Regeneración Democrática (y III)

Cuando empecé a escribir el primero de estos tres artículos, tenía unos apuntes que me servirían de base para escribir. Al iniciar el primer artículo, me di cuenta que era necesario hacer algunas matizaciones previas. Al empezar a hacerlas, estas se fueron concatenando con otras, y terminaron saliendo dos artículos no planeados originalmente.

Luego dejé pasar unos días en los que no pude escribir nada o quizá no llegué a tener la inspiración necesaria para escribir. Al fin, ahora «tomo la pluma» nuevamente para iniciar el tercer artículo y poner punto final a lo comenzado hace algunas semanas. En este artículo pretendo escribir las cosas que tenía pensadas escribir la primera vez. Así que si me repito, pido perdón.

El concepto de democracia es un dogma y en principio tendemos a defenderlo a capa y espada, como si cualquier otro sistema de gobierno fuera mala por esencia, y la democracia fuera buena también por esencia.  

Simultáneamente el desprestigio de los que «ostentan» el poder -los políticos- es común a casi todas las democracias. Especialmente la corrupción -en todas sus manifestaciones- campea alrededor de todas estas figuras públicas; convierten lo público en privado.

Llama la atención que desde hace años hay en las escuelas de negocios y en las empresas, cursos de ética empresarial. Y se oye muy poco, o nada, de ética del estado o ética política. ¿Cuándo empezarán?

Así que hay dos caminos para atacar estos problemas. El primero es exterior, por decirlo de alguna manera, que debería de actuar sobre las estructuras. El segundo, que es interior, va a buscar la mejora de la clase dirigente. Aquí entra todo lo que pueda mejorar a los políticos: desde la propia formación en su quehacer (no se entiende que puedan existir diputados que no sepan de leyes) hasta la ética política, pasando por una formación de manejo del poder, para que no aglutinen medios para ellos, sino en pro del bien común (no del bien particular).

Un tema a resolver es el financiamiento de los partidos políticos. Tema no resuelto a fondo en casi ningún país. Casi siempre la financiación viene de manos privadas, que luego exigen reciprocidad cuando se llega al gobierno…

El poder, cuando no busca el bien común, es porque está buscando su propio placer. Buscar el bien común es algo societario; buscar el placer, es algo personal.

Así que llegamos al fin, al título de estos post. Resulta que cuando la situación política de un país es muy grave, surge un partido que se llama «Regeneración Democrática» o que por lo menos trata de hacer una regeneración democrática. Esto es lo que nos decía el Profesor Alvira. Se me ocurre a mí que, antiguamente, cuando la debacle política estaba en su auge, no se acudía a la regeneración democrática, sino a un clásico golpe de estado, que rompía todo y volvía a empezar: borrón y cuenta nueva. Esos tiempos, gracias a Dios, ya han pasado de moda.

Pero se ve necesario tener a un grupo de personas que quieran regenerar el uso del poder. Que sepan aprovechar la circunstancia de gobernar un país para sacarlo adelante, dejando de lado su propio bien, para centrarse en el bien común; como una mamá, que deja de pensar en sí misma por atender a sus hijos.

Ojalá estas palabras puedan servir para ser motor de arranque para ideas que puedan ayudar a solucionar los problemas aquí incoados…

Gracias por su paciencia.