Lo políticamente correcto

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(Este post tiene ya unas cuantas semanas que lo escribí. Como puede llegar a ser un tanto polémico, preví la mejor asistencia de mis asesores, quienes me recomendaron algunos cambios que no había podido hacer hasta ahora. También me he quedado esperando a uno de mis asesores, pero sabiendo ya que no podrá darme alguna sugerencia, sólo trabajé los cambios con la ayuda de dos de mis asesores)


La verdad no recuerdo cuándo fue la primera vez que oí esta expresión: políticamente correcto. En los últimos meses, con la llegada de Trump a la arena de las elecciones en USA (EEUU para algunos), este tema fue siendo cada vez motivo de comentarios y expresiones entre muchas personas. De hecho, una de las cosas que más me llamó la atención de Trump, es que no es políticamente correcto.

Me puse a Googolear esta expresión, para escoger alguna imagen que quedara bien en este post, pero  las que encontré no eran políticamente correctas. (Al final escogí algo que no es tan políticamente incorrecto)

Desde hace años que hay que medir las palabras cuando se refiere uno a algunas minorías. Por ejemplo, antes se llamaba «negro» a quien ahora se llama «afroamericano», o persona de «color» o «moreno», o en en buen chapín: «morenito». Decirle a alguien «negro» nos pone el sambenito inmediatamente de racista. En mi niñez y juventud, hablábamos políticamente incorrectos. (Sambenito es una marca penitencial de la antigüedad que distinguía al pecador que está en proceso de arrepentimiento).

Por cuestiones que podríamos catalogar de azar o casualidad (es políticamente incorrecto decir que es por «Cuestiones Providenciales), he leído y he visto unos cuantos artículos y un vídeo que de alguna manera se refieren a este tema.

Comento algunas cosas del vídeo. Pienso que vale la pena que lo veas. Es muy corto y dura exactamente 5 minutos (bueno, para ser políticamente correcto debería decir que dura un poco más de 5 minutos, porque dura 5 minutos y 1 segundo). Te adjunto el link: https://www.aciprensa.com/noticias/video-una-joven-se-indigna-se-respeta-creer-en-extraterrestres-pero-no-creer-en-dios-79519/ (Tienes que copiar la dirección en tu browser)

Esta chica del vídeo va desgranando algunas experiencias que ha tenido en la sociedad de España donde vive, donde todos «son» comprensivos con todos. Todos (y todas, para ser comprensivos y correctos), escuchan las creencias de sus compañeros que creen en lo más inverosímil. Cuenta que hay uno que cree en los reptilianos y que todos muy comprensivos con él por la valentía que demuestra en esas creencias; lo mismo pasa cuando alguno cree en Buda, en la reencarnación… Todos (y todas) de sus compañeros (y compañeras) aceptaban de buen grado, con tolerancia esas creencias y esas formas de vida, incluso de aquellos que decían no creer en nada (cosa por demás difícil eso de no creer en nada).

Cuando le toca el turno a ella, de exponer sus creencias, y dice que cree en la Biblia y que es cristiana (católica en este caso)… entonces, todos (y todas) se le echaron encima. Parece que la pasó mal la pobre… y siguieron dándole duro de ahí en adelante, por ser creyente, pues ser creyente no es políticamente correcto.

Cuando esta chica va describiendo en su vídeo estas cosas, recordé aquella frase que dicen que escribió Chesterton, un inglés que no fue políticamente correcto: «cuando se deja de creer en Dios, se acaba creyendo cualquier cosa». Porque efectivamente, el ser humano está diseñado, por naturaleza, para creer. Y hablo aquí no necesariamente de fe sobrenatural, sino de fe humana.

Alguien nos ha dicho que debemos evitar ofender a las minorías, por lo que es necesario hablar correctamente y no ofender. Cosa que me parece adecuada, pues nunca es bueno ofender a alguien. Pero luego, eso se ha llevado al extremo de marginar del espacio público a los conceptos que estos mismos señores (o señoras) consideran que no es políticamente correcto.

Copio un texto de uno de los artículos que he leído recientemente: «Pero los partidarios de implantar esa nueva ortodoxia, surgida de la contracultura de los años 60 y 70, tienen otra visión de la jugada. Para ellos, el problema de fondo es que la civilización occidental arrastra un prejuicio histórico hacia las minorías raciales, las mujeres y los homosexuales. Es preciso corregir ese prejuicio –a través-, por ejemplo, del análisis crítico del lenguaje o de las medidas de discriminación positiva– para que estos grupos no se sientan ofendidos.» 

Sigo copiando: «Para evitar el peligro de intolerancia, dice Bloom, se ha inculcado en los jóvenes la aceptación de la diversidad por encima de cualquier otro valor: nadie tiene derecho a juzgar los puntos de vista ni los estilos de vida de los demás, pues esa apertura –se les repite– es ‘la condición de una sociedad libre’”. (Estos textos han aparecido en Aceprensa. Si quieres el texto completo, me lo pides y te lo hago llegar; está tomado de un artículo sobre política).

En la práctica resulta que la tolerancia sólo está restringida a lo que las élites culturas quieren que esté restringida. Hay que respetar a las minorías raciales, a las mujeres y los homosexuales. Y por lo tanto, a quien diga «algo» en contra de estas minorías se convierte en racista, misógino (o machista) y homofóbico.

Y luego van alargando este colocar etiquetas que terminan destruyendo la realidad de los términos. El autor del artículo del que he copiado algunos párrafos llama a esto sobreactuación. Así «también hay sobreactuación cuando se tacha de “austericidas” a quienes expresan su preocupación por la sostenibilidad del sistema del bienestar; de “racistas” a quienes piden medidas frente a la inmigración ilegal; de “ultraconservadores” a quienes se oponen al aborto; de “homófobos” a quienes creen que el matrimonio solo puede ser entre un hombre y una mujer… A fuerza de exagerar, banalizamos el lenguaje y nos quedamos sin vocabulario para encarar a los verdaderos ultras.»

Y entonces la tolerancia sólo puede ser para aquello que está de moda y que apoya a lo políticamente correcto. Para todo lo demás se puede excusar la intolerancia, forrada de tolerancia, cuando en realidad es un irrespeto a las ideas de los demás.

Hay muchas cosas más que se me quedan en el teclado. Pero aquello de que «el fin justifica los medios» es llevado por estas ideologías al extremo. Parece que lo políticamente correcto lo que quiere hacer es destruir valores de la mayoría, impidiendo que puedan seguir sosteniendo esas ideas y valores, para imponerles unos nuevos valores -con respeto y tolerancia mal entendidas- que van en contra de los valores originales.

Sé que volverán los valores tradicionales de nuestra cultura. La tolerancia y el respeto son unos de ellos; pero debemos exigir que la tolerancia y el respeto sean también para aquellos que consideramos que lo políticamente correcto no siempre defiende mis valores.