Orondo

Hace unos días, en un rato de plática informal con varios colegas, hubo uno que nos contó una historia personal, comenzando con estas palabras… “iba yo, todo orondo”.

Me reí por dentro y sonreí por fuera, pues la palabra ‘orondo’ es una de las que he ido guardando para usar en algún momento, ya sea en este blog o en alguna conversación.

Me encanta la aplicación de la Real Academia Española (RAE), y desde que existe, consulto más palabras a la semana que lo que consultaba en el libro físico en un año.

Aunque he de reconocer que el diccionario que usaba era el Pequeño Larousse, que era más cómodo y accesible que el enorme de la RAE.

Cuando aprendí la palabra «orondo», me quedé con el primer significado que trae la RAE. “Dicho de una vasija: de mucha concavidad, hueco o barriga”.

Y esta primera acepción de orondo tiene que ver con la cuarta, que se aplica la palabra, por similitud, a una persona “grueso, gordo”.

Con esta definición en mi mente, oí a mi buen colega, referirse a sí mismo como “iba yo, todo orondo”, me lo imaginaba más repuestito de lo que está ahora.

(Abro un paréntesis para aclarar que en México se usa un eufemismo para decirle a los hombres que están gordos… y ese eufemismo es que te dicen, con cariño, delicadeza y duplicando los diminutivos, “estás un poco repuestito”)

Cuando terminó de contar la anécdota, acudí nuevamente a la App de la RAE para confirmar si había alguna definición de orondo que fuera una manera correcta de usarse como mi culto colega lo había hecho.

Porque he de decir que mi colega es una persona muy culta, con sendos títulos de filosofía, con muchos años de experiencia en la academia. Tengo en mi orgullo haber sido su alumno también.

He de decir, que se le da espectacularmente el arte. Este colega dibuja genialmente -es un gran caricaturista-; pinta de maravilla; toca el acordeón y sabe mucho de música, de cine… en fin, es una caja de monerías.

Así que, viendo el currículum vitae de mi colega, maestro y amigo, supuse que había usado la palabra adecuadamente.

Así que, confiando en su cultura fue que volví al antiguamente llamado “amansaburros”.

Y efectivamente, tiene una acepción que encajaba perfectamente con lo que mi colega venía diciendo.

“Lleno de presunción y muy contento de sí mismo” es la acepción de la palabra orondo, que se usaba en la conversación, que, además, coincidía con el gesto que había hecho cuando describía cómo iba entrando a un lugar, con gran presunción.

Efectivamente el orgulloso, el vanidoso, el presumido, el soberbio, está hinchado por dentro, está orondo.

Y como dice la definición, también está hueco por dentro. Y lo que es hueco por dentro, se rompe más fácil o de se desinfla rápidamente.

Eso, además, pasa con todos los orondos que caminan por la vida soportando la existencia de los demás. A veces les llaman “perdonavidas”.

Todos tenemos algo -o mucho- de orgullo, vanidad, presunción, soberbia, o cualquier otro epíteto que indique esa ‘orondez’ artificial que a veces nos pega.P

Objetividad externa e interna

La objetividad en el análisis de una situación nos lleva a evitar cegarnos ante cosas que nos puedan afectar un diagnóstico “real” de esa situación particular y única.

Junto con la objetividad externa -por llamarla de una manera- también está la objetividad interna. Que en palabras más comunes podemos llamar humildad.

Carlos Llano escribió todo un libro referido a esta virtud, “Humildad y liderazgo”, y cómo esta virtud tiene que ser propia del director de empresas.

Llamó mucho la atención cuando publicó ese libro, porque quizá donde más fácilmente pueden darse orondos es en el ámbito empresarial.

Aunque quizá me he equivocado en la afirmación anterior, pues hay otros ámbitos donde este defecto de hinchamiento de la vanidad-soberbia-orgullo-presunción es mayor: pienso los ámbitos de los artistas, de los deportistas, de los políticos, de los científicos, de los influencers, etc. (ya no quise poner aquí, de los profesores, sólo para respetar al gremio).

Realmente deberíamosdecir que todos los seres humanos estamos proclives a la ‘orondez’ de nuestra vida.

Así que lo lógico es que pensemos que la tenemos y que debemos esforzarnos por evitar que lleguemos a grados de ‘orondez’ que ni nosotros mismos nos podamos soportar.

La objetividad personal -humildad- es más valiosa que andar por la vida siendo un orondo cualquiera.

Así no perdemos el piso en el trabajo y en la vida. Podemos pensamos en los demás y no en nosotros mismos. Tendremos capacidad de aprender y de enseñar.

Por otro lado, por muy orondos que seamos, tarde o temprano se pinchará y no nos servirá de nada.

(No sé si está correcto poner la palabra ‘orondez’; precisamente por eso, la he puesto entre comillas simple)