Esperanza ante las dificultades

He estado unos días fuera de mis actividades ordinarias, para descansar un poco del año lectivo. Y en ese lugar he encontrado cosas interesantes para tratar de asimilar.

Non nova…

Me recordaba esta situación a una frase latina que creo que viene como anillo al dedo: Non nova ut sciatis, sed vetera un faciatis, que podría traducirse como algo así: “no has oído o leído cosas nuevas para que las sepas, sino cosas antiguas para que las hagas, para que las vivas”.

Y así ha sido con lo que me he encontrado.

Dejo claro que las ideas que verteré no son mías, sino cosas que he oído-leído de otros.

Algo de reflexión le he tratado de dar a estas ideas, porque quiero que sean vuelvan parte de mi vida y no sólo como tener ideas perfectamente asimiladas y no aplicadas.

Del negativo al cándido

A lo largo de los diez años que tengo escribiendo estos posts he tratado de escribir siempre en positivo, por lo que he tratado de dejar de lado artículos y/o comentarios negativos, pesimistas.

Es muy fácil tener una visión negativa de la vida: a veces los problemas personales -salud, económicos, emocionales, laborales, … – nos pueden llevar a considerar que la vida es un camino lleno solo de dificultades.

Eso sin considerar las situaciones a las que como humanidad nos enfrentamos en el presente y lo que se puede venir en el futuro…

Puede ser la “tormenta perfecta” de pesimismo y negatividad.

En el otro extremo podríamos caer en la visión cándida de la vida.

Una visión ingenua, simple, como de un niño, no enterado de la realidad externa y las dificultades que conlleva la vida.

Cada uno tendrá su forma de observar el mundo y las circunstancias personales, que en ocasiones son realmente muy duras.

Quizá podría considerarse una postura intermedia -si es posible aquí poner un punto medio-.

Esta sería una visión que exigiría un fundamento, que sería descubrir una trascendencia en la vida humana, en nuestra vida personal.

Paréntesis

Mientras armaba este rompecabezas, tratando de ordenarlo lo más posible, me topé con un texto de una novela que estoy leyendo, que se llama “La Reina sin espejo” de Lorenzo Silva, que ejemplifica -reduciendo la vida a lo sensible- lo que he escrito arriba.

Transcribo un soliloquio del Sargento Bevilacqua:

“A medida que van pasando los años y me voy haciendo mayor, creo cada vez con más convicción que hay algo cierto y nítido entre todas las sombras irreductibles que conforman la condición humana: que la vida sea una cruz insoportable, o una aventura curiosa y digna de ser recorrida, es una cuestión en la que influye notablemente lo bien o lo mal que uno haya podido dormir la noche anterior. Puede que el axioma no valga tanto para los menores de veinte años, y que entre los veinte y los cuarenta conozca numerosas excepciones. Pero de cuarenta para arriba, dudo que haya muchos que se salven. Cuando has dormido mal, eres un despojo y poco importa que en el día te aguarde un programa repleto de festejos (ítem más, cada uno de esos festejos será en ese supuesto una estación más de tu viacrucis). Por el contrario, cuando has dormido bien, ya pueden salirte al paso los problemas más enojosos, que buscarás y encontrarás la manera de quitarles importancia y, en algún que otro caso, incluso el modo de resolverlos.”

Esperanza.

Después de la digresión, regreso a la idea central.

Encontrar en la vida la trascendencia te exige y conlleva a lo que, tradicionalmente se la ha llamado Esperanza.

En el diccionario de la RAE hay tres acepciones de Esperanza. Sólo pondré aquí la primera y la tercera, porque la segunda se refiera a la esperanza matemática, que no nos aplica tanto en este post.

La primera dice así: “Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”.

Tenemos siempre la esperanza cuando vemos la meta cerca y nuestras capacidades nos permiten y facilitan llegar a ella.

Por otro lado, tercera acepción de la Esperanza es la que yo tenía en mente cuando ponía arriba de esa visión. “Virtud teologal por la que se espera que Dios otorgue los bienes que ha prometido”.

Y sería muy bonito para los demás, que todos pudiéramos ser transmisores de esperanza, de una confianza no sólo en nuestras capacidades personales, sino una confianza-esperanza que se fundamenta en Dios.

A poco que uno se dedique a pensar, descubre que estamos totalmente en las manos de Dios.

Hace pocos años pasamos por una pandemia en la mejor época tecnológica de la humanidad.

Allí muchos -por no decir que todos- tocamos la muerte con la mano. Descubrimos que Dios es quien nos cuida y guía.

¡Estamos en las manos de Dios!

Así como recibimos la vida de Dios -a través de nuestros papás-, la vitalidad y la fecundidad, en cualquier ámbito, siempre vienen de Dios.

Todavía más claro sería sostener que la fecundidad en el ámbito espiritual siempre viene de Dios.

Qué bonito sería que todo lo que hacemos habitualmente -estar en la familia, hacer el trabajo, descansar, etc.-, pudiera estar también acompañado de esa fecundidad de Dios.

Y para que eso tenga esa vitalidad y eficacia -no sólo humana sino también en ese plano trascendental- es necesario poner los medios correspondientes.

Es decir, para tener “éxito” profesional, es un requisito trabajar, y trabajar bien.

Ese trabajo bien hecho y elevado a un orden por encima de lo natural, será una gran ayuda para la transformación del mundo.

Oración

Para tener “éxito” plusquam-profesional (más allá de lo profesional) es requisito lo anterior y también incluir ese trato personal con Dios, al que podríamos llamar oración.

De hecho, se podría decir que la oración es la virtud de la esperanza en acto.

Empezamos transformándonos cada uno de nosotros para ayudar a transformar el mundo.

Quizá con nuestro trabajo no logremos hacer mucho. Pero con la elevación del trabajo al orden sobrenatural, todo lo que hacemos afecta positivamente a todo el mundo.

Lo anteriormente dicho es difícil -por no decir imposible- de medir y de conocer.

Eco en la eternidad

Y aquí entra en juego también la esperanza: saber que cada detalle de las cosas que hacemos -otra vez: en la familia, el trabajo, el descanso…- tiene repercusión en la eternidad.

Robándome la frase de Máximo Décimo Meridio al inicio de la película El Gladiador: “Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad”.

Y quizá podríamos añadir a esa frase que el eco no sólo es en la eternidad, sino también en el presente y futuro próximo.

Es una visión de la vida que, en medio de las vicisitudes cotidianas, nos llena de esperanza.

Y si a eso añadimos que, quien lleva la contabilidad de las cosas buenas que hacemos, las lleva bien contabilizadas y nos las pagará con un “dinero” que es la felicidad.

Así que, siempre hay que contar con Dios, con la oración.

O como dijo San Juan Pablo II (Magno le llamo yo): “primacía de la gracia como un principio esencial de la visión cristiana de la vida”.

Esto tiene muchas repercusiones, pues la transmisión de la esperanza sólo será si cada uno somos esperanza.

Y esto sólo se logra cuando estamos cerca de Dios.

Es un realismo esperanzado: viendo las dificultades personales y externas a nosotros, transmitir esa esperanza de que podemos y haremos mucho bien.

Los problemas de la vida.

A lo largo de estos posts he citado varias veces a Don Carlos , con quien he tenido, y sigo teniendo, el gusto de vernos por lo menos una vez al mes.

Tenía algún tiempo que no lo citaba, porque no había citado a mi querido Don Carlos.

Esta semana volvió a soltar una frase con sabiduría empresarial y que aplica para complementar lo que aquí he querido trazar.

Estábamos en una junta; algunos estábamos comentando las dificultades que se podría encontrar en un mercado distinto al que estamos acostumbrado.

De repente, Don Carlos nos dice: “me gusta llevarles la contraria a ustedes”.

Nuestra cara fue de sorpresa… y no dijimos nada.

Siguió Don Carlos: “Mientras más problemas hay, más éxito tenemos”.

Me encantó la frase mucho, por todo el significado, al mismo tiempo que me recordaba algún post escrito hace años del pollito del avestruz.

Los problemas nos ayudan a superarnos, a seguir adelante, a movernos.

Cuando no tenemos dificultades caemos en la molicie e indolencia.

Las dificultades nos retan, nos fortalecen…

Así que, a pesar de lo difícil de la vida, siempre podemos llegar a más.

PS. Disculpas por lo largo de este texto y por lo desordenado de las ideas…