 

A partir de ese momento sólo me he quedado dando clases en la Escuela; cosa que procuro hacer con gusto y dedicación. Siempre he de agradecer a la Escuela y a sus directores, por facilitarme una oficina y todas las atenciones que han tenido conmigo.

 

Aunque no tenga un contrato laboral permanente con la Escuela (la “Bisnes” como alguno le dice), me siento ligado permanentemente con ella. A los pocos meses de mi llegada a la sede del Géminis 10 en julio de 1990, nos trasladamos al “nuevo” edificio, que se construyó con mucho esfuerzo de gestiones económicas y, también -como decía el contador de la escuela en ese momento-, con todo el capital de trabajo neto. Ese edificio ha sido mi segunda casa en Guatemala en los últimos 30 años. He pasado muchas horas allí trabajando, preparando clases, dando clases, haciendo consultoría, teniendo reuniones de Consejos de administración. Y principalmente, viendo a personas: a nuestros participantes, a posibles participantes, y de manera especial, viendo a las personas que han trabajado allí.

 

De cuando llegué a la escuela en 1990 sólo queda Doña Lucy, quien, día a día, con una constancia proverbial nos ha ayudado a tener limpias las instalaciones de la Escuela. Los demás ya no trabajan en la escuela o se nos han anticipado al último gran paso por el que todos pasaremos. Entre estos últimos recuerdo especialmente a Ronald, quien un desafortunado accidente truncó su vida. Doña Aidé, doña Goyita, Juan Roberto, Don Adam, Don Mario, Hugo, Héctor, … Otros que todavía están por aquí y que han ayudado mucho con su trabajo a la escuela: José María, Leonel, Sergio, Jorge Luis, Alex, Luis Alberto, Miguel, Rafa, Carlos Humberto, Maité, Miguel (otro), … o aquellos que todavía siguen en la escuela y que cumplirán 30 años pronto como Mingo y Henry (a mi querido amigo Henry le faltan unos cuantos años, pero podría incluirlo dentro de los inventariados en la Escuela).

 

Mención aparte merece Doña Auris. ¿Qué decir de ella? Quizá lo más fácil es decir que me adoptó como su hijo grande, y hablaba con frecuencia con la Niña Margothita (mi mamá, que se nos acaba de ir al Cielo) para darle el reporte de cómo me portaba. Nunca podré agradecerle a Doña Auris todo lo que hizo por mí en los 25 años en que coincidimos en la Escuela. En estos días su esposo está muy mal de salud y hemos estado rezando para que se recupere.

También mención especial merece mi compañero, colega, compadre y amigo Alejandro, quien en los múltiples años que trabajamos juntos tuvimos muchos desacuerdos que siempre terminaban bien. Hoy me une a él y a su esposa Miriam (mi prima) lazos de profunda amista y cariño… y también mucho cariño a sus tres hijos.

 

De los participantes prefiero no mencionar a ninguno porque son tantos y tan queridos que faltaría a la justicia si no los mencionara. A todos les agradezco sus enseñanzas (de todos he procurado aprender algo siempre) y les pido perdón cuando no supe hacerlo bien.

 

Desde septiembre de 1999 al 8 de julio de 2020 he dado 1365 sesiones. Entre 1990 y 1997 no llevé control exacto de las sesiones, pero calculo haber dado unas 140 sesiones en total, con lo que las sesiones que he dado en la escuela en toda mi vida sobrepasan las 1,500. Hace unos años me celebraron las 1,000 sesiones en la escuela (de las que llevo constancia) que casi coincidieron con la celebración de las 2,000 en el IPADE.

 

Se me vienen a la cabeza tantos recuerdos de estos 30 años que ya no me alcanzaría este post para ponerlos. La verdad sólo quería festejar este onomástico y agradecer a todos los que me han ayudado en estas tres décadas. Y por supuesto, gracias a Nuestro Señor que me ha permitido conocer y tratar de ayudar a tantas personas.

 

Que Dios los bendiga a todos.