Damnatio Memoriae


Alguna vez he publicado aquí el gusto por la lectura de novela histórica que tengo desde hace muchos años. Y también he comentado el gusto especial que he tenido de leer algunos libros relacionados con la historia de los romanos. En los últimos años he descubierto a un autor español, profesor de literatura, llamado Santiago Posteguillo, de quien he tenido el gusto de leer 5 libros de historia novelada sobre los romanos (todavía falta que publique el último de la segunda trilogía), además de un breve libro muy simpático; tengo pendiente de bajar digitalmente otro breve libro que todavía no logro empezar. (Reconozco que mientras escribía esto en el avión, pensé en pasar a comprarlo físicamente, así que ya lo tengo y pronto empezaré a gozarlo; para más  información, se llama «La sangre de los libros»).

Ambas trilogías de Posteguillo están centradas en un personaje. La primera gira alrededor de Publio Cornelio Escipión “el africano”,  un gran general, el único que venció a su Némesis, el gran general cartaginés Aníbal. La segunda trilogía –por ahora faltante del último libro- gira alrededor del Emperador Trajano.

No pretendo discutir las importancias históricas relativas de los dos personajes, porque cada uno es importante en su tiempo. Escipión fue un gran general (algunos lo comparan como el mejor general romano de la historia, sólo debajo del genio de Julio César), y vivió en la época cuando Roma era una República. Por su parte Trajano fue el segundo emperador de la dinastía conocida como Antoninos Píos, de la que forman parte los 5 emperadores buenos ( Nerva, el mismo Trajano, Adriano, Antonino Pío y  Marco Aurelio; el último miembro de esta dinastía fue Cómodo, hijo de Marco Aurelio, quien no es un emperador bueno). Datos interesante e inútil, es que cada emperador enlistado arriba, fue  hijo adoptivo del emperador previo, a excepción, otra vez, de Cómodo, quien sí fue hijo de Marco Aurelio.

Previo a Trajano, y por lo tanto el personaje alrededor del cual gira todo el primer libro de su propia trilogía, encontramos a la dinastía de tres personajes: Vespasiano, Tito y Domiciano. Los últimos dos, hijos de Vespasiano y es conocida como dinastía Flavia. De hecho, quizá el monumento antiguo más conocido de Roma, el Coliseo tiene como nombre oficial “Anfiteatro Flavio”, ya que fue construido por Vespasiano, terminado por Tito y ampliado por Domiciano.

Domiciano fue un emperador al que podría definir como tétrico. Según plantea el libro (no conozco si es algo histórico o sólo parte de la novela) deja morir a su hermano Tito, sin prestarle ayuda médica; manda matar a su propio hijo; creo una época de terror, mandando a encarcelar, desterrar y/o matar a sus adversarios. De hecho, este primer libro insiste en la gran “suerte” de Trajano de no llamar la atención tanto de Domiciano, como para que este lo ajusticiara, pero sí llegara a crecer como para ser un personaje importante, que luego sería nombrado emperador, siendo el primer emperador no nacido en la ciudad de Roma (sino en España, en la zona bética, donde tres cientos años atrás, la familia de Escipión había dejado a colonos romanos cuidando esa zona del imperio).

Perdón por tanta digresión.

A fin de cuentas, la conjura para asesinar a Domiciano tuvo éxito y resultó muerto el famosísimo 19 de septiembre del año 96. Según se dice, a los emperadores los juzga la historia próxima, es decir, el Senado les juzgaba. Y casi que podría decirse que había tres veredictos: era elevado a nivel de dios o era considerado como un emperador “normal” o bien, era borrado de los anales con la famosa Damnatio Memoriae.

Domiciano, debido a todo lo que hizo en sus casi 20 años como emperador, fue rápidamente incluido entre los emperadores a los que había que borrar de la historia. Y eso no era cosa baladí, sino que la aplicación de la Damnatio Memoriae era total. 

Cualquier estatua del emperador era derribada, cualquier nombre del emperador escrito en piedra era cincelado para no aparecer, cualquier moneda destruida o “raspada” para que el nombre o el rostro del emperador fuera borrado, se derogaban las leyes emitidas por el emperador, y se borraba todo vestigio de su imperio.

Creo que ya no existe esto ahora en la sociedad, aunque durante la época soviética sucedió algo similar con algunos líderes que pasaron a la no historia…

Pero pienso que en ocasiones nos gustaría poder hacer algo así con nuestros líderes… endiosar los grandes, soportar históricamente a los normales y borrar a los nefastos. El problema es que en algunos lados, habría que borrar toda o gran parte de la historia si hiciéramos eso…

Los españoles (hago aquí una generalización) en la práctica han hecho una damnatio memoriae con Francisco Franco. Aquel a quien llamaban generalísimo, ahora ya no queda ninguna estatua de él de todas las que se mandó a hacer… y procuran evitar hablar de él ni de su época. Así me comentaba  un amigo de esa nación, que “ahora en España ya no se habla de Franco, sino de la época previa al post franquismo”.


O también deberíamos poder hacer esto con algunas otras personas que no nos enorgullecen con su desempeño. ¿Se podrá? ¿Será lícito? ¿No sería una falta de caridad con el prójimo?