Transformación del Mundo y Espíritu Cristiano
· Hace un tiempo recibí un consejo. Cuando querrás dar una charla, podrías empezar por buscar la definición de las palabras que usás en título.
· La palabra Transformación es acción y efecto de transformar. Y transformar es hacer mudar de porte o de costumbres a alguien. Y esto es lo que pretendo con esta charla: transformación del mundo: el lugar donde vivimos.
· Recientemente se anunció el Premio Nobel de Física. En ese premio a físicos que estudiaron los supercondutores eléctricos, usaron unos conceptos matemáticos asociados a una rama de esta ciencia llamada Topología. Esta palabra me retrotrajo 34 años atrás cuando la Licenciada e Ingeniera Gilda de Illescas me dió el curso que tenía este nombre. Fue un curso sufrido por el horario y por el tema, que no es nada fácil (por lo menos para mí).
· La Topología se define como la rama de la matemática que estudia aquellas propiedades y características de los cuerpos geométricos que permanecen invariables ante transformaciones continuas. La broma que se les hace a los topólogos es que para ellos, una dona es igual a una taza.
· La transformación del mundo de lo que hablamos no es una transformación de todo, sino sólo de aquello que necesita transformarse. Hay muchas cosas que deben permanecer invariables ante esta transformación.
· Ahora la palabra Espíritu: tiene muchas acepciones. La que más se aplica es principio generador, carácter interno, esencia o sustancia de algo.
· También parto de un supuesto para esta charla; y es que el espíritu cristiano puede transformar el mundo. Más bien, debe transformar el mundo. Más aun, esa transformación debe ser hecha por los que están aquí.
· Así que todo encaja perfectamente. Pasamos al tema entonces.
· A lo largo de la historia ha habido muchas transformaciones de las sociedades, del mundo. Para bien y para mal
· Muchas revoluciones, por ejemplo la de Estados Unidos y la francesa; las independencias de los países de América; la revoluciones liberales de finales del siglo XIX; la transformación de imperios y reinos en cristianos…
· Estas transformaciones han sido todas provocadas por ideas. Ideas que algunos han encarnado (por cualquier razón: económicas, poder, status, amor, odio) y han luchado y se han esforzado por difundirlas y llevarlas a la práctica.
· Los procesos de transformación, como sabemos, son lentos. No son rápidos y exigen mucho tiempo
· Pero siempre las ideas han tenido a un padre y a unos cuantos hombres –y mujeres- que las encarnan. Pocos pero bien identificados.
· La transformación quizá más impresionante ha sido la provocada por el cristianismo. La conversión del mundo pagano debido a una doctrina de amor.
· Pero a veces nos entra la comodidad, la flojera y esa transformación, a su vez la acaban transformando otras personas. Hacen al mundo de otra manera; lo re-transforman.
· Vemos a nuestra sociedad actual, donde se atacan, con éxito, principios fundamentales que antes era impensable que se atacaran; pienso en algunos ejemplos: el aborto, la familia, la eutanasia… Además, claramente son puestas ideas que vienen de gente poderosa, que impacta necesariamente en todo el mundo; porque en todo el mundo estos temas son los atacados, con las mismas armas, de la misma manera, usando los mismos argumentos…
· Es decir la sociedad necesita transformarse, el mundo necesita transformarse.
· Para transformar el mundo, lo primero es que nos transformemos nosotros mismos. Es una transformación que no tendrá muchas repercusiones externas, porque debemos transformarnos haciendo lo que hacemos: trabajar.
· No necesitamos hacer nada especial. Sí existe una transformación que consiste en darle un nuevo sentido, un sentido cristiano al trabajo.
Historia
· En una iglesia en los Abruzzos, llamada la Madona de Bisognosi (Nuestra Señora de los necesitado) hay un Juicio Final, donde el cielo está lleno de sacerdotes, religiosos y monjas, y el purgatorio está lleno de gente de todas las profesiones del siglo XV cuando se hizo el fresco.
· ¿Cómo se llegó a eso?
· Los apóstoles y los primeros cristianos se quedaron en el mundo a donde los fue a encontrar el Señor. Y siguieron en ese mundo, pagano, dándole una nueva vida, una luz, amor. Y le dieron la vuelta. Lo transformaron. A costa de mucha sangre (entre otras cosas).
· Pero esa transformación no se acaba. Siempre hay que hacerla, estarla haciendo una y otra vez. Porque hay que llegar a cada persona en nuevas generaciones.
· Es una transformación de amor. Uno a uno y el amor se prueba en el crisol de las dificultades.
· Cuando acaba la persecución (de los emperadores) , aquellos empieza a no estar tan comprometidos.
· Entones algunos, viendo que el mundo era un lugar conflictivo, y tenía cosas malas, deciden alejarse, porque era imposible vivir el espíritu cristiano en medio de ese mundo corrompido. Así que a quedarse en un convento y dar ejemplo desde fuera.
· Así, el ideal de la vida cristiana poco a poco fue convirtiéndose en un apartamiento del mundo. Identificarse con Cristo en la oración y la penitencia, fuera de lo ordinario, de lo de cada día.
· Y se fue olvidando lo que había sido antes.
· Así se llega a la equivalencia de Santidad = Apartamiento del mundo.
· Se olvidó aquello de que Jesús trabajó. Se olvidó de que se podía uno santificar en la monotonía de lo corriente.
· Se olvidó aquella frase de nuestro Señor: “Sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto”.
· Así la Iglesia era un barco gobernado y con remeros que eran los clérigos, los frailes y las monjas, y donde los laicos eran los pasajeros.
· Basta revisar a los santos laicos de la Iglesia durante muchos siglos: o eran mártires o eran reyes y reinas.
· De alguna forma el mundo y la familia se veían como impedimentos para la santidad.
· Los laicos eran fieles de «segunda» categoría. Que no “podían” alcanzar la santidad (o por lo menos la santidad de un religioso).
· Y tampoco se les ayudaba a que conectaran las virtudes que vivían en el trabajo con la vida de piedad que tenían: era como una doble vida la que llevaban. La fe, la piedad, la doctrina, era difícil que influyera en su vida de trabajo. Aquello de que los negocios son los negocios, sin criterios de moralidad y ética que los limitara o ampliara.
· Era como quitarse la cachucha de católico cuando llegaban a la empresa.
· (Hago aquí literalmente un paréntesis. No pretendo, de ninguna manera menospreciar al estado religioso y su maravilloso sostenimiento de la Iglesia durante siglos; además de las aportaciones fundamentales en tantos ámbitos -tanto eclesial como del mundo-. Sencillamente esto contrastando un punto, que fue el olvido de la misión y función de los laicos -hombres y mujeres casado casi siempre- que hubo en estos siglos)
· Entonces se empezó a redescubrir la maravilla del trabajo: el hombre ha sido creado ut operaretur, para que trabajara. Es lo propio del hombre. Esto lo dice el libro del Génesis, incluso antes del pecado original.
· El trabajo para los laicos, para un padre, para una madre de familia, es una necesidad, desde muchos puntos de vista. Por lo que había que re-descubrir que el trabajo y la familia, son medios y ocasión de santidad.
· Volver a conectar esa vida de piedad (esa vida espiritual, vida interior), con el trabajo.
· Transformar en primer lugar al hombre, para que luego este transforme al mundo.
· A lo que más dedicamos tiempo, al trabajo; el lugar donde nos formamos en más virtudes, donde desarrollamos tantas habilidades… pues ese mismo lugar, es un lugar de encuentro con Dios. Allí lo podemos buscar.
· Y esa piedad tendrá que influir necesariamente en la vida familiar y profesional del cristiano. “El tema de tu oración es el tema de tu vida”, decía San Josemaría.
· Encontramos a Dios no sólo en el templo, sino en el trabajo.
· No es una vida piadosa dentro y a pesar del mundo. Sino que es la santificación por medio del trabajo. Santificar el trabajo. Y santificar a los demás con el trabajo.
· Transformando todo, poco a poco, paso a paso, comenzando por cada uno de nosotros. Meter amor en el trabajo.
· Es cumplir la llamada a la santidad por el bautismo. Somos hijos de Dios. Esto nos llevará a ser coherentes con esas ideas que nos transforman y que son transformadoras.
· Así, la Iglesia se convierte en el barco en el que todos remamos y la sacamos adelante.
· “El hombre sólo puede transformar el mundo mediante su propia transformación interior por la gracias de Cristo”.
· Como es lógico, es un proceso que dura toda la vida. Que presenta dificultades, subidas y bajadas y complicaciones. Pero contamos con la ayuda de Dios –de su gracia- y de la formación que recibimos.
· Esto nos tiene que llevar a plantearnos personalmente 4 cosas:
-Formarnos, sabiendo que no terminará nunca esta formación.
-Tratar a Dios: dedicar unos ratos específicos para buscarlo (además de buscarlo y encontrarlo en el trabajo).
-Confiar y buscar la gracia de Dios. Principalmente en los sacramentos: eucaristía y confesión.
-Transformar a los demás
· Siempre encontramos a alguien que nos ayuda a mejorar la formación para que nos transformemos, para que adquiramos ese espíritu cristiano. Y luego, nosotros, transformar el mundo.
· “Lo que hay que meter en Dios es el corazón de cada uno, sea quien sea”.
· “Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo”.
· Todo lo humano honesto es compatible con esto: deseo de carrera, de éxito profesional, de ganar dinero…
· Si sabemos encontrar el quid divinum, ese algo divino que podemos encontrar en nuestro trabajo.