Con lo que no sé, puedo formar una biblioteca


Había prometido escribir algunos recuerdos de los tres años que duró la Maestría en Gobierno y Cultura de las Organizaciones de la que la semana pasada nos entregaron el título.
Empezamos la semana de Pascua de 2013. Éramos 25 (al que se añadió un vigésimo sexto en el curso siguiente). Se hizo un convenio entre la Universidad del Istmo de Guatemala con la Universidad de Navarra de Pamplona, España. Por diversas razones de la legislación europea, el título sería dado por la Universidad de Guatemala, aunque aparecería allí mismo claramente, la colaboración de la Universidad de Navarra. De hecho, la idea de la Maestría es que te faculte la entrada al Doctorado de esta Universidad española.
Prácticamente de los 26 que hicimos la maestría, todos eran profesores de la Universidad del Istmo, profesores de la Escuela de Negocios de la Universidad del Istmo o bien personeros de la Universidad. Yo entré como Profesor del IPADE, quien sufragó mis gastos (también me facilitaron quitándome algunas cuantas sesiones en México para que pudiera asistir a los cursos sin problema).
Nombraron director de la maestría al Doctor Rafael Alvira, profesor de Navarra, filósofo, erudito y sabio (que no es fácil encontrar a una persona con las dos características –erudito y sabio-). De hecho, el primer curso nos lo dio él. Los cursos eran, en su mayoría, de 6 días de clases, de lunes a lunes, con descanso el fin de semana, con tres clases diarias. Algunos cursos, pocos, fueron de 8 días, de lunes a miércoles… de hecho, este primer curso “Principios de Filosofía Política” con Alvira, el curso inaugural, fue de 8 días…
Ver a Rafael Alvira dar clase, de pie, frente a nosotros, hablando, sin ningún papel enfrente (por supuesto sin el power point de costumbre), derrochando información, citando autores (en sus propios idiomas), nos llevaba a una conclusión: ¡soy un vil ignorante!
Después de más de 26 años de dedicarme al método del caso, recibir clases con el método tradicional me “daba miedo” por la posibilidad de caer en los brazos de Morfeo. Pero no tuve este tipo de problemas… cuando tenés frente a vos a un tipo que sabe mucho, lo sabés apreciar. Pero es que, Alvira, además de saber mucho, lo sabía explicar muy bien, llevándonos con orden para entender los diversos momentos de la política a lo largo de la historia en el “mundo mundial”. Pero además de saber mucho y de explicarlo bien, Alvira te hacía pensar y conectar ideas que estaban por allí en tu cabeza.
El método del caso es una metodología que te ayuda a pensar, a través de preguntas (así lo hacía el gran Sócrates). Alvira, usando el método tradicional, nos hacía pensar y sin cuestionarnos. La verdad, es que además de los calificativos que le he puesto arriba debo añadir otro: un Maestro.
A posteriori he llegado a la conclusión que esta Maestría debería tener un requisito de ingreso; es mucho más aprovechable para personas mayores, con experiencia profesional y con algo de cultura filosófica. No quiere decir que  no pueda ser aprovechada por personas jóvenes, recién graduadas, con poca experiencia y sin conocimientos de filosofía… claro que sí. Pero “se goza más” con las características que enumeré antes.
Hace unos días un amigo me felicitaba por la maestría. Y luego de un rato de conversación por chat, le comenté que han sido los estudios que más me han gustado de todos los que he realizado… de hecho, nunca me preocupé por las calificaciones, y es donde mejor me ha ido en las mismas… pero además, estudié mucho, pensé mucho, gocé mucho, me reí mucho, hice buenas amistades… es decir, gocé los estudios de esta maestría como nunca había gozado otros… (aunque la verdad, siempre me da gozo estudiar).
En nuestras tierras es fácil confundir o identificar tres conceptos: Profesor, Maestro y Catedrático, siendo que son cosas diversas. Un profesor es aquella persona que ejerce o enseña una ciencia o arte. Maestro es casi sinónimo de Profesor, pero quizá tiene una connotación que te faculta para enseñar algo con más categoría que un Profesor. De hecho, el título de “maestría” te convierte en Maestro, y dejas de ser licenciado. Para mí el Maestro es alguien que enseña, pero que va más allá: ¡el maestro forma! De alguna manera yo veo al “Maestro” como alguien que se ha ganado, ante sus alumnos, ese título, de alguien que forma y no solo informa.
Ahora bien, el catedrático es un tipo de profesor, que tiene la categoría más alta en la enseñanza media o universitaria; ordinariamente se “tiene o gana” una cátedra. No cualquiera es catedrático. De hecho, en el tercer curso, que nos lo dio una profesora joven, una compañera le dijo: “mire, catedrática”… y ésta le contestó: “yo no soy catedrática,… ya quisiera serlo”.
Pues el segundo profesor que nos dio clase también era Catedrático como Alvira, y además, también un Maestro. Miguel Alfonso Martínez-Echeverría nos dio un par de cursos… este primero fue de “Sentidos y elementos básicos de la actividad económica”. Casi que era un curso de filosofía de la economía. Super interesante.
Antes de empezar la maestría me cuestioné cómo debería de tomar apuntes…. Me planteé tres alternativas (la cuarta, que era no tomar apuntes la deseché inmediatamente). La primera, en la forma tradicional: papel y pluma; luego, tomar los apuntes en el Ipad, ya sea con teclado o bien a mano con bolígrafo especial; la tercera era tomar los apuntes directamente con la computadora. La mayor parte de mis “compañeritas y compañeritos” escogieron estas última alternativa… llamaba la atención cómo con Alvira y Martínez-Echeverría se oían los teclados trabajando a todo meter.
Después de pensarlo mucho, decidí que, para mí, lo mejor era tomar apuntes a mano y luego transcribirlo a computadora. Era un doble trabajo, pero tenía la ventaja de que afianzaba los conceptos e ideas… Mi experiencia fue buena, aunque cada quien tiene su método y sus gustos.
Después de estos dos grandes “monstruos” del conocimiento tuvimos a una profesora –que ya he mencionado arriba- que nos dio dos cursos. Fueron cursos buenos, que nos dejaron –según mi opinión- dos grandes cosas. La primera fue la recomendación de un gran libro, que se intitula “El taller de la filosofía”; después de leer este libro le pedí al autor si pudiera adaptar uno de sus capítulos como una colección de notas técnicas para profesores… aún estoy pendiente de hacerlo y tengo toda la intención de conseguir esto, porque la verdad es un gran libro.
La segunda gran cosa que nos dejaron estos dos cursos fue que nos empezamos a integrar como grupo. En los primeros dos cursos nadie participó… si acaso alguna pregunta tímida de algún “aventado”. Con estos dos cursos, nos sentimos “más en confianza” con la profesora, así que no tuvimos empacho de preguntar, interrogar, cuestionar, auscultar el intelecto, etc… Hasta este momento parecía que el grupo estaba integrado por una “caterva de ignorantes”, que no aportaban nada… a partir de este momento, esa caterva se convirtió en lo que en realidad siempre había sido: un grupo de “intelectos pensantes”, que pensaban mucho y bien. Y que además, tenían la facilidad de tener conversaciones académicas de fondo; al mismo tiempo, se descubría en cada uno su personalidad. Por lo que el enriquecimiento, a partir de aquí, fue mucho mayor.
En fin, no describiré todos los cursos a detalle. De los ya mencionados, Alvira y Martínez-Echeverría tuvimos dos cursos más. El segundo de Miguel Alfonso M-E fue magnífico, además, porque allí conocimos a “Voldemort”. Quien ha leído Harry Potter sabe a quién me refiero. Pero ese fue el apodo que le pusimos al filósofo alemán Max Weber, de quien tuvimos que leer y criticar su famosísimo libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”. Cuando nos referíamos a Weber, siempre decíamos Voldemort… porque era el innombrable. Este curso, fue el que más estudiamos, en equipo. Todos los sábados nos reuníamos el “Club de Toby y la Pequeña Lulú (Evelyn)” a estudiar el curso y luego los capítulos de dicho libro de Voldemort. Nuestro Voldermort rebosaba erudición en su libro, y nunca nadie le explicó que existía el punto y aparte, y se echa unos párrafos interminables (casi como este párrafo).
Nos sirvieron mucho estas juntas de sábados por la tarde. Tener a Miguel Gómez como interlocutor no tenía precio. Miguel!!! Pues qué decir del bueno de Miguel, quien tuvo a bien darnos a conocer su magnífica y profunda inteligencia, adobada con una humildad y sencillez que sobrecogían. Fue el encargado de grabar en video todas las sesiones, que luego podíamos volver a ver (o sólo a oír) para reforzar algo dicho en clase o para cuando alguien no podía asistir a clase. Pues resulta que nuestro buen Miguel decidió dejarnos… se nos adelantó al cielo en junio de 2015, cuando ya habíamos acabado las clases de la maestría. A sus 47 años, el Jefe decidió que estaba maduro para entrar en su Gloria, así que sin previo aviso dio el gran paso que daremos todos algún día. ¡Muchas gracias Miguel! El día de nuestra graduación, Rafael Alvira, nuestro Maestro dijo unas palabras a “uno que se nos gradúa en el Cielo”.
Los otros cursos fueron impartidos por buenos profesores. Creo que vale la pena referirme al curso de ética. Dos egresados nos advirtieron que el “chinito” era bien difícil como profesor: muy exigente y que era muy difícil de pasar. El chinito en cuestión en realidad es filipino. Y resultó muy buena persona, buen amigo, simpático… pero costó como tres días para que rompiéramos el hielo. En las primeras clases estábamos todos –como dicen los ticos- “más tiesos que burro en lancha”. Hasta que nos dimos cuenta que las advertencias habían sido banales, y él nos dio un gran curso.
Otro curso “rompe esquemas” fue el de “Comprensión política del derecho”. El profesor es un abogado, Alfredo Cruz, que nos iba dando conceptos, ideas de derecho y demás…y de repente “soltaba una bomba” que nos rompía los esquemas clásicos… algunas de sus ideas he tratado en algún momento de poner en algún post de este blog. Tengo pendiente leer el libro que me regaló y que dedicó.
Tuvimos otros cursos: de sociología, de historia, aparte de unas conferencias breves de algunos personajes.
Pero me quiero entretener en un curso de liderazgo dado por un político-profesor venezolano, Pepe Rodríguez, exilado en Colombia. Fue majestuoso. A sus más de 70 años, desbordaba vitalidad, erudición, sabiduría, haciendo casi una mezcla entre Alvira y Martínez-Echevarría. Lo que más me llamaba la atención era su amor por su patria de la que estaba separado debido a las personas de todos conocidas: el sufrimiento que demostraba cada vez que hablaba de su Venezuela querida me provocaba mucho dolor.
Y luego, el curso de los cursos, el que más goce, en el que más reí, en el que aprendí más para la práctica fue el de Retórica. Vino un profesor joven, Alvaro Sánchez-Ostiz. Para comenzar la clase nos “engañó” vilmente a todos… nos dijo que no sabía exactamente a qué venía a Guatemala, así que en el avión había pensado en tres posibilidades: o estudiar a los retóricos griegos de la antigüedad (nos soltó una legión de nombres inventados de maravilla); o estudiar a fondo la retórica del siglo XIX de Alemania; o bien, trabajar con la retórica clásica –Cicerón- y su traspaso a la modernidad. Obvio, todos escogimos la última de las alternativas –menos nuestro querido compañero Miguel, que quiso estudiar a los griegos que no existían-. A partir de este maravilloso “engaño” empezamos a aprender y a reír… la pasamos muy bien preparando discursos donde se vio la maravilla de “compañeritos” que teníamos. Cada uno tuvo que preparar un discurso totalmente divergente… y salieron grandes discursos. Me parece que ya he escrito algo sobre esto en otro post, así que no lo detallo.
En fin, ya se hizo muy largo esto, casi como la maestría y sus tres años, más el trabajo final de graduación que terminó en un examen con terna.
¿Qué aprendí? Mucho. Pero podría decir que reafirmé la idea que ya tenía desde hace años en la cabeza, pero que a veces olvido: “la formación no termina nunca”; nunca debo dejar de estudiar, en el momento en que digo basta estoy perdido (es frase de Agustín de Hipona); o como me dijo una vez un colega “Javier, con lo que vos y yo no sabemos, se pueden llenar muchas bibliotecas”
Pues, a estudiar, y nunca dejar de hacerlo.
Este largo post, está dedicado a todos mis compañeros.