Piedra Miliar de la vida



La expresión «piedra miliar» que intitula este post, se refiere originalmente a una columna, piedra, que indicaba la distancia de 1000 pasos. Una piedra miliar, sería algo similar a lo que actualmente son los indicadores de 1000 metros en las carreteras.  De hecho, en El Salvador, los marcadores antiguos de kilómetros eran una especie de piedra miliar -o miliario-, muy parecido al que pongo en la foto de abajo…



Pero la expresión «piedra miliar» la he escuchado para referirse a algún hito en la historia de un pueblo, del mundo, de una nación, etc. En inglés usan la palabra «milestone». Así, se puede decir que «fulano de tal, es una piedra miliar en la historia del cual país».

La verdad no sé si la expresión con la que le puse nombre a este post esté correctamente usada. Pero así como ha habido y habrá «piedras miliares» en la historia de un pueblo, quería aprovechar una circunstancia parecida; pero en este caso, me quiero referir a un momento de la vida de una persona, como un momento especial. Y para ajuste de males, ahora me quiero referir a un momento de mi vida personal.


El 13 de enero de este año 2015 habré cumplido 50 años. Para mi, la edad de 50 años siempre me ha parecido una piedra miliar en la vida de alguien. Quizá se deba a que 50 es un número de los que comúnmente se llaman redondos; quizá se deba a que es una edad en la que se puede decir de alguien «que ya está viejo»; pero quizá se deba también a que tengo el recuerdo de cuando mi papá cumplió 50 años y se lo celebramos un poco más que los cumpleaños normales. La foto que está abajo es la única foto que tengo de ese evento en 1974, cuando mi papá se preparaba para soplar las 50 velitas (le pusimos una vela con un número 5 y otra con un 0 para hacerlo más fácil), y me hermana pequeña (de sólo un año y meses) era levantada en vilo para ayudarle a soplar esas dos velitas.


Valga pues este recuerdo de Don Rolando.

A pesar de estar en esa celebración de 50 años de mi papá y recordarla bastante bien, nunca me imaginé qué sería de mí cuando llegara a esa edad. Por lo que veo en la foto, me parece que tengo casi el mismo peinado de mi papá, y poco más. Lo que sí calculé siendo niño era qué edad tendría cuando llegara el año 2000; pero es claro que jamás pensé que cuando celebrara 50 años iba a compartir con los benignos lectores de este blog, algunas consideraciones sobre esta «Piedra miliar de la vida», o mejor «Piedra miliar de mi vida».

Por probabilidades, es casi seguro (cercano al 100%) que no cumpliré otros 50 años de vida. Unido a esta idea haber pasado ya la mediana de mi vida, me ayuda a reflexionar, no sólo en la «velocidad» del tiempo (ya lo decía San Pablo, tempus breve est) sino en lo que han sido estos 50 años (iba a poner «primeros 50 años», pero ya afirmé que es casi seguro que no cumpliré los «segundos 50 años»).

Decía que reflexionando sobre estos 50 años, he llegado a tres conclusiones, que quiero compartir con ustedes; no es una conclusión original, y creo que vale la pena citar a su autor, que es el Beato Álvaro del Portillo, a quien tuve ocasión de conocer. Creo que las tres palabras que juntó me han llevado a pensar en estas cosas. Son tres ideas: agradecer, pedir perdón y pedir ayuda, que él resumía en: gracias, perdón, ayúdame más. El Beato Álvaro las dirigía a Dios Nuestro Señor, y yo las quiero también dirigir a más personas.

Gracias: creo que alguien puede ser catalogado de «necio» si después de 50 años no agradece a Dios todo lo que ha hecho por uno. Así que sin dejar de ser un poco «necio», quiero en primer lugar darle gracias a Dios por estos maravillosos 50 años. Hay tanto que agradecer que podría pasarme toda la vida agradeciendo. También ha habido muchas personas a quienes agradecer, y que aprovecho ahora para hacerlo. Un agradecimiento que incluye una oración por cada uno de los que mencionaré aquí: mis papás, mis hermanos, mis hermanas (a quienes tengo que agradecer un poco más que a mis hermanos), a mis cuñadas y cuñados, a mis sobrinos, a mis tíos, tías, primos, padrinos, y en general, a todos mis parientes.  A las personas que me han ayudado a formarme, comenzando por la Niña Tinita, mi maestra del Kinder, hasta los últimos profesores. A los que me han jalado las orejas. A mis amigos, varios de los cuales son como hermanos (y por lo tanto sus hijos también mis sobrinos). Creo que un lugar especial de agradecimiento se merecen mis alumnos. Ya no sigo detallando más, porque entonces nadie leerá este post… pero me acuerdo de mis jefes, de mis compañeros de colegio, universidad y de trabajo, de quienes me han ayudado con algo.

Perdón: Aquí el listado aumentaría. Primero perdón a Dios. Perdón a todos los que he ofendido o con quienes no he cubierto sus expectativas. A quienes traté mal, a quienes he ofendido (queriendo o sin querer). 

Ayúdame más: De Dios sé que puedo contar con su ayuda. De cada uno confío en que me seguirán ayudando. 

Por mi parte, pienso aprovechar los días (meses, años) que me queden de vida, para tratar de corresponder al cariño de tanta gente; trataré de ayudar en lo que pueda; seguiré con la pasión de mi vida, el ser profesor, hasta que me tenga que presentar ante el Maestro.

Nuevamente, gracias, perdón, y ayúdame más.

Pongo unas fotos de la celebración con mi familia el domingo 11 de enero de 2015, en Apaneca, Departamento de Ahuachapán, El Salvador.