Lo Oréctico en la decisión: una «deliciosa» discusión con un grupo del Medex

Hace pocos días estaba retomando el estudio del libro «El Análisis Filosófico del Acto de la Decisión», y  me encontré con la palabra «oréctico», así que la anoté, y la busqué.

Encontré la definición en un léxico filosófico. Oréctico: es tendencial,  concerniente o relativo a la tendencia. Llano dice, literalmente, «la elección es tendencial, oréctica«.

Llano habla de que la decisión, la elección es oréctica, es tendencial, es una tendencia, no algo intelectual. 

Quiero conectar lo «oréctico» con la clase que hoy por la mañana tuve con un grupo del Medex en el IPADE.

Una de las tantas cosas que se «descubre» con el método del caso es que se aprende a «descubrir»; uno nunca deja de aprender. 

Y cuando la «discusión» se pone emocionante -intelecutalmente hablando- es cuando la cabeza empieza a funcionar a más velocidad, haciendo cierto aquello otro que le leí a Llano: «todo conocimiento es dialógico».

Para tomar una decisión la «materia prima» son las alternativas. Sin ellas no puede haber decisión, o elección. No se puede elegir «algo» si no hay otro «algo» para escoger. Requisito de la decisión es -entonces- tener de dónde escoger, por lo menos entre dos alternativas. 

(No analizo aquí la «decisión» de hacer – no hacer, sino la «decisión» de escoger entre esto y esto otro).

Cuando un empresario no tiene alternativa, no puede escoger, no puede decidir.

Tampoco puede elegir, escoger o decidir, cuando tiene sólo una alternativa.

Teniendo estas premisas, y sabiendo que la elección (decisión o escogencia) es un acto oréctico (una tendencia de la voluntad), es necesario pensar en la inteligencia. ¿En qué estado debe estar la inteligencia para poder presentar a la voluntad algún bien para que ésta escoja?

Se habla, de que el entendimiento puede tener cuatro estados subjetivos: la duda negativa, la duda positiva, la opinión y la certeza. 

La hipótesis es que para que pueda haber decisión la inteligencia tiene que estar en «modo» opinión. Trato de explicar esto.

La duda siempre detiene, no mueve. Tanto si es negativa (no decido porque no tengo ni idea del problema ni de sus soluciones, o no tengo idea de las consecuencias de las alternativas…) como si es positiva (no decido porque ahora sé tanto del problema y de sus soluciones, que no sé cual es la alternativa mejor para mi).

La certeza te lleva a la situación muy parecida a la de que tienes sólo una alternativa. Porque si hay certeza en una alternativa, quiere decir que no hay otra. Y por lo tanto no hay decisión, no hay elección.

Necesitas tener opinión para verdaderamente elegir. La opinión es algo así como «me gusta esta alternativa, pero tengo miedo de que la otra es la ‘buena'». 

De aquí que siempre hay incertidumbre para elegir, para decidir. Y por lo tanto siempre habrá miedo de equivocarte en la decisión.

Lo interesante de la discusión en la clase de hoy fue la crítica a la «no decisión cuando hay certeza». Varios de los participantes exponían que una persona puede estar seguro de algo y que aun así había elección-decisión.

Para mí la discusión fue productiva y enriquecedora. Espero que para los participantes también haya sido así y no improductiva y «confunditiva».

Uno puede tener «certeza» de lo que ocurrirá si elige una alternativa sobre otra. Pero al tener dos alternativas entre las qué escoger, implica que no tengo certeza para elegir, sino una opinión. 

Porque la «certeza» sobre los resultados de una elección no implican que esa sea la mejor alternativa. Es más, probablemente no lo sea y la otra alternativa -aunque no se tenga certeza de sus resultados- resulte más atractiva.

Pienso, por ejemplo, en una inversión. Tengo dos alternativas:
1. Un rendimiento del 3% seguro con un banco de calidad y prestigio.

2. Un rendimiento incierto, que puede ser del 20%, en una empresa que está empezando, pero que puede también quebrar.

En la primera alternativa tengo seguridad de los resultados. En la segunda no tengo seguridad. Pero mi decisión es también sobre lo incierto. A la hora de elegir, tengo una «opinión» de que la alternativa 1 es la mejor… o que la alternativa 2 es la mejor.

¿Quién puede decir ‘objetivamente’ cuál es la mejor alternativa? Nadie. 

Es una decisión libre, única, subjetiva… y se decide sobre lo incierto.

Agradezco a los Medex que participaron hoy activamente, pensando, metiendo cabeza… «sana costumbre» como me gusta repetir tomando la frase de unas personas a las que admiro mucho.


Quiero terminar con otra anécdota de un Medex. Recibí un mail donde me pedía disculpas por su participación, que no había sido «muy acertada». Pero la carcajada me la sacó con la frase que decía: «perdón, tuve un espasmo de estupidez».

Hoy no tuvimos en el aula ningún espasmo de estupidez.