photography of waterfalls between trees

Siguiendo con el Afán de Logro

Después del post anterior, que yo supuse un poco árido, me llegaron varios comentarios de diversas personas.

Algunos me comentaron cosas interesantes, pero que no escribiré sobre ellas.

Luego, María Lucrecía, me hizo unos comentarios por escrito -no por audio, como la vez pasada-, que me parecieron interesantes de cara a escribir un nuevo post sobre este emocionante tema del Afán de Logro

María Lucrecia

Pongo en cursiva el texto que le corresponde a María Lucrecia. Le he hecho los ajustes correspondientes a una conversación por chat.

Es cierto que tomar decisiones está relacionado con el deseo que tiene cada persona. Y que las capacidades son ilimitadas.

Sin embargo yo he experimentado algo en mi vida.

Hablando profesionalmente, llegué a donde quería llegar mucho antes de lo pensado.

Y cuando eres una persona ambiciosa, resulta que tus metas y el conseguirlas van atadas a vencer el miedo a tu propia capacidad.

Este primer comentario -que venía en un sólo párrafo en el chat y que yo he dividido- me encantó.

Hay muchas personas que se ponen metas -obvio, hacia el futuro- que pronto se quedan cortas.

Quizá cuando nos proponemos metas, pensamos que pasarán muchos años antes de que lleguemos a conseguirlas.

Y, en ocasiones, pasa lo que le pasó a María Lucrecia, que se consiguen las metas antes del tiempo que habíamos más o menos previsto.

Esto se puede deber a que la meta realmente fue muy pequeña -no magnánima-; o bien, a que hicimos un doble mal diagnóstico: un inadecuado diagnóstico de nuestra propia capacidad -que es lo que comenta María Lucrecia-, o bien a un pensar que las condiciones profesionales eran más difíciles de superar que lo en realidad fueron.

Siempre existe el miedo a conseguir las metas; o más bien, el miedo a no conseguirlas.

Esto sucede siempre en cualquier decisión.

Aunque, cuando la meta está muy clara, y estamos decididos a conseguirla, el no alcanzarla puede ser más duro para quien se lo ha planteado.

El miedo siempre estará allí.

Casi que es un motivador.

Regreso a María Lucrecia.

Una cosa es asumir las consecuencias y otra es saber que eres capaz de más y que no sabías que podías.

Las metas que nos hemos de proponer son metas que nos exigan superarnos un poco, aunque sea poquito.

Pero, como dice Lorda, en su libro Aforismos, «Se hace mucho sumando un poco cada día. Eso sí, cualquier tarea grande necesita arrebatos».

Alcanzar una meta nos implica exigirnos más, un poco más cada día.

Pero si la meta es muy grande, será necesario dar más de lo que podemos.

Pienso que la vida profesional de María Lucrecia así ha sido.

Sigo con su chat.

Por ejemplo, a los 15 años yo sabía que quería ser una ejecutiva de una corporación.

No sabía cómo. Pero estaba convencida de que eso quería.

Pensé que sería a los 40 años.

Resulta que tengo 34 y estoy dirigiendo 4 empresas… y mi perspectiva es ser la directora general en poco tiempo.

Sabía lo que quería; fui detrás de eso y me falta poco para llegar a lo más alto en mi «sueño» (las comillas son del original).

Y después de esto ¿qué más puedo hacer?

Aquí llegó María Lucrecia al meollo… ¿Y qué hago si alcanzo la meta?

María Lucrecia lo resuelve así: No lo digo como algo fatalista; lo digo, porque me conozco y llegará el momento en que lo domine y querré más.

En este momento de la conversación, le escribí a María Lucrecia diciéndole más o menos lo siguiente.

«Mirá: pensá también que te pueden cambiar tus perspectivas o tu modo de ver la vida… y que descubrás que, una cosa que profesionalmente podrías haber conseguido una posición con la que estarías contenta ahora y no antes».

Y la respuesta de María Lucrecia fue: eso es precisamente lo que pienso: que me estoy acercando a otra perspectiva y que me tengo adaptar al cambio.

Entonces, saco yo misma la conclusión, de que las decisiones pueden ser unas y yo puedo asumir todas las consecuencias que desee y la vida traiga; pero indudablemente necesitas evolucionar constantemente.

Las decisiones o las metas que nos propusimos en el pasado -incluso las no alcanzadas- pueden y quizá deben, cambiar.

La experiencia, la vida, los conocimientos, las dificultades superadas, las alegrías, la influencia de otras personas… y muchas cosas más, nos influirían para quizá cambiar de perspectiva.

Recuerdo una anécdota que me contaron. No puedo citar la fuente, ni la he confirmado. Pero creo que queda como anillo al dedo.

Don Pedro de Alvarado acompañó a Don Hernán Cortés en su llegada a México.

A su vez Don Pedro fue a Guatemala, donde fundó Santiago de los Caballeros de Guatemala, como capital de esas tierras.

Don Pedro tuvo una influencia importante en la conquista de todas estas tierras: fue una verdadera figura.

Y según se cuenta, andaba detrás de «El Dorado«, aquel lugar mítico de abundantes minas de oro.

Se movía, en buena parte por eso.

Hasta que tuvo el accidente donde le arrolló un caballo.

Lo que quería recordar era que don Pedro no falleció de inmediato sino que pasó un tiempo agonizando.

En un momento llegó el sacerdote para darle los auxilios de la Extremaunción (como se llamaba en esa época la unción de los enfermos).

Y parece que le preguntó: «Don Pedro, ¿dónde le duele?». A lo que el conquistador le dijo: «me duele el alma».

Pues claro que las circunstancias habían cambiado absolutamente, y El Dorado pasaba a un último término, ocupando el primer lugar la salvación de su alma.

Y así seguía diciendo María Lucrecia

Creo que en ese momento de la vida de cualquier persona, te debes replantear tus metas.

Porque, probablemente, estarás en otra etapa y querrás hacer algo diferente.

Pero sí es un problema, porque generalmente uno se siente perdido.

Aunque una persona que ha sido persistente y perseverante en la vida, entiende que debe hacer ésto: replantearse sus metas… empezar desde cero.

Hasta aquí mi simpática conversación por chat como María Lucrecia.

Talío

No podía faltar a esta reflexión mi amigo Talío.

También en una conversación por chat, me decía algunas cosas que me ayudaron también a reflexionar.

Tu post me recordó algo raro y no sé por qué lo relacioné.

¿Sabes? La plenitud me da un poco de miedo

Entre otras razones, porque una vez alcanzado el objetivo (la meta) se acaba la motivación.

Le había pasado que sólo en una ocasión había pensado para sí: «lo tengo todo, no podría ser más feliz».

Y a los pocos días, había perdido la felicidad en un incidente muy doloroso.

Me recordó aquello que se decía: «es más feliz quien ve la meta cerca que aquel que ya la ha alcanzado».

Y es lógico: quien ha alcanzado la meta, la puede perder… quien todavía no la ha alcanzado tiene la esperanza de alcanzarla.

Y cuando las metas son bienes económicos, termina siendo más fácil perder la motivación.

Es lo que hace años escribí como adaptación hedónica.

Buscar sólo bienes materiales te «harta».

Y me decía Talío: prefiero no estar pleno, sólo muy feliz.

No estar pleno, para mí, te hace ir por todo lo que comentas en tu post, ¡vivir!

Hasta aquí los comentarios de Talío.

Realmente me hizo más, pero estos son los que considero que podrían ser útiles para estas pocas palabras.