«¡Escribe de las estrellas porque a mí me gustan!». ¿Estaremos solos en el Universo?


(Cómo cortesía de mi buen amigo y asesor de imagen, y fotógrafo consumado, dejo aquí una foto que combina un poco el tema actual -las estrellas- con el anterior del mar de fondo, porque esta foto la tomó Andrés Contenti, con una larga exposición en Miramar hace algunos meses)



Esta ha sido una de las solicitudes más extrañas que he recibido. Un lector de mi blog, me solicitó esto: «oíme, escribí de las estrellas». Yo le pregunté: ¿Que querés que escriba de las estrellas? A lo que me respondió «no sé; no sé nada de las estrellas». Entonces, ¿por qué querés que escriba de las estrellas? Y su respuesta me dejó pensando: «Escribí de las estrellas porque a mí me gustan«

Ante un argumento tan contundente no me quedó más remedio que pensar qué escribir. Así que aquí estoy, escribiendo algo sobre este tema.


Quizá cuando uno vive en una ciudad con mucha luz o muy contaminada, ver las estrellas es algo más difícil. Para los que nacimos hace algunos «eones», donde había menos luz en las ciudades, las estrellas eran algo habitual en el firmamento nocturno. Donde termina siendo asombroso todavía, es una noche despejada en la playa, rodeado de oscuridad, las estrellas brillan por doquier (por eso quisimos poner una foto de eso).


A medida que voy escribiendo, se me van recordando cosas relacionadas con estrellas. Creo que de los primeros recuerdos que tengo es haber dibujado una estrella, y colorearla. Seguro quedó espantosamente dibujada y peor coloreada de amarillo, pero a mi mamá le gustó, y me estampó un beso.


Al tiempo de saber qué era una estrella, recuerdo estar viendo un partido de BKB (Basquetbol) con mi papá en el Gimnasio Nacional de El Salvador. No recuerdo qué partido era, pero sí recuerdo que allí jugaba un joven, que con los años ha llegado a ser muy famoso en El Salvador, no precisamente por basquetbolista: se apellida Hasbún, y le decían Hato; no me consta que sea su nombre, pues a mí siempre me pareció su apodo. Ahora que ha estado metido en política, he visto escrito su nombre así, aunque yo me lo imaginé escrito como Jato, porque siendo la «h» muda, oí cómo mi papá pronunciaba el nombre con «j», diciendo Jato, no Hato. La cosa es que, por primera vez oí la palabra estrella asignada a una persona. Mi papá me dijo «Jato es una estrella del basquet». No sé qué cara puse, pero sí recuerdo haber visto a Jato tomar la pelota y hacer algunos malabares en ese partido; y al mismo tiempo, imaginándomelo como una caricatura, que era una estrella de varias puntas, que jugaba al BKB. 


Al tiempo, me enteré que la palabra estrella se podía asignar a una persona que sobresale en algo de manera excepcional. Y Jato fue un gran jugador de BKB.


Desde pequeño me gustaron las ciencias. Y aunque en mi colegio no estudié cosmología (como sí estudiaron mis hermanos mayores años antes), me hubiera encantado. Pero  tenía entre mis libros de colegio, uno que me encantaba ver; se llamaba «La Tierra y sus recursos» de Levi Marrero (ahora lo encontré en pdf por algún lado). Allí también hablaba del Sol. Así que en ese libro tuve mi primer acercamiento a este maravilloso astro, alrededor del cual giramos, nos da vida, -a veces nos asusta y siempre nos asombra-, y del que todavía conocemos poco. De hecho, de la primera estrella que conviene hablar es del Sol.


Tenemos la experiencia de que el fuego nos quema e ilumina; pero se termina en cuanto se termina el combustible o el oxígeno. Y luego -rompiendo esquemas- te dicen que el Sol va por su vida media (la mitad de su vida), es decir, desde que el Sol es Sol, ha consumido la mitad del combustible del que tiene… y todavía le queda la bicoca de 5,000 millones de años de vida. Por eso siempre pongo de ejemplo, en mis clases, que la frase «mañana seguirá alumbrando el sol» tiene probabilidad uno… Dicho sea de paso, el Sol no necesita oxígeno para generar el fuego, el calor, la luz que nos da vida. Son reacciones atómicas que no se dan naturalmente en la tierra (gracias a Dios, porque si no, seríamos un pequeño sol  y no habría vida).


Otra cosa que llama la atención del Sol es su tamaño. Es enormemente grande con relación a la tierra, y con relación a todos los planetas. El diámetro del sol es de 1.4 millones de kilómetros (la tierra sólo tiene un poco más de 12,000 kilómetros)… La temperatura exterior ronda los 5,500 grados centígrados. La luminosidad, a su vez, depende de la temperatura. Tenemos un Sol que sirve de referencia para la luminosidad de las demás estrellas. Así, la luminosidad del Sol es 1; en una tabla se ve que hay estrellas que tienen luminosidad de un millón, y una temperatura de 50,000 grados Kelvin (a estas temperaturas, los grados Kelvin vienen siendo casi lo mismo que los Centígrados).


Y lo último que hablaré del Sol, es su distancia a la que la tierra gira a su alrededor. La tierra se traslada en una órbita que no coincide con la eclíptica, es decir, que no siempre estamos a la misma «altura» con relación al Sol. Entre otras razones, por esto tenemos las cuatro estaciones, y casi casi que por esto hay vida también. Si la tierra girara alrededor del Sol en la eclíptica, la tierra presentaría al Sol los mismos lugares a la misma distancia, por lo que muy probablemente sería un planeta congelado en los polos, yermo en el Ecuador (por caliente), y quizá habría algo de vida en los lugares intermedios entre los polos y el Ecuador; por supuesto que no habría estaciones, siempre sería el mismo clima, no cambiarían los vientos (o casi no cambiarían), y sería un planeta espantoso… 


Gracias a Dios, estamos a la distancia donde puede haber vida (la llamada Zona de Habitabilidad) y con una órbita que se desfasa de la eclíptica como viene dicho; y además, la órbita no es circular; esto lo descubrió en gran Kepler, basándose en las constantes observaciones de un gran astrónomo, poco conocido: Tycho Brahe, que se pasó años calculando las posiciones de los planetas (que significa errantes), y de dónde Kepler dedujo sus famosas tres leyes. La más importante de estas leyes dice que los planetas giran alrededor del Sol en una órbita elíptica, donde el Sol ocupa uno de los focos de la misma. Para quien ya olvidó la Geometría Analítica (invento del gran Renato Descartes) no sabrá en qué consiste los focos de las elipses… pero resulta que la órbita de la tierra es elíptica, cierto, pero es casi circular. Esto significa que hay épocas del año en el que la tierra está más cerca del Sol (esto ocurre para la época de invierno en el hemisferio norte; el norte le presenta más directamente su cara al Sol) y otras en las que la tierra está más lejos del Sol (que ocurre durante el verano norte). Por esta razón, el invierno en el norte es más cálido que el del Sur, y el verano del Norte es más fresco que el del Sur. Conviene tener presente que por alguna razón -casualidad dirían algunos, Providencia diríamos otros) hay más tierra en el hemisferio norte, y más océanos en el Sur… el agua atempera siempre los excesos.

Pero decía que quería comentar la distancia de la tierra al Sol. Estamos a una unidad astronómica del Sol… somos el parámetro. Eso significa una distancia de casi 150 millones de kilómetros. Es tanta la distancia esta, que la luz tarda cerca de 8 minutos en llegar del Sol a la tierra. La luz es lo que viaja más rápido en el Universo. En teoría, nada puede superar esta velocidad de casi 300,000 kilómetros por segundo. Si se pudiera, un rayo de luz, en un segundo, le daría casi cinco veces la vuelta a la tierra. Esta velocidad es tan espectacular, que el hombre no ha podido llegar ni cerca de ella. Según sé, la velocidad más rápida que ha alcanzado un objeto creado por el hombre, ronda los 60,000 kilómetros por hora…Eso es impresionante para nuestros parámetros en la tierra, pero para el Universo, o el Sistema Solar, es casi nada….


Pues lo que vemos del Sol es lo que ocurrió en él hace 8 minutos. La posición que vemos es 8 minutos después de que la ocupó.


La distancia que recorre la luz en un año se llama año luz. Pues la estrella más cercana, la famosa Alfa Centauro, está ni más ni menos, que a 4 años luz de la tierra. Es decir, que si pudiéramos ir a la velocidad de la luz, tardaríamos 4 años en llegar a la estrella más cercana. Y además, no nos serviría para nada, porque no podemos acercarnos mucho a la estrella, y por lo que sé, esta estrella no está acompañada de planetas que estén en una zona habitable.


Pues el Sistema Solar gira alrededor del Sol; el Sistema Solar está en una Galaxia, llamada Vía Láctea (Milky Way). Pues vamos a los números…. La Vía Láctea se calcula que tiene entre 200,000 y 400,000 millones de estrellas. Es una galaxia de tipo Espiral, y tiene un pequeño diámetro de 150,000 años luz…


Y entre estos miles de millones de estrellas, están algunas de las que vemos a diario. Están tan lejos, que la posición que ocupan en el firmamento nos parece la misma; y eso que todo está en continuo movimiento. Se mueven juntas (para  un observador en la tierra). De aquí han surgido las famosas constelaciones y los signos del zodiaco. Pero quizá la constelación de las 7 cabritas, las Pléyades, son estrellas que están super lejos una de otra. Para nosotros, están todas juntitas…


Vivimos en un planeta que es privilegiado para ver. Es privilegiado para vivir.


Cuando se piensa en todas estas cosas, se siente uno pequeño. Y hasta el momento sabemos que estamos solos en este Universo. Yo pienso que Dios lo creó todo para que el ser humano lo gozara,  y tratáramos de descubrirlo y conocer su grandeza, en la maravilla de esta creación, que se manifiesta enormemente en las estrellas, sobre las que he escrito, cumpliendo la promesa de mi lector, a quien le gustan las estrellas.