Las «nuevas» tecnologías




Hace pocos días tuve ocasión de estar en una conferencia que tenía más o menos el título que encabezan estas líneas.

El conferencista, a quien tengo el gusto de conocer desde hace más de 30 años, nos introducía el tema diciéndonos que el nombre de «nuevas» tecnologías quizá no fuera adecuado para todos; quizá para nosotros, nos decía, son nuevas tecnologías, pero para los niños y jóvenes, que son «nativos tecnológicos» no son nuevas, sino es algo con lo que nacieron.

Como quizá nosotros con algunos aparatos de tecnología, como el teléfono. De esto contaba la anécdota de un joven, sobrino suyo, que fue con su papá de visita a un lugar donde tenían todavía un teléfono de dial; y el niño, todo sorprendido decía: «Mirá papá, un teléfono de disco»; ¡nunca había visto uno!

Esto me recuerda uno de los capítulos de la serie Downton Abbey. Después de mucho cavilar si convenía o no, el Conde decide que necesitan instalar un teléfono. El mayordomo, quien se encarga de todo, solicita que se ponga un teléfono en la biblioteca y otro en su despacho, para él personalmente atenderlo. Es muy ilustrativa -y graciosa- la escena en la que el buttler está frente al teléfono -aquellos teléfonos que se descolgaba el auricular y se levantaba el micrófono para hablar- viéndolo detenidamente, hasta que decide levantar la base y ponerse en auricular en el oído, y «contesta» el teléfono, más o menos así: «Aquí Downton Abbey, habla el mayordomo Mr. Carson» y cuelga. Al momento, vuelve a hacer lo mismo, cambiando la frase de contestación, como para calibrar cuál de ellas sea la mejor. Hasta que al tercera ocasión que trata de hacer lo mismo, le contesta la operadora preguntándole qué deseaba; el desconcierto de Mr. Carson es tal que la escena resulta la mar de simpática.

(Por cierto, muy recomendable esta serie. No deja de ser una telenovela, pero bien hecha, excelentemente ambientada, actuaciones fuera de serie -Mr. Carson, la genial Maggie Smith-, y hasta emocionante. Dicen que esta serie ha dado un incremento al número de mayordomos en muchas partes del mundo).

No es lo mismo haber nacido con toda esta parafernalia de tecnología que haber ido viéndola poco a poco, como nos ha ocurrido a los mayores. Yo, la verdad, no dejo de asombrarme sobre todo, con las tecnologías de la comunicación. Poder hablar por teléfono sin costo entre países me resulta todavía increíble. Recuerdo que cuando en 1986 fue el terremoto de San Salvador, yo vivía ya en Guatemala; habré marcado unas 100 veces por teléfono, para ver si lograba alguna comunicación; no lo logré porque la red telefónica se había dañado. Cada marcada eran unos 30 ó 40 segundos, dándole vuelta al dial -al disco-; y luego, la única forma de enterarte algo era a través de la radio, si tenías suerte de coincidir con la noticia. Recuerdo que en esa ocasión un amigo logró averiguar, por un amigo suyo radioaficionado, algo de mi hermano, con el mensaje que decía que todos estaban bien.

Ahora esto es impensable. Tenemos mil formas de enterarnos en línea de todo. Las comunicaciones son fuera de serie. La mejor que he tenido fue una hablando con personas en Bélgica, México, Guatemala y El Salvador… con lo mejor: sin costo ni restricciones de tiempo. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que tenías que pensar bien la redacción de un telegrama, el saber usar el minuto exacto de una llamada internacional, el usar el teléfono lo menos posible -por el costo-… cosas que han pasado para no volver, como tantas otras.

¿Nuevas tecnologías? Recuerdo que hace unos años salió un video muy gracioso que satirizaba el uso de las computadoras, como un cambio de tecnología, comparándolas con el cambio del papiro al libro. Pongo el link por si lo querés disfrutar: http://www.youtube.com/watch?v=93SgXeu-SeY 

 Tengo mucho que escribir sobre la conferencia, pero lo iré haciendo poco a poco. Por de pronto quería introducir el tema. 

No quiero terminar este post sin sacar alguna pequeña conclusión. Pienso que muchas de las tecnologías no son buenas o malas; muchas veces dependerá de si se usan bien o mal, para el bien o para el mal; si nos hacen crecer o nos hacen disminuir, como sucede con el trabajo por ejemplo. En general, los trabajos que realizamos son honrados, y esencialmente no son buenos o malos; los haremos buenos  o malos si nos hacen crecer en virtudes o crecer en vicios (perdiendo las virtudes). Es lo que comentaba en un post anterior: «reducilo todo a virtudes». 

Lo dejo por aquí, y prometo que pronto estará una segunda parte acerca de este maravilloso mundo de las «nuevas» tecnologías.