Escuchaba hace unos días una historia, que no he podido verificar.
Contaban de un matrimonio mayor que llegaron a un hotel en Filadelfia, a finales del siglo XIX.
Pidieron habitación y el encargado les dijo que no había ninguna habitación libre, porque había varios congresos a simultáneo y todo el hotel estaba ocupado.
Además, los hoteles cercanos también estaban a rebosar.
Cabe decir que estaba lloviéndo a cántaros.
El encargado le dijo al matrimonio que no les podía dejar que se fueran con ese clima tan atroz, así que les ofreció que usaran su habitación.
Les dijo que no tendría todas las comodidades como las que tenía el hotel, pero que podrían pasar la noche.
El matrimonio se negó rotundamente, pero ante la insistencia del hotelero, el matrimonio aceptó pasar la noche en la habitación de quien les atendía.
Este buen hombre, con un gran espíritu de servicio, les había convencido diciéndoles que él no iba a poder dormir esa noche por el trabajo que tenía, así que podían usar su habitación.
A la mañana siguiente, habiéndose resuelto el tema de las inclemencias metereológicas, el matrimonio se despidió de su hospedador, muy agradecidos y diciéndole algo así: «si yo tuviera un hotel, lo contrataría a usted para que lo administrara».
Pasados algunos años, el hombre de Filadelfia recibió un billete de tren para que se presentara en Nueva York.
Su sorpresa fue encontrarse con su huésped de unos años atrás, que le estaba enseñando el hotel que estaba construyendo.
Le dijo: «este hotel es para que usted lo administre». El hombre, de nombre George Boldt, no se lo creía.
Pero al fin, don William Waldorf Astor le dijo que era en serio y que él sería el Gerente del Hotel Waldorf. (Con el tiempo se uniría al hotel de su primo, el Astoria, para dar así el nombre al Waldorf-Astoria).
Servicio con Talío
Unos días previos a escuchar esta simpática anécdota había estado rebotando al frontón con mi amigo Talío.
Le había contado una anécdota de una persona que había ayudado a otra, totalmente desinteresadamente.
Luego de unos años, el recipiendario de esta ayuda, estaba, a su vez, ayudando al desinteresado donante.
Cosas que suceden en la vida.
Y Talío me citaba a su abuela, que le decía: «Ayudar a las demás personas solo por querer hacerlo son pagarés firmados por Dios».
Ayudar sin esperar nada a cambio.
Y más adelante, en nuestra «sesuda» conversación, Talío me decía: «Siempre he creído que lo que das desde el corazón, te regresa -multiplicado- de diferentes maneras».
Servicio versus servicio
Vivimos en un mundo donde lo transaccional puede privar sobre el servicio.
O bien, donde el servicio también es bien pagado, bien remunerado.
También tiene lógica que paguemos los servicios: a nadie se le ocurre que un abogado nos prestara sus servicios de manera gratuita (pro bono o ad honorem) como dicen.
No me estoy refiriendo a ese tipo de servicio.
Me estoy refiriendo a un servicio dado desinteresadamente a una ayuda que, en justicia, no tiene por qué darse.
Recuerdo, hace muchos años, como un buen amigo, recibió ayuda de una persona para realizar todos los estudios de medicina.
Mi amigo, el médico, -bueno, realmente debería decir, brillante médico- había estado a punto de dejar de estudiar por problemas económicos.
Y, cosas de la vida (casualidades, providencia divina o diosidencia), hubo una conexión de tal manera que mi amigo Estuardo pudo recibir una ayuda que le permitió completar sus estudios de un buen seguidor de Galeno.
Por eso me encantó la frase de la abuela de Talío: «es un bono firmado por Dios»… es un bono que paga: aquí o más adelante… pero el pago está asegurado.
Dar de sí antes de pensar en sí.
Prácticamente mi papá se inscribió al Club Rotario por la época en la que yo nací.
Y, como era don Rolando, fue cumplidor cabal del espíritu rotario y fue obteniendo varias distinciones.
Y en casi todas esas distinciones, tenía uno de los lemas de los Rotarios.
Que por tener una redacción extraña -para mi mentalidad de niño- me lo aprendí rápidamente:
«Dar de sí, antes de pensar en sí«.
Siempre me ha encantado, porque lo vi hecho carne en Don Rolando.
No porque sea mi papá, pero tenía este lema muy metido en el corazón en todo lo que hacía.
Y, como era comprar bonos firmados por el Jefe de Jefes, Éste, se lo pagó con generosidad aquí y, tengo la esperanza, de que también allá.
Se beneficia más quien mejor sirve
Para «colmo de buenas», el segundo lema de los Rotarios va por la misma línea.
Aunque quizá pueda sonar más egoísta, pero es la realidad.
Siempre, darse al servicio de los demás, es seguridad para recibir el pago del bono firmado por Dios.
Sucede como cuando uno enseña algo: es cuando más se aprende.
El que sirve, se entrega a los demás, deja de lado el egoísmo, la vanidad, el pensar en sí, para dedicarse a pensar en los demás.
Y, paradojas de la vida, el que sale más beneficiado es quien se da por entero a los demás.
Morir para vivir… Servir para ser feliz…
Alguna vez he escrito en este blog aquello que le oí a un amigo: «ya me aburrí de mí mismo», ya estoy harto de pensar sólo en mis cosas y en buscar mi felicidad.
La felicidad se encuentra en los demás, sirviendo a los demás.
Hay más felicidad en dar que en recibir.
PS1. Este post lo escribí -sustancialmente- unos días antes de su publicación, el 9 de junio de 2022. Por diversas ocupaciones, (un caso nuevo que preparar, viajes por diversos lados), lo dejé estar más de una semana.
Por esas diosidencias, mencionadas arriba, hasta el día de hoy he logrado revisar, completar y afinar el texto.
Y hoy es el aniversario del fallecimiento de mi querido papá, don Rolando Duarte F., de quien he escrito algunas pocas palabras de homenaje aquí.
PS2. Entre mis lectores consuetudinarios, ya voy encontrando a varios que les gusta la fotografía «sin filtros». Así que ahora puse una foto de mi alumno-amigo Carlos… Muchas gracias Carlos por compartirla. Lo único malo, es que no tiene mucho que ver con el tema, pero… es preciosa la foto