Narcisista

Hace algunos meses un buen amigo me dijo: “esa persona es el narcisista”. Yo me le quedé viendo,  y le pregunté: “¿por qué decís eso?”. Él me respondió “vos me lo dijiste”… Después de una carcajada le comenté que seguro no le había dicho eso, porque no recordaba haber catalogado nunca a una persona con ese epíteto. Al final, después de varias aclaraciones llegamos a la conclusión de que yo le había comentado que esa persona era un poco “comunista”. Mi amigo no había escuchado nunca la palabra comunista, pero sí había oído hablar de Hitler y de los nazis; así que asoció la palabra que le dije con Hitler, y de sus seguidores los “narcisistas”.
Casualmente en la red me encontré una caricatura que me recordó a mi amigo y a su anécdota. Estaba un grupo de personas sentadas haciendo un círculo, y uno de pie al lado de su silla. Era la Asociación de Narcisistas Anónimos. El que estaba de pie tomaba la palabra y decía: “Bienvenidos a la Asociación de Narcisistas. ¿Qué les parece si para empezar la reunión hablamos un momento de mí?”.
La definición de narcisismo, dice el diccionario que es la “manía propia del narciso”. También añade una segunda definición: “Una excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras”. También venía la referencia  a la definición de Narciso: “hombre que cuida demasiado de su adorno  y compostura, o se precia de galán y hermoso, como enamorado de sí mismo”.
Nunca he conocido a nadie a quien le apoden Narciso, aunque hace muchos años conocí a una persona  que se llamaba así, aunque le decían “Chicho”. Quizá sus papás no sabían el significado del nombre o quizá querían que su hijo fuera galán y hermoso.
Se me hace que el narcisista es una persona que tiene la vanidad y el egoísmo en grado superlativo. Todos somos egoístas y vanidosos, pero a veces hay quienes tienen estos vicios capitales en “mayor estima”.
Ayer me quedé pensando especialmente en el egoísmo. Proviene esta palabra del latín “ego”, yo, e “ismo”, que es “práctica de”. La práctica del yo. Y es que a veces sólo nos gusta pensar en “mi yo”.  Y no pensamos en los demás. El amor siempre ha sido una fórmula para evitar pensar en mi mismo; podría decirse que una manifestación del amor es hacer feliz a otra persona. Y aun así, la palabra amor ha ido cambiando de significado para ahora significar un acto eminentemente egoísta, donde voy a buscar mi satisfacción, y no buscar hacer feliz a otra persona: lo totalmente contrario a la entrega a los demás.
Cuando uno piensa en sí mismo no se da cuenta de muchas cosas: de los sufrimientos y alegrías de las personas; de la historia de cada uno de ellos; de los cambios, de las costumbres, etc., y pensamos que todos son “como yo”, y nos cuesta hacer amistad. O, en el caso extremo un egoísta definiría egoísta “como aquella persona que no piensa en mí”.
Pensar en los demás. Tan fácil y tan difícil. Es fácil cuando ponemos cariño para con los que tenemos cerca y de quienes conocemos su historia. Es difícil cuando es alguien con quien tenemos poca relación; por lo menos deberíamos pensar en que cada uno es una persona con historia, con alegrías y penas, con relaciones familiares de cariño o de maltrato… y así nos podría ser más fácil ayudar a los demás.