Ahora, el síndrome del Impostor

Qué es el "síndrome del impostor" y por qué lo sufre tanta gente ...

En una sesión que doy, me toca explicar las probabilidades. Allí sacó una moneda, unos dados y una baraja de naipes. Voy explicando cómo se calculan las probabilidades. Cuando llego a las cartas les hago un truco con ellas…. Es el único truco de cartas que me sé y siempre me sale bien… los aplausos caen por su propio peso; pero cuando no aplauden, les comento “en otras ocasiones, en este momento, los grupos me aplauden”… y a los aplausos se une la risa de todos… mientras hago estos juegos de monedas, dados y cartas, hago apuestas de calificaciones con algún alumno… que obvio siempre pierde porque yo siempre gano la de los dados y de las cartas (no revelaré el secreto al respecto)…. Así que me quedo durante lo que resta del curso metiéndome con el alumno que “ya perdió” la clase por haber apostado… obvio no aplico la apuesta perdida por aquel pobre alumno.

 

Pues hace años, después de dar esta clase en Monterrey, durante el receso, se me acerca uno de los alumnos. Y me dice “escoge una carta”, mientras me enseñaba una baraja. Y empezó a hacerme trucos de verdadera magia (tipo Harry Potter) con la baraja. Unos trucos increíbles que me dejaron “abobao”. El que más me impresionó fue cuando sacó la carta del celular… no me lo podía creer (aun no lo creo ni sé cómo lo hace) … a partir de esa anécdota comenzó la amistad con mi buen amigo Luis. Con él bromeamos que, si no funciona en su trabajo como ingeniero, podría funcionar como Master en Dirección de Empresas… y si esto no termina de funcionar, podría dedicarse a la magia.

 

Pues ayer me envió un mensaje después de publicar el post sobre el Efecto Dunning-Kruger, comentándome sobre el Síndrome del Impostor. Cuando me lo explicó me dio muchísimo miedo de padecerlo o de que algún colega lo padezca.

 

Parece que el Síndrome del Impostor es la incapacidad de internalizar los logros propios y el sufrimiento persistente de ser descubierto como un fraude. Casi que es lo contrario al Dunning-Kruger. El Impostor piensa que no tiene ningún mérito y que termina siendo un impostor; que tarde o temprano descubrirán que las cosas que hace bien, realmente no las hace bien y que es un fraude.

 

Consideran que no merecen el éxito que han alcanzado y que las pruebas con las que se les quiere mostrar que sí son competentes, no las consideran como tales.

 

El Dunning-Kruger piensa que es un genio siendo un tonto de capirote y un ignorante que no conoce su ignorancia. El Impostor piensa que es un inútil cuando en realidad es una persona competente.

 

Supongo que la psicología estudia este tipo de efectos o síndromes y tendrán sus formas de ayudar a las personas que los padecen. Aun sin saberlo, se me hace que el Dunnin-Kruger no ha de tener mucha posibilidad de curación, precisamente por el mismo síndrome donde la persona “de plano no necesita ayuda de nadie”…

Como he puesto en otras ocasiones en este blog, hace años un amigo me dio un consejo interesante que enunciaba así: “reducí todo a virtudes”. Y quizá eso convenga.

 

Platicando también hoy con una persona sobre el Dunning-Kruger me decía que es una gran manifestación de soberbia (es decir, el vicio opuesto a la humildad). Al final concluimos con este gran amigo, que el Dunning-Kruger es soberbio, pero no todo soberbio padece el Dunning-Kruger. Ambos, de todos modos, necesitarían una buena dosis de humildad. Y como me decía también otro benévolo lector “el escuchar es darle la oportunidad a la otra persona que quizá pueda tener razón”. Escuchar, no sólo oír, es lo primero necesario para salir de estas cosas.

 

Aunque pueda parecer contradictorio, también la humildad es la virtud que puede ayudar al Impostor. Alguien quizá podría pensar que el Impostor es una persona humilde. Y realmente no lo es. El Impostor necesita descubrir que tiene méritos -recibidos o adquiridos- y que esos méritos le pertenecen y le dan prestigio. Creo que su autoestima está por los suelos.

 

La humildad moderaría ambos extremos… al exceso de amor propio (soberbia) y al defecto de amor propio (el Impostor). Interesante, el mismo remedio para dos síndromes tan opuestos.

 

Aprovecho para agradecer públicamente a quienes me hacen comentarios acerca de estos posts. Siempre son bienvenidas las correcciones, sugerencias, ampliaciones y mejoras.