25 años en el IPADE

El 27 de agosto de 2022 cumplo 25 años de haber viajado a Ciudad de México para iniciar una aventura de aquellas que son un hito, que marcan la vida: un parteaguas.

Al día siguiente, 28 de agosto de 1997 llegué por primera vez a trabajar al IPADE.

(En 2015 publiqué un artículo semejante por mis 25 años en la Escuela de Guatemala)

Preparación

Me trasladé a Guatemala (desde mi San Salvador natal) a finales de 1982 para estudiar la carrera universitaria en ese país, que luego me adoptaría.

Entré a la Universidad de San Carlos de Guatemala a estudiar la Licenciatura en Matemática Aplicada en la Facultad de Ingeniería.

Siendo pocos alumnos y pocos profesores, fue una epopeya terminar esa carrera.

Depués de pasar la mitad de la carrera, me di cuenta de que no era algo a lo que quisiera dedicarme toda la vida.

Demostrar teoremas y pasarme varias horas o días demostrando algo que ya se había demostrado, no me parecía atractivo.

Y aunque amaba y amo la matemática, vi que no iba a ser para mí eso.

Así que decidí concluir la carrera y buscar algún otro derrotero al terminar ésta.

Con la herencia de Don Rolando, un buen empresario, y el ejemplo de mis hermanos, vi la posibilidad de dedicarme a algo relacionado con los negocios.

Unos años después de finalizar estos estudios empecé a trabajar en una pequeña escuela de negocios en Guatemala, que en aquella época se llamaba «Centro de Formación Profesional Tayasal».

Allí empecé a dar algunas clases -después de tener 7 años de experiencia docente en un colegio y en la Universidad de San Carlos-.

Y allí descubrí que las finanzas son como la matemática pero con un símbolo de moneda enfrente.

Y me empecé a especializar en esta rama de la microeconomía.

Intenté, sin éxito, trasladarme a estudiar una maestría de tiempo completo a España y al IPADE en México.

Por diversas razones, esas oportunidades no fueron viables, y me quedé esperando la oportunidad de ir fuera.

Óscar Carbonell

Aquí aparece mi buen amigo y colega Óscar Carbonell.

Un día, quizá a finales de 1995 recibí una llamada desde México, de parte del Ingeniero Carbonell.

Me decía que el Doctor Carlos Rossell, profesor del IPADE le había dado mi contacto para hablarme y decirme que venía a Guatemala a promocionar el Máster de tiempo completo del IPADE.

Le ofrecí mi ayuda, que al final se concretó en ir a recogerlo al aeropuerto y llevarlo al hotel.

Llegué con mi Nissan Sunny sin letrero, pues me dijo que lo reconocería por los casi dos metros que media.

Así fue, le llevé al hotel y casi no hice nada más por él.

Pero fue el inicio de las relaciones de nuestra escuela con el IPADE.

El gran Óscar

Al año siguiente, 1996, cerca de agosto, nos invitaron al Claustro de Profesores del IPADE.

La reunión anual de profesores, que se realizaría en Toxi, una casa de convivencias cerca de Toluca.

Fuimos a esa actividad Luis Alberto Amaya y yo.

Luis Alberto, era a la sazón, el Director de la Escuela de Negocios en Guatemala, que ya se llamaba «Escuela de Negocios Tayasal».

Fue mi primer viaje a México desde 1970: habían pasado 26 años desde que en agosto de 1970 -con 5 añitos de vida- había viajado por este maravilloso país con mis papás y hermanos.

Fue impresionante aterrizar de noche en México Distrito Federal -como se llamaba entonces- y ver aquel mar de luces que no terminaba nunca.

La verdad es que el DF impresionaba e impresiona todavía: a mí, me apabulla.

La cosa es que al día siguiente llegamos al IPADE -a abrir la boca, se diría en lenguaje coloquial- y luego nos trasladamos al Toxi.

Allí estuvimos unos días, conociendo a los profesores y participando en los temas del Claustro que versaba sobre la ética.

Nos encantó.

E hicimos contactos.

El Director del IPADE, Sergio Raymond-Kedilhac, nos atendió muy bien, y nos permitió invitar a más profesores del IPADE a dar clases a la Escuela en Guatemala.

Examen y entrevista

Así que a partir de esas fechas, los viajes de profesores del IPADE a Guatemala fueron más frecuentes: llegaron Ernesto, Enrique, Joan -quien ya llegaba desde antes-, Rubén, Carlos, y algunos otros.

Entre agosto del 96 y mayo del 97 fue cuajando una idea.

¿Por qué no estudiar el Medex?

El Medex es la Maestría en Dirección de Empresas para Ejecutivos con Experiencia que tiene el IPADE.

Era un producto relativamente nuevo en ese Instituto, pues en 1997 iba por su séptima generación.

Lo hablé con Óscar, a quien le pareció bien la idea.

Lo clave era conseguir que el IPADE me becara para estudiar esa maestría.

La beca era compensada por trabajo en la escuela.

Óscar lo vio con Carlos Rossell (QEPD), Director del Área de Finanzas, y con Lorenzo Fernández Alonso, quien era el Secretario General.

Lorenzo me ha contado que Óscar llegó a decirle: «es un joven de la escuela de Guatemala, que se ve buena gente»… o algo similar a esto.

Al final Carlos o Lorenzo lo vieron con Sergio Raymond-Kedilhac Navarro (QEPD), el Director General del IPADE.

Sergio dio el banderazo de salida, así que hice el examen de admisión para el IPADE.

Tengo que reconocer, que desde la llegada de Óscar en 1996, yo había administrado el examen de admisión para la Maestría de tiempo completo del IPADE, que también se usaba para la admisión del Medex.

Es un examen con muchas partes, de selección múltiple la mayor parte…

Así que conocía el examen de pies a cabeza, porque mientras los muchachos hacían el examen, yo también lo resolvía en mi interior.

(De hecho, ese año de 1997 contó con tres guatemaltecos entre los Máster de tiempo completo: Jose, Ceci y Rodrigo).

Así que le dije a las autoridades del MEDEX que yo conocía el examen y que no me parecía ético hacerlo.

La respuesta fue muy sencilla: «¿Conoces las respuestas correctas?».

Dije que «no».

«Entonces puedes hacerlo sin problema».

Estuve tentado de auto-administrármelo yo solito.

Pero vencí la tentación y le pedí a una persona de mi escuela que me lo administrara.

Y vaya que sí me exigió el cumplimiento de los tiempos (es un examen contra tiempo).

Recuerdo que la pregunta más difícil (espero no hacer un spoiler), era una de construir una definición de «Burocracia» o «Corrupción» (me parece), y te daban unas 15 palabras y tenías que usarlas todas.

Los resultados del examen fueron satisfactorios y después de haber cumplimentado la solicitud de admisión, venía la entrevista.

Recibí en mi casa de Guatemala a Rubén, Profesor del IPADE que nos visitaba en la escuela.

Me parece que lo invité a almorzar (comer) y después se quedó entrevistándome en la sala de mi casa.

No sé si hay algún otro caso donde el entrevistador ha estado en «cancha ajena», de «visita»; pero así fue… me entrevistaron para el Medex en la sala de mi casa.

Por lo visto, todo salió a pedir de boca.

Y algunos días después recibí la carta de admisión al programa Medex del IPADE en la Ciudad de México.

Jamás me imaginé, en ese momento (ni en tiempos posteriores) cómo esa aceptación me cambiaría la vida.

Sólo faltaba la solicitud formal de beca por trabajo en el IPADE.

El querido, respetado y admirado don Adam Praun Twarnosky (QEPD), Presidente de mi Escuela le dirigió a Sergio Raymond una carta donde solicitaba lo indicado, una vez había sido aceptado en el programa.

También a los pocos días, recibimos de Sergio la respuesta afirmativa a la solicitud.

Quedaba entonces, hacer los preparativos para dejar dos años Guatemala y trasladarme a México.

Viaje

La preparación del viaje fue intensa.

Por un lado tenía que dejar cosas del trabajo; allí me sustituyó el buen Henry, con quien me unía, ya por entonces, una buena amistad, que no ha hecho más que crecer con los años.

Tuve que vender mi carrito «jumilde» como digo yo.

Resolver muchos temas personales.

Y resolver el tema del financiamiento, porque el IPADE no me pagaría; aunque tampoco me cobraría.

Pero debería de comer y comprar uno que otro «trapito» para estar bien acicalado mientras trabajaba en la mejor Escuela de Negocios de América Latina (Auctores disputant).

Así que Don Rolando me apoyó con mi manutención, especialmente el primer año.

Compré una computadora portátil (no tenía hasta entonces), una impresora (nunca averigüé por qué la compré), ropa para frío (aunque no me esperaba el frío que me topé), y el boleto de ida.

Recuerdo el día miércoles 27 de agosto de 1997 por etapas…

Mi último día en Guatemala y me lanzaba a una aventura, a algo quasi-desconocido.

Mi última aventura de esta magnitud había sido mi traslado a Guatemala 15 años antes.

Almorcé con unos buenos amigos.

A la tarde llegué con mis maletas y mi caja de impresora nueva, al mostrador de Aviateca (la línea aérea de Guatemala).

No caminaba la cola.

Y resultaba que se les había ido el sistema y estaban chequeando manualmente.

Las «colillas» del equipaje tenía unos hules (ligas) que se ponían en los agarraderos.

Estas colillas tenían ya impreso el nombre de la ciudad de destino.

Ese sistema estaban usando, porque el electrónico (que era reciente) no funcionaba.

Al final el vuelo salió como una hora tarde.

La llegada al Magno Distrito Federal esa misma noche fue después de dar algunas vueltas por la ciudad: iba viendo cómo el avión daba una y otra vuelta sobre aquella isla de luces.

El nervio de poner los pies en la que sería mi ciudad de residencia durante dos años se me notaba.

Esperar maletas fue con la emoción de siempre, con la esperanza de que maleta no fuera para a Tanganica.

Por supuesto que los queridos jóvenes de aduanas me indicaron que revisarían todo mi equipaje.

Después de las largas horas de preparación de la maleta, ésta casi expulsa la ropa.

Revisaron todo, incluyendo la apertura de la caja de mi nueva impresora (que dicho sea de paso, la usé muy poquito y a los pocos meses la dejé en la casa para que ahí se usara… así ya cierro el capítulo de mi impresora).

Al fin, después de un par de horas de retraso, salí.

Esperaba encontrar a mi amigo-quasicolega Óscar con sus dos metros de altura esperándome, como me había dicho que estaría.

Pues no encontré a nadie de ese tamaño y los nervios empezaron a apretar más.

En eso veo a un par de jóvenes con un letrero con mi nombre.

Me presento. Eran Daniel y Juan Carlos, los dos asistentes del Área de Finanzas a quien Óscar había mandado en su lugar, pues había tenido un inconveniente con su bebé y había tenido que salir para su casa.

(Hago un paréntesis. Juan Carlos uno o dos años después estudió el Máster de tiempo completo del IPADE (MEDE) y no he vuelto a verlo en muchos años. Dani, por su parte, dejó el IPADE también uno o dos años después. Luego de varios años regresó al IPADE a hacer el Medex, donde tuve oportunidad de volver a compartir con él y darle clases. Si algún día llegan a leer este texto ambos, quiero decirles que siempre guardo un profundo agradecimiento por haberme ido a recoger al aeropuerto aquel día de agosto de 1997).

Daniel y Juan Carlos me llevaron a Buenavista 40 de la Colonia Echagaray, al noroeste de la Ciudad.

Allí me esperaba Beto -ya muy noche-.

Buenavista, es una residencia para profesionales (profesionistas) entre los que vivían varios profesores del IPADE.

Al día siguiente, después de desayuno salí para el IPADE haciendo de Cicerone el Licenciado Arturo Picos (ahora Doctor).

IPADE

Mi llegada al IPADE fue muy emocionante.

Rápidamente fui conducido a la oficina de Óscar, quien amablemente me cedió un poquito de su pequeño espacio, para que me acomodara en su oficina.

Nunca pensé que iba a ser un año completo que me daría posada allí.

A los pocos días ya tenía una medio mesa para la compu y un poco de espacio para mis cosas en la librera.

Me habían dado mi mail (que también cumple 25 años).

En esa época no se había habilitado el dominio «alumni»; tampoco di a conocer mi primer nombre, Francisco, así que mi mail quedó como jduarte@ipade.mx

También había conseguido conexión de red, que era una novedad para mí.

Las comunicaciones con Guatemala y El Salvador eran más frecuentes con los mails, aunque aun no existía ni el Skype, ni mucho menos el Zoom o el WhatsApp.

Oscar me fue presentando durante las comidas a los profesores y yo hacía mi introducción sobre la razón de mi estancia en el DF.

Fui a saludar a Sergio, a quien agradecí su apoyo para hacer el Medex; y siempre se lo agradezco mucho.

Allí me asignó mis responsabilidades de trabajo: ayudar en la página Web con Gabriel y en el MEDE, además de ayudar al área de Finanzas.

Por supuesto que estuve con Carlos Rossell quien en su momento me presentó con los profesores de Finanzas.

Por esos días conocí a Lorenzo (bueno, ya lo conocía, pero nunca nos habíamos saludado); Lorenzo ha sido una persona «crucial, clave, fundamental, trascendental» en mi vida profesional y en mi vida personal por la amistad que me une con él y su familia. Entre otras soy padrino de cariño de su hijo Lorenzo (no pude serlo oficialmente, pero es mi ahijado).

Conocí a Angel, un grande de las finanzas. A Chuchín, quien estaba recién llegado y trabajó pocos años en el IPADE. Y a José Antonio, quien en aquella época estaba en el área de finanzas. No recuerdo si había algún otro profesor de esta área, pero creo que eran todos.

En pocas semanas ya me manejaba con soltura entre ese IPADE, que podría considerar que era de tamaño mediano, si lo comparo con las dimensiones actuales.

En esa época había dos grupos de Máster de Tiempo Completo (MEDE) en cada año; dos grupos de Máster Ejecutivo en México (Medex), uno en Monterrey (la segunda generación en esa sede) y otro en Guadalajara (la primera generación de esa sede).

Tanto en Monterrey como en Guadalajara se tenía el Medex cada dos años.

Y programas de perfeccionamiento sólo había un AD2 en México y, me parece recordar que dos D1 (puede ser que tres). En Monterrey y Guadalajara también tenían un AD2 (me parece que era cada dos años) y con suerte un D1.

Y creo confiar que la única sede foránea que había era Torreón, que tiene su encanto para mí, de manera personal.

Medex

Ese día jueves 28 de agosto, por la tarde, el viernes también por la tarde y el sábado por la mañana tuvimos unos propedeúticos de Contabilidad y Finanzas.

Allí nos dió las primeras sesiones (clases) Julián Sánchez y luego Lorenzo.

Ambos profesores eran jóvenes, un poco menores que yo.

Por ese entonces, yo frisaba los 33 años; es decir, tenía 32 años.

Jóvenes, pero con muchas horas de vuelo en el aula.

Como yo tenía algunas horas de vuelo también en aulas (no tan grandes ni tan exigentes como las del IPADE), me fui proyectando en cada profesor.

Aprendía modos, maneras de actuar, de salir de embrollos, de torear a los participantes (alumnos) que «exigían» más del profesor…

Julián y Lorenzo fueron esos primeros de quien fui aprendiendo.

Luego de dos años, podría decir que aprendí de todos.

De la mayoría, cosas muy buenas; y de pocos -lamentablemente- cosas que no debía hacer en el aula.

Recuerdo que después de las primeras sesiones con Julián me dirigí a él y le comenté que estaban duros los ejercicios, o algo de esa índole.

Julián la soltó una frase, que a distancia de 25 años, sigue aplicando: «bienvenido al IPADE»…

Óscar me comentó que Lorenzo nos daría sesiones el sábado.

Aunque él iba a estar listo, porque la esposa de Lorenzo -luego supe que se llama Mina; bueno le dicen Mina-, estaba por dar a luz.

Jamás se me hubiera pasado por la cabeza que aquel niño que estaba por nacer -nació el 9 de septiembre- iba a ser bautizado como Santiago.

Y que casi 25 años después iba a jugar Padel con él (ya siendo abogado), con su papá y con su novia.

El Menda, Santi, Dany y Lorenzo, en julio de 2022, en un receso de un juego de Padel Tenis.

Al final Lorenzo sí nos pudo dar las sesiones del sábado. Le felicité por el próximo nacimiento de su hijo.

Allí me enteré que era el 4to de ellos. Las dos grandes, Maribel y Susy actualmente son unas maravillas de esposas, madres y trabajadoras. El tercero, Lorenzo, es mi ahijado. Ya en el siglo XXI nació la bella Begoña…

Creo que a todos nos ha sorprendido Lorenzo cuando lo vimos pasarse el yeso (gis o tiza) de una mano a la otra y seguir escribiendo…

La siguiente semana ya nos tocó el inicio formal de la Maestría.

Compañeros de equipo

Como sucede siempre, se armaron los equipos.

El mío, el nuestro fue el 11 de 12 que se habían armado.

Seis para el grupo Am(Clases en el Aula Harvard) y seis para el B (Clases en el Aula IESE).

En mi equipo quedamos: Magro, Carlos, Josué, Memo, Mario, Luis Carlos, Arturo, Gustavo y María Luisa.

Disculpando la calidad de la foto… de pie: Magro, Carlos, Josué, Memo, el Menda, Mario. Sentados. Luis Carlos, Arturo y Gustavo. Falta María Luisa en la foto.

Arturo se trasladó el segundo año a Monterrey, así que le perdimos la pista.

María Luisa tuvo que dejar el programa después de un par de cuatrimestres. Algunos años depués se casó con Pedrito, compañero nuestro.

Magro

Conocido formalmente como Fernando Horacio Hernández-Magro Miranda, es un contador con un torax que expulsaba una voz resonante -más fuerte que los profesores con micrófono.

Tenía la peculiaridad que todas sus participaciones eran largas y arrevesadas. Más o menos como a las 15 segundos había perdido a todo el grupo; a los 25 segundos, el perdido era el profesor; cuando transcurría su primer minuto de soliloquio él mismo se había perdido.

Su formalidad era memorable. Combinaba todos los días, traje y camisa con la corbata, los zapatos, el cinturón, las mancuernillas, el pin para la corbata, las plumas, el portafolios, calcetines, etc.

Así como nos molestaba, lo molestábamos. Hicimos amistad, que ha perdurado en estos 25 años.

Financiero consumado. Nos platicamos de vez en cuando.

Carlos

Carlos Lara, trabajaba para la «corporación». Esta corporación era General Motors.

Nos hacía reir mucho, especialmente cuando era época de exámenes, en las que se ponía exesivamente nervioso. En esa época se podía fumar todavía en los comedores de trabajo en equipo. Los días de exámenes Carlos no hablaba y no paraba de fumar. Sufría grandemente.

Hice especial amistad con él, porque con frecuencia -mientras no tuve carro- me daba jalón (aventón) a mi casa, pues pasaba cerca de mi casa cuando iba a la suya.

Nos llamaba la atención que cada dos o tres meses cambiaba carro. Era una prestación de su empresa, que servía para probar los carros unos 5,000 km.

Conocí especialmente a Lety y a sus pequeños hijos Carlos y Lalito.

Años después, ya viviendo en León, frecuenté su casa cuando iba a trabajar a León, Guanajato.

Lamenté mucho el accidente de su hijo Lalo, quien en plena juventud se nos adelantó al Cielo.

Josué

Con Josué estudiamos mucho juntos. Recuerdo que nos aprendimos los 9 objetivos de la política económica para la clase de Economía, que resumíamos con una Mnemotécnica Cre-De-Di-Es-Re-INe-Po-Si-Ine

Yo le puse Josué de la «Madalena» pues su cumpleaños coincide con la fiesta de María Magdalena.

Trabajaba en un banco del sistema. Ahora es consultor financiero de primer nivel. No he logrado que me acepte como cliente, porque no lleno los requisitos de inversión mínima.

Lo veo con frecuencia con su inseparable Omar Yadid (compañero nuestro y gran amigo de Josué), en el IPADE.

Memo

Guillermo Luna Orlenas (él dice que es Hornelas, pero yo le digo así).

Experto en fabricación de piezas para automóviles.

Sus dos hijos nacieron durante la Maestría: al inicio y al final de la misma.

Ale -«la esposa de Memo» como se define- siempre ha sido muy cariñosa y amable con todos. También es conocida como «Morti».

Hemos seguido viéndonos con alguna frecuencia. Aunque siempre las visitas a Monterrey podrían ser ocasión de vernos, siempre termina siendo difícil.

Carlos molestaba mucho a Memo cuando participaba en el equipo, porque Memo, cuando hablaba, volteaba a ver hacia arriba, como para conseguir pensar más fácilmente… Carlos le decía: «voltéa para abajo Memo»…

Mario

Mario llegó al equipo un par de semanas después de haber empezado formalmente el Medex.

El primer día no me agradó mucho, pero luego vi que era y es, un tipo simpatiquísimo, que nos hacía reír con sus ocurrencias.

Tiene una capacidad de imitar acentos de primera.

Recuerdo como imitaba a un empresario salvadoreño al que él atendía como cliente de una empresa telefónica europea importante.

Descubrió que la táctica para venderle era alargar la reunión lo más posible, hasta que el empresario recibía la llamada de su esposa, exigiendo la llegada temprano a la casa.

«Sí, palomita», le decía, «ya estamos aquí con los señores de México terminando la reunión». Y lograba que le comprara con sus condiciones.

Cuando de vez en cuando nos juntamos a alguna comida, Mario siempre lleva la voz cantante desbordando alegría y simpatía. Gracias por esto Mario.

Luis Carlos

Luis Carlos era el más elegante de todos. Por esos días estaba recién casado.

Tenía un emprendimiento con su hermano, además de administrar algunos negocios de su familia.

Es el más activo en las redes sociales.

Lamentablemente lo he visto pocas veces después de terminar la maestría.

Gustavo

El más enigmático de nuestros compañeros.

Buena persona, nos vemos con frecuencia porque participa en la Continuidad del IPADE.

Estos eran nuestros compañeros de equipo con quienes comíamos dos veces a la semana y discutíamos los casos. Dos años así, forja amistades. Además, nos juntábamos también para algunas tareas o previos a los exámanes para estudiar.

Otros compañeros

Por supuesto que debo mencionar a Agustín quien ya era profesor del IPADE cuando hizo el Medex. Hace poco se nos adelantó y de quien escribí un sentido post en este blog, porque nos teníamos mucho cariño.

Federico, quien unos años después ha llegado al IPADE como profesor de Finanzas. Tomamos además, el mismo programa ADECAP (Alta Dirección en Capital Privado). Durante la pandemia co-escribimos (con Lorenzo también) el cuatro libro de los Coloquios Financieros (de los que hablaré más adelante). Trabajamos muy bien juntos a pesar de que sufro un bulling habitual de su parte.

Stig, un genio con tres carreras. Participó cero veces durante el primer año. Iniciando segundo año, un profesor -me parece que fue Enrique Taracena- pidió que alguien contestara una pregunta. El Menda empezó a decir «Stig» y todos me siguieron… Enrique entendió de qué iba la cosa, así que le dijo, «a ver Stig, ¿qué piensas de tal cosa?». Y, aunque usted no lo crea, la primera participación de Stig fue: «aghhhh». La risa duró unos cuantos minutos. Hay muchas anécdotas del buen Stig, de quien guardo un gran recuerdo y amistad.

Fernando, quien fue y es nuestro presidente de Generación. Coincidí poco con él, pero viniendo de una familia de abolengo, siempre se ha desenvuelto en diversos ámbitos del derecho y de la política.

Angeles y Armando fueron también electos para nuestra mesa directiva.

Octavio, el que más frases célebres propuso: «descremar el mercado desde abajo»; «el aumento del precio de $2 a $4 es marginal»; «esto se puede resolver a través de maquilas propias»; «hay que tener una autocondución dirigida»; hay que hacer una autoevaluación externa»; «¿Qué me recomiendas cuando, … eh, eh, eh, …, se me olvidó lo que iba a decir»; «Si yo me hago una operación, una cirugía, por ejemplo…»; después de que Juan Carlos comentara algo, Octavio se lanzó: «cómo acaba de decir Julio César…»; «hay que hacer bench-marketing«… y así sucesivamente.

Había pensado adjuntar aquí las frases anotadas, pero cuando las puse, resultaban enfarragosas de leer, así que las quité. Si alguno las desea leer, que me lo pida por mail o whatsApp.

Medex 2a parte

Después de hacer un largo paréntesis contando un poco de mis compañeros de equipo, regreso a la Maestría.

De parte del IPADE había un personaje -actualmente ya jubilado-, Toño Lacavex quien controlaba toda la operación de la Maestría. Gran tipo el Toño…

Las sesiones duraron dos años.

De hecho, llegué un 27 de agosto de 1997 y regresé a Guatemala el 23 de agosto de 1999, para un total de 726 días viviendo en la Ciudad de México

Tuve mi crisis, de la que pocas personas saben.

Un tiempo después, me hice muy amigo de Héctor Álvarez Toca. Héctor hacía la maestría de tiempo completo. Era muy amigo de Óscar, por lo que lo visitaba con frecuencia. Así que también me hice muy amigo de él. Era un campeón. En esa época estaba calvo a causa de la quimioterapia que recibía por un cáncer que le detectaron al iniciar la maestría.

Héctor falleció 8 meses depués de haber terminado la maestría, en febrero de 1999. Fue un gran golpe para mí y para Óscar pues, como viene dicho, nos unía una buena amistad. Por supuesto que la familia lo resintió mucho.

La cosa que entre las conversaciones que tuve con Héctor me habló de lo que él llamaba «la crisis del máster» que de alguna manera todo estudiante de Maestrías pasa por ella.

Me decía Héctor, desde su experiencia de estudiante de maestría de tiempo completo: «fíjate. Dejé de trabajar. Me dedico a leer casos y a discutir con mis compañeros. Los profesores me regañan, me exigen, me piden más y más… y yo antes tenía un buen puesto y ganaba mucho dinero… pues es lógico que te entre la crisis».

No eran las palabras textuales de Héctor, pero era la idea.

Pues bueno, yo pasé por mi crisis del máster. Gracias a Dios la crisis duró una noche y poquito más. Me sentí inútil, habiendo dejado un país en el que me había enraizado; tenía un buen puesto de trabajo; era profesor de una pequeña escuela de mejoramiento de capacidades empresariales; tenía carro y mi vida sin problemas extraordinarios. Y de repente, vivo en otro país en el que conozco a pocas personas. No tengo facilidad de movimiento (bueno, en México abundaban y abundan los taxis). No era nadie en el IPADE. Y me veía inútil para hacer una maestría para Ejecutivos.

Creo que parte del Shock que desembocó en la crisis fue cuando Mauricio se presentó. Un abogado, buenísima onda y a quien tengo mucho cariño (no olvido que él me llevó a mi casa el primer día del propedeútico, desviándose muchísimo de su ruta; además, me enseñó a decir glorieta en lugar de redondel, camellón en lugar de arriate, banqueta en lugar de acera…). Pero bueno, cuando Mauricio se presentó, me acuerdo que dijo: «trabajo en una empresa mediana, de 500 personas»… en Guatemala, en esa época, una empresa de 500 personas era, no grande, grandísima… y había pocas de ellas.

Esto. Además, ver la ciudad de México, con todo su potencial cultural, gastronómico, de diversión, etc., me apabulló (me sigue apabullando CDMX).

Y no sé qué otras cosas más, la cuestión fue que me pasé una noche llorando en mi cuarto, sin dormir (única vez que me he pasado en vela la noche sin querer; y llorando también es la única vez).

Sentía una especie de agobio de inadaptación total.

Así que a la mañana siguiente, un poco recuperado por la luz del sol, me fui a ver al Ingeniero Canals (QEPD) -Doctor en Matemática, director de la residencia Buenavista, en Echegaray- y le comenté mi insomne y miserable noche.

El Inge (como era conocido) me escuchó atentamente y me ayudó mucho a tranquilizarme. Y luego hizo algunas gestiones pertinentes para resolver otros problemillas que coadyuvaban a que la crisis fuera más compleja que lo aquí descrito.

Después de esa conversación, todo cambió y fue superada la crisis del máster.

Luego les estuve contando a mis compañeros de la crisis en general (sin entrar en la mía particular), para que la tuvieran presente por si se les planteaba dejar el master…

En cada quien se manifiesta la crisis de manera distinta. Como aquel compañero que lo sabía todo, y que realmente no necesitaba estudiar el máster (hasta que quedó mal parado cuando «Pontificó» sobre un tema, en contra de un profesor, en el mismo instante que el profesor le enseñaba un acetato con lo que él decía que no existía).

Efectivamente lo más moderno de aprendizaje en esa época eran los acetatos. Que se usaban de diversas maneras.

Los más exóticos tenían fotos a color en los acetatos… los más sencillos tenían acetatos para rellenar números (así los teníamos los jumildes profesores de Finanzas). Y luego, en la sesión, con marcadores ponías los números, para luego borrarlos con una servilleta mojada. Casi todos los acetatos iban con su portaacetato, para no arruinar la impresión original… todo un mundo que en poco tiempo cambió.

De hecho, para enseñar a usar la calculadora 12C en finanzas, teníamos un acetato con la calculadora que proyectábamos en la pantalla, y luego, con uno de los señaladores físicos (una clásica varilla de metal y madera) íbamos golpeando la pantalla en el orden en que tenían los participantes que meter los datos.

Una de las cosas que mas en falta me hacen son los señaladores físicos. Los láser lo único que hacen es marear a la gente o que los participantes descubran que al profesor ya le tiembla el pulso.

Por lo demás tuvimos la oportunidad de recibir sesiones con varios de los profesores fundadores, especialmente con Carlos Rossell y Carlos Llano. Además, de otros profesores de la segunda camada de los mismos: Jorge, Miguel, Miguel (otro), Alfonso, Ernesto, Carlos, etc.

Con Carlos Rossell lo tomamos en la época en que el Parkinson le empezó a pegar más fuerte, y fue perdiendo el fuelle que tenía y que, según contaban algunos, era un gran profesor. A nosotros nos tocó ya casi como una persona muy anciana, porque esa enfermedad sí le golpeó muy fuerte.

Carlos Llano por su parte, nos tocó en su plenitud. Daba unas clases maravillosas. Por molestar se dice que Carlos Llano leído es inentendible, pero que en clase era espectacular. Y efectivamente, tenía un dominio del aula, de los temas, de los participantes, una chispa de primera para saber reaccionar ante un comentario. Sabía exigir a los participantes, incluso a «golpearlos» (no físicamente, por supuesto, sino académicamente), de tal manera que el pobre participante se sentía frustrado. Pero la ventaja de Carlos Llano es que después levantaba al participante a niveles tales que quedaban súper contentos de «haber sido humillados y levantados» por Llano.

Los demás profesores eran buenos o no tan buenos. Pero todos con gran nivel. De todos traté de aprender algo que fui incorporando a mis «mañas» de profesor.

Un detalle es que cuando iniciamos el Medex en 1997, el IPADE estaba en construcción de su edificio más grande: el edificio Azcapotzalco. Es un edificio de estacionamiento de 11 medios niveles, con dos aulas (Asia y Europa), para 80 personas cada una; un auditorium (actualmente bautizado como Carlos Llano Cifuentes); y luego oficinas, cafetería, baños, etc.

Tuvimos el privilegio de estrenar las aulas Asia y Europa para nuestro segundo año.

Con los profesores estrenamos el Auditorium Carlos Llano con el partido de México versus Alemania en el Mundial de 1998. La pantalla -la más grande del IPADE- vio cómo México perdió la oportunidad (y vaya que la tuvo) de eliminar a Alemania…

Experimento en el Medex

Otra cosa que quizá sea interesante comentar fue el experimento que hice conmigo mismo durante el Medex.

Como ya tenía experiencia con el método del caso y había estudiado un poco sobre cómo funcionaba esa metodología, pensé en hacer una retrospección en mí para verme cómo iba mejorando en habilidades.

El método del caso tiene muchas ventajas y unas cuantas desventajas.

Una de las desventajas es que no te das cuenta de cómo vas mejorando en tu actividad directiva.

Me gusta poner el ejemplo de la película de Karate Kid (la vieja, no la remake que fue fatal) donde Míster Miyagi le enseña a DanielSan Karate por medios poco ortodoxos: encerar unos carros, pintar una cerca (de arriba a abajo), lijar unos pisos de madera y pintar una bodega (de derecha a izquierda).

Al final, DanielSan aprende cómo defenderse de los golpes con esos ejercicios que le manda Miyagi.

Una foto con dos máster de tiempo completo, cuando ellos recibían (yo me había colado) una especialidad de Finanzas, con Richard Marston

Pues el método del caso así es. Te dicen que vas a mejorar en muchas cosas y luego lo único que haces es leer los casos, estudiarlos, discutirlos con tus compañeros y llegar a la sesión a seguir discutiendo.

Y parece que uno no avanza.

No es como las clases con power point donde te lanzan 80 filminas y sabes todo de un tema en una hora.

El método del caso va despacio… y te ayuda a desarrollar habilidades… los conocimientos son secundarios (sin dejar de ser importantes), pero principalmente son cosas que uno descubre. Es como una especie de luz, de eureka donde a uno «le cae el veinte».

Y la verdad es que es un gran método para enseñar negocios, porque te desarrolla habilidades, como decía arriba.

Pues sabiendo esto, pensé, sólo para mí, «a ver cómo me cambia a mí el método del caso». Con el pasar de los meses fui viendo en mí nuevas habilidades de análisis y síntesis, fijarme en los detalles, etc.

Aunque, principalmente, mi mejora fue en la capacidad de creatividad para desarrollar diversas alternativas para solucionar los problemas.

Cuando descubrí esto, tuve una especie de shock intelectual.

Como matemático era muy frecuente pensar en una única alternativa para resolver un problema.

De hecho, existe un chascarrillo entre los matemáticos que más o menos viene a decir así: «ya demostré que la solución existe y es única; ahora sólo estoy tratando de acotarla».

Pues así actuaba yo profesionalmente. Hasta que me descubrí que frecuentemente estaba pensando en dos, tres o más soluciones para un problema.

Fue un gran experimento con grandes resultados.

Antes de pasar al siguiente punto, quería comentar que esos dos años me dediqué bastante a estudiar; para eso hacía resúmenes del material académico que veíamos. Esos resúmenes se los pasaba a mis compañeros de equipo, quienes se encargaban de pasárselos a los demás de la Maestría. Casi podría decir que todos los Medex (México, Monterrey y Guadalajara) tuvieron acceso a mis resúmenes.

Al final de la maestría se me ocurrió la «genial» idea de entregarles a algunos de mis compañeros, en un CD, todos los resúmenes que había hecho durante la maestría. Imprimí las carátulas y se los fui dando. Como el CD tenía demasiado espacio, también grabé algunas canciones allí, para que las pudieran reproducir.

Foto con Rony, papa de Jose, para la graduación de éste como Master de Tiempo completo en 1999. La calidad de la foto no es la óptima.

Sesiones

El primer cuatrimestre de la Maestría terminó cuando tuve una adaptación total a mi nueva vida de un estudiante de maestría, un «don nadie» (el ego siempre friega), y un asistente académico de finanzas, que quería y trataba de aprovechar hasta lo más mínimo para aprender de esta ciencia.

Me pasó una cosa «divertida», aunque realmente fue un sufrimiento.

Durante esos primeros cuatro meses de la Maestría, no me tocó dar ninguna clase formal ni una vez.

Desde 1983 había dado clases siempre. Y de repente, me topo con cuatro meses sin nada.

Me empecé a sentir vacío. Algo faltaba. Yo sabía que era el no dar clases.

El no sentir la adrenalina de entrar a un aula, a un mundo, de alguna manera, desconocido.

Digo que el aula es, de alguna manera, un mundo desconocido, porque así es en realidad.

Especialmente cuando uno se enfrenta a un grupo con experiencia, ya que la sesión puede irse por cualquier rumbo.

El profesor ha preparado bien la sesión, así que sabrá conducirla adecuadamente; pero los golpes pueden estar dados.

La cosa es que empecé a sentir la ausencia de las clases. En algún momento me sentí como un adicto que necesita lo que causa la adicción. De alguna manera, mi cuerpo, mi inteligencia, me pedía, me exigía una clase… y no había.

Había tratado de explicar cosas a mis compañeros y a algunos Mede que me preguntaban sus dudas.

Pero no era lo mismo. Me hacía falta el aula.

Y eso llegó gracias, nuevamente a Óscar. Le propuso a Carlos Rossell (a la sazón, Director del Área de Finanzas) que le ayudar a dar un propedeútico de matemática financiera en Torreón.

Óscar lo convenció y así que me preparé y ensayé con Oscar la parte que me tocaba dar en Torreón. De aquí el cariño que le tengo a esta ciudad, porque la primera sesión que di en la vida del IPADE fue en el AD2 de Torreón allá por febrero o marzo de 1998.

Lamentablemente no tengo las fechas exactas de esa actividad…. pero bueno… fue la primera sesión de las 62 que di desde marzo de 1998 hasta agosto de 1999. En uno de los anexos, adjunto mi cuadro de control (datos inútiles pero interesantes) que llevo de las clases dadas.

Decía que mientras estudiaba el segundo año de la maestría me tocó dar bastantes clases. Hubo varias razones para que tuviera que entrar de bateador emergente.

La primera razón fue que Óscar se fue a hacer su doctorado al IESE y quedaron muchas sesiones sin profesor.

La segunda razón fue que a Carlos Rossell le empezó a afectar más el Parkinson y tuvo que bajar el número de sesiones.

La tercera razón fue que un profesor de Finanzas que venía de su doctorado no regresó al Área de Finanzas, así que también allí quedó espacio.

Y la cuarta razón fue que a uno de los profesores nuevos le fue mal en el aula, así que tuvieron que restringirle el número de sesiones y la sede dónde podía darlas.

Así que, sin más, me tocó alinear, casi de titular. Y empecé a preparar clases y a darlas, especialmente en la sede de Guadalajara.

Fue una experiencia gratísima regresar a las aulas, con la novedad de que eran grupos más grandes y más exigentes a los que había encontrado en Guatemala.

Y a aprender y a echar a perder. Recuerdo una sesión en Torreón, mi sede «natal» de clases. Tenía que dar dos sesiones, la primera y la tercera del día. La primera era un caso muy numérico: había que llenar unos formatos (no había excel todavía) a mano y hacer sumas y restas; el grupo no era el mejor para esa parte numérica, porque era el AD2 (Alta Dirección), y en general no les gusta hacer muchos números. Así que enfoqué el caso con una discusión de la conveniencia de hacer el cambio de producción estacional a producción uniforme (el caso era el Play Time Toy).

La sesión iba jalando bien, hasta que de repente un participante me levanta la mano. Le doy la palabra, pensando que iba a aportar más a la discusión que teníamos, cuando suelta lo siguiente: «oye, aquí dice el tema de la sesión: Flujo de caja, del área de finanzas. Y hasta el momento no hemos visto ni un número».

Recuerdo este evento como en cámara lenta. Mi rostro seguro pasó de la alegría a la preocupación. Y, por primera y única vez en mi vida, sentí cómo una gota de sudor caía por toda mi espalda… fue una cosa espantosa.

Obviamente cambié mi plan de sesión y me puse a hacer números. Y para la siguiente clase, me lancé sólo a hacer números (quizá exageré en ‘venganza’ de lo solicitado la clase anterior).

Al llegar de regreso al DF, me fui a hablar con Carlos Rossell para contarle. Me acuerdo que se sonrió y me dijo algo así: «me alegra que te haya pasado eso. Son cosas de nuestro trabajo, y es bueno padecerlas, para así mejorar en nuestro plan de sesión…». Me dio muy buenos consejos y me dejó tranquilo, porque pensé que esas iban a ser las últimas clases en el IPADE.

Una de las ventajas de estas 62 sesiones del ciclo 1998-99, fue que Sergio Raymond-Kedilhac decidió pagármelas. Así que de la noche a la mañana recibí una buena cantidad de dinero por esas clases.

Cómo Óscar se fue a España, ya no tuve oficina. Así que me conseguí otro lugar. Y me ofrecieron compartir una oficina un poco más grande con Miguel, el Director de Promoción del Máster de tiempo completo.

Hubo algunos desencuentros con Miguel, por lo que cuando terminé mi Maestría ya tenía yo oficina para mí.

Aunque lo había dicho indirectamente, Óscar trabajaba en admisiones del Máster de tiempo completo. Así que yo también me fui involucrando en ese programa. Para mi segundo año ya estaba en el Comité de admisiones y hacía entrevistas a candidatos; incluso tuve un equipo de preceptuados, con quien tengo contacto con Merchant y Daniel y veo en el Facebook a Paty, y por supuesto a Ricardo, quien trabajó unos años en el IPADE.

Antes de terminar el Medex regresó Oscar de su primer año del doctorado, así que le di posada en mi oficina… al poco tiempo él era el dueño de la oficina y yo quedaba relegado a un rincón… ni modo, jefe, jefe.

Aquí en mi oficina del 2o año de mis estudios. Veáse cómo yo estoy en un pequeño escritorio y la computadora grande la usaba Oscar.

Regreso

Casi dos años después de haber llegado a México, volvia a Guatemala.

Había cambiado bastante mi vida: el Medex me había hecho crecer bastante profesionalmente y pensaba que podía ayudar mucho a la Escuela de Negocios de Guatemala.

Lamentablemente, cuando regresé, a finales de 1999, la Escuela de Guatemala estaba pasando por una profunda crisis existencial (y casi de supervivencia). Fueron unos meses complicados, que se fueron alargando unos años.

Había recibido del IPADE, a través de Lorenzo, la posibilidad de quedarme viajando algunas veces para dar sesiones.

Así que empecé a combinar clases en la Escuela de Negocios de Guatemala, con algunos viajes a México. Relativamente pocos, una docena al año.

Esos primeros años, prácticamente viajaba para dar propedeúticos de finanzas o de matemática financiera.

En 2003 renuncié a mi trabajo como Director Académico de la Escuela en Guatemala, y el IPADE empezó a pagarme una iguala.

Al mismo tiempo empecé a dar más sesiones en el IPADE.

Había pensado poner un poco más de mis años posteriores al IPADE.

Pero quizá eso podría quedar para otra ocasión, dando a este post sólo la relevancia de los 25 años del inicio del Medex.

Visión panorámica de mi vida en México

Hace 25 años me fui a vivir a México y no lo he dejado de visitar. Ha sido una experiencia maravillosa.

Los mexicanos son unos grandes anfitriones y unos grandes amigos.

Tengo una pléyade (le encantaba esta palabra a mi mamá) de amigos en México.

He coautorado cuatro libros de finanzas. Tres de ellos con Lorenzo y el cuarto además, con Federico (ya mencionado arriba).

No concibo mi vida sin México, sin el IPADE.

Han sido 25 años. No sé cuántos años más me depara la Providencia en mi estancia en esa gran Escuela.

Seguro no me depara otros 25, por lo menos, trabajando. Quizá, si Dios me da vida, pueda jubilarme del IPADE, pero no tendré otros 25 más de trabajo en el aula, con esa posibilidad de seguir disfrutando la adrenalina de entrar por la puerta a dar clases.

Después de Sergio Raimond fueron directores Jorge y Alfonso.

Con Rafa, el siguiente director celebramos los 50 años de vida del Instituto. Además, a Rafa le debo mi contratación formal como Profesor.

Desde hace más de un año el Jefe es Lorenzo.

He visto llegar a miles de participantes, a quienes he tenido el honor de aportarles algo en su vida profesional.

A veces es muy confuso darse cuenta que los participantes tienen unos puestos de gran prestigio con unas responsabilidades muy grandes.

Y están sentados en el aula como uno más.

He conocido a muchos profesores que han trabajado en el IPADE.

Y principalmente me ha dolido el fallecimiento de ya varios de ellos.

A algunos los he mencionado explícitamente como Agustín, Sergio, Carlos Rossell y Carlos Llano.

Pero también se nos han adelantado Carlos Andrade, Miguel León, Mauricio Brehm, Marcos Mendoza, Laura Ponce de León, Luis Velasco, Gilberto Salinas, Juan Grau, Mario Rosas,…

Ahora que estamos a punto de iniciar un nuevo ciclo académico 22-23, me ilusiona comenzar a correr mi año 26 como miembro del Claustro de profesores del IPADE.

Quizá no sea exacto que trabajo para el IPADE desde hace 25 años.

Para mí así es. Así lo siento.

Gracias IPADE por todo lo que me has dado.

Y principalmente, gracias a las personas que han estado en el IPADE y que de alguna u otra manera me han ayudado.

PS. 1. Intento de Poema: «Los otros y yo»

Cada persona es un mundo.

Más que un mundo, un universo.

Tiene su genética.

Su ambiente.

Su cultura.

Sus relaciones familiares.

Su formación académica o manual.

Sus vivencias.

Y todo combinado no da un mundo.

Sino un universo.

Sufrimentos,

dolores,

alegrías,

tristezas,

ilusiones,

sueños,

fracasos,

éxitos,

placeres,

preocupaciones,

intenciones,

deseos,

pensamientos,

creencias,

confianza,

virtudes…

Trillones de cosas que configuran a una persona.

Una galaxia en pequeño, con múltiples bellezas y cosas que aterran.

Luces y sombras.

Soles y agujeros negros.

Conocer a alguien a plenitud es imposible.

Ni cada uno nos conocemos totalmente.

Aun así, necesitamos a los demás.

En ese entretejido infinito de relaciones.

Puede haber amistad, cariño, odio, rencor, indiferencia, preocupación…

Vuelcos de corazón.

Exceso de bilis.

Extremos de las relaciones.

Y años de conocimiento no llega a abarcar totalmente.

Y en las mismas relaciones, se dan infinitos de puntos de contacto.

Cada par de personas tiene su historia propia.

O cada grupo, como un equipo.

Historia de un pasado cercano o un pasado continuo…,

…que se construye en el presente y se proyecta al futuro.

Historia de un alma.

Historia de dos almas.

Historia de muchas almas.

Entramado de relaciones: vida.

Vida vivida de lleno.

Con ilusión, con planes, proyectos, metas.

Los otros y yo.

PS2. Control de clases anuales en el IPADE y Tayasal desde 1998 hasta 2022