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Rossell y el “Esquema de Rossell”. El hombre que marcó un hito en mi vida.

 

En 2017 escribí un post que titulé “El IPADE me robó el corazón”. Tomaba esa frase de Carlos Rossell Álvarez para hablar de la celebración de los 50 años de esta escuela.

 

Retomo esa frase “El IPADE me robó el corazón” para hablar del prohombre que fue Carlos Rossell, pues hoy, 31 de agosto, a las 4 de la mañana hora de México dio su último latido el corazón de este economista y doctor en filosofía, profesor fundador del IPADE, quien fue también el fundador y primer director del área de Finanzas del IPADE.

 

Desde que recibí la noticia de su deceso, he empezado a traer a la memoria algunas anécdotas de su vida, que oí directamente de él; o bien, situaciones en las que tuve que ver directamente, y que también quiero aquí recordar.

 

Conocí a Carlos cerca de 1991, cuando visitó Guatemala para dar un curso de Ingeniería Financiera en la Escuela de Negocios donde yo ya trabajaba desde hacía un año (era un jovencito de 26 años). Estuvo unos días dando ese curso-seminario, y coincidí mucho con él. Tengo muy vivo el recuerdo de que, aprovechando su visita, me entrevistara para ver si lograba entrar al Máster de tiempo completo del IPADE, idea que yo tenía por aquellos días. La entrevista fue en un ambiente de cordialidad y confianza, pero muy profesional, por no decir que fue una entrevista dura para mi poca experiencia que tenía en negocios. Fue tan interesante esa entrevista que recuerdo perfectamente varias de las preguntas que me hizo y de las situaciones que me puso, que luego yo mismo he usado esas preguntas para entrevistar a candidatos a esa misma maestría. Creo que nunca le conté a Carlos que usaba tres de sus preguntas para esas entrevistas.

 

Ese plan de ir a estudiar la Maestría de tiempo completo en México no fructificó por diversas situaciones. Dios tiene sus planes y en esa ocasión eso falló. Viéndolo en perspectiva, fue lo mejor que pudo pasar, ya que a inicios de 1997 viajé por segunda vez al IPADE (había estado un año antes por primera vez) y allí tuve la suerte de volver a platicar con Carlos Rossell. En esta ocasión, me llevó a platicar con él mi querido y buen amigo y colega Oscar Carbonell. En esa plática con Carlos quedamos que, si me aceptaban en la Maestría en Dirección de Empresas para Ejecutivos con Experiencia, él me podría dar trabajo en el área de finanza del IPADE mientras transcurría la maestría.

 

Aquella sencilla y cordial plática con Carlos fue el inicio de mi aventura mexicana, como me gusta llamarla; más bien, fue el inicio de esa aventura, que no ha terminado, ni terminará nunca. Pocos meses después dicha conversación, estaba ya en el IPADE -eso sí, después de haber cumplimentado todos los requisitos necesarios- estudiando la Maestría Ejecutiva y trabajando en el área  de finanzas del IPADE calificando, yendo a clase para asistir a los profesores,  ayudando a los profesores para hacer acetatos (todo un arte en aquella época), etc.

En esos dos años conviví más con Carlos Rossell. Ya por esos días Carlos había empezado a sentirse mal de una enfermedad que al final fue diagnosticada como Parkinson, que le fue minando la salud durante estos últimos años. Precisamente su enfermedad -y otras circunstancias que no vienen al caso- fueron ocasión para que en mayo de 1998 diera mi primera sesión en el IPADE, más específicamente, en Torreón. Para que Carlos se decidiera a darme esa oportunidad, conté con la ayuda invaluable -nuevamente- de Oscar, quien no sólo sorteó los óbices que Carlos tenía, sino que además me ayudo enormemente a preparar esa sesión.

 

Las cosas que suceden en la vida a veces pueden ser significativas. Como me decía mi buen amigo y consejero Alejo, “en ese inicio y final de tus clases está Carlos presente”; después se corrigió, y me dijo “en esos dos hitos está él presente”, haciendo mención de que la primera sesión que di (y que son las que llevo contabilizadas), estuvo presente Carlos Rossell; y la sesión 4,000, que daré hoy, también ha estado presente Carlos.

 

Sobra decir que de Carlos aprendí muchísimo. A él le vi por primera vez el esquema que luego bautizamos con mi colega Lorenzo como “El esquema Rossell”, un esquema simple y que te ayuda a entender todas las finanzas… bueno, ayuda a entender cómo se estructuran las finanzas.

 

(Hace un tiempo escribí un post donde explicaba este esquema)

 

Cuando en 2005 publicamos nuestro primer libro en coautoría con Lorenzo, quisimos con él, hacer un homenaje a Carlos Rossell, precisamente, nominando ese esquema con su apellido. Aquí, por alguna razón, hubo un malentendido con Carlos, que me dolió muchísimo. No entro en detalles que no vienen al caso; es más, no escribiría de esta discrepancia si esto no tuviera un final feliz y ejemplar. Pues algunos años después, Carlos, ya con un hilo de voz (el Parkinson le dificultaba hablar) me pidió perdón y disculpas por dicho malentendido. La verdad, quedé admirado de su humildad y sencillez por tener ese detalle conmigo, a pesar de que no era necesario que lo hiciera. Se lo agradecí de todo corazón y desde ese día explico con más ilusión el Esquema Rossell, recordando a ese gran hombre, que me ayudó mucho.

 

No soy quien, para poner más cosas de la vida de Carlos, pues hay muchas personas que lo conocieron mucho mejor que yo, y que tienen muchas anécdotas sobre él. En mi experiencia diría que Carlos era un hombre constante y tenaz. Durante su enfermedad escribió dos libros, sin dejarse doblegar por las limitaciones, que le provocaban su enfermedad.

 

Quiero terminar este post de agradecimiento volviendo a contar la anécdota que le oí en primera persona. Carlos tenía 25 años cuando empezó el IPADE. Su tocayo Carlos Llano le encomendó que diera la primera sesión para el primer grupo de empresarios que iniciaría el IPADE. Por supuesto que Carlos se empeñó en preparar esa sesión como nunca. Los nervios estaban a flor de piel, pues en el grupo había empresarios de prestigio, mucho mayores que él. En fin, que el pobre estaba hecho un mar de nervios. Encima de todo, pocos días antes de este evento, haciendo unos ejercicios físicos, se cayó y se rompió el coxis (la colita como se dice habitualmente). Así que la primera sesión de todo el IPADE, la dio Carlos temblando de miedo y con dolor… y contaba que al inicio de la sesión pidió la palabra el empresario “más picudo” (como dicen en México) de los allí presentes. Y más o menos dijo “esta empresa tiene este problema y lo que tiene que hacer es tal y cual otra cosa”. Carlos rememoraba que ese había sido uno de los momentos más duros de su vida, porque por dentro pensaba “Dios mío, el IPADE no ha nacido y ya se está terminando; con lo que está diciendo este hombre, la sesión se acaba ya, y con ella el IPADE; ni ha nacido y ya está muerto”. Mientras pensaba esto, sudaba por todos los poros. Pálido por el stress, preguntó si alguien quería comentar algo con relación a lo que acababan de oír. De repente se levanta una mano -alivio para Carlos- y ese personaje dice “yo no estoy de acuerdo con lo que acaba de decir fulano porque…”. A Carlos en ese momento le volvió el color al tiempo que pensaba “sí, ha nacido el IPADE”.

 

Quería haber terminado con esa anécdota, pero mientras la escribía me recordé la vez en que me pasó una cosa similar -guardando las distancias- en una sesión. Luego se lo comenté a Carlos, y me dijo: “qué bueno que te pasó algo así. Siempre es bueno aprender, y estar dispuesto a rectificar y a mejorar. Sácale jugo a ese tipo de situaciones”.

 

Que goces de Dios Carlos. Y que te acuerdes de nosotros que quedamos en esta tierra, para que algún día podamos acompañarte en esa alabanza y adoración a Dios bendito por los siglos.