Bájale dos rayitas

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“Bájale dos rayitas” dijo Carlos en la sesión de trabajo en equipo. Éramos 5: un viejo amigo o amigo viejo, a quien conocí hace casi 30 años, Enrique, de quien aprendí mucho y me divertí mucho cuando me dio sesiones en la Maestría. Otros dos eran profesores jóvenes: Carlos, quien es recientemente profesor, aunque ya frisando los 40; Woom Bi (espero haberlo escrito bien) también por esa edad y de origen coreano (más bien, coreano 100%), aunque habla el español con un dejo argentino, pues allí vivió su niñez. A Carlos y a “Umbi” (así se oye cuando todos lo llaman) ya los conocía desde que empezaron a trabajar en el IPADE, e incluso cuando hicieron la maestría, aunque no los llegué a tratar. El último integrante era Benjamín, que me parece que literalmente es el Benjamín de los profesores del IPADE. No he tenido el gusto de conocerlo en persona, pero creo que trabajar en equipo cinco días nos ha acercado.

 

Este breve post pretende ser un complemento del de ayer. Lo escribo después de tener una agradabilísima junta con Alejo de hora y media (a quien le agradezco su tiempo para platicar). Conste que le pregunté sobre los 8 hijitos de la vanidad, pero todavía no me ha mandado el material de la que puedo sacarlo.

 

La plática fue muy agradable. Y en esos 90 minutos platicamos de todo un poco. Desde el fallecimiento de mi mamá (Alejo estuvo muy pendiente de su enfermedad y luego de las Misas que se celebraron en México por ella con el padre Miguel Angel), hasta el trabajo en equipo de este programa de antropología para profesores que tuvimos esta semana.

 

Ya había pensado escribir estas líneas y con el intercambio de ideas me animé a terminarlo de una vez, porque quiero publicarlo para el fin de semana, ya que para el lunes tengo que publicar uno especial (del que espero estén pendientes mis benevolentes lectores).

 

La confianza que siempre se genera en el trabajo en equipo en los programas del IPADE también se dio en este equipo digital. Carlos nos contó una buena historia de sus años haciendo el máster. Y Umbi nos contó su fascinante historia de cómo se animó a hacer el máster de tiempo completo en el IPADE en contra de los deseos de su familia. Espero algún día pedirle que me la vuelva a describir para que la pueda publicar en este blog, porque es fascinante. Sólo me gustaría comentar que a Umbi le cambió totalmente la vida el IPADE… a todos nos cambia, pero a él todavía más.

 

Pero bueno, mi objetivo era escribir sobre lo que nos dijo uno día en el trabajo en equipo Carlos. Que al personaje del caso había que decirle bájale dos rayitas. Esta expresión podría decirse en el lenguaje de los Les Luthier en aquella cálmese doctor que Mundstock le dice a Rabinovich en aquella obra titulada “el negro quiere bailar”.

 

Recordé, cuando Carlos mi colega, dijo la expresión bájale dos rayitas,  una anécdota sucedida hace muchos años entre tres grandes hombres, los tres ya fallecidos. Estaban platicando Charly (un gran empresario, CEO de una gran empresa), Carlos (un médico internista de gran prestigio) y Guayo (un abogado de renombre). En un momento determinado Carlos el médico le dice a Charly el empresario: “Charly, necesito tu ayuda, porque tengo unos centavitos que deseo invertir; te agradeceré que nos podamos juntar para ver esto”. A lo que Charly el empresario le contestó: “Claro que sí Carlos. Sabés qué. Te pido una cita para platicar de esto y de paso me das una revisada, porque me he estado sintiendo un poco mal”. Al terminar de oír esto, Guayo, sonriendo les comenta: “me encanta. El médico pidiendo ayuda al empresario y empresario al médico. Uno porque gana dinero y el otro porque se enferma de tanto trabajar. Y lo mejor de todo, es que yo como abogado, estoy en medio de todas sus transacciones”.

 

Eran unos genios estos grandes hombres a quienes yo los trataba de usted y de don cuando alguna vez los saludé. Y esta anécdota me servía para complementar lo que decía Carlos mi colega (ahora caigo en la cuenta de que he mencionado a tres Carlos en el párrafo anterior).

 

Y es que un tema que salió muchas veces en el curso de Antropología fue la salud. En el mundo tan competitivo que vivimos, las exigencias de las empresas son tan fuertes que frecuentemente suceden problemas de salud en los empresarios. Casi todos los protagonistas de los casos tenían problemas para dormir y para descansar. Fueron saliendo anécdotas. Raúl nos contó como se desmayó en una sala de juntas como resultado de 5 úlceras sangrantes que le habían dejado casi en ceros la reserva de sangre. O aquel otro alumno que Alejo contó que se había pasado 6 meses sin poder leer una línea por un burnout que tuvo después de trabajar intensamente varios años sin un descanso adecuado. O la llamada que recibió Alejo de una gran, gran, gran, empresa de Latinoamérica, que le decía: “Alejandro, se me están enfermando mis ejecutivos principales en todos los países; problemas de todo estilo de salud: desde infartos hasta Parkinson. Pero fuera de lo normal. Y sé que es por la presión del trabajo. Necesito tu ayuda”. (Esto no se ha terminado de concretar por la pandemia, pero esperamos que se pueda ayudar sin destruir la salud de Alejo).

 

Qué difícil es descansar, desconectar, especialmente en estas épocas en las que uno puede estar conectado siempre. Hay muchas maneras que podemos aprovechar para descansar, que en el fondo es cambiar de ocupación. Ahora se está poniendo de moda meditar. Para los que tienen fe, esa meditación se puede convertir en un rato de oración, de dejarle a Dios las preocupaciones (por lo menos un rato). Y cuidar bien el sueño. En fin, expertos hay del tema que nos pueden ayudar para evitar caer en el Karoshi japonés, de muerte por exceso de trabajo.

 

Les recuerdo que para el lunes tengo preparado un post especial. Así que, nos vemos el lunes.