Pitahaya


Hoy, para el postre comí Pitahaya, o Pitaya, como se dice habitualmente. No me resistí a tomarle una foto que aquí presento…

De lo que recuerdo, es la fruta más colorida que he visto en toda mi vida. Es sumamente atractiva a la vista. Literalmente a uno se le van los ojos tras el color, especialmente de la especie de pulpa morada.

Todavía recuerdo la primera vez que vi esta fruta. En El Salvador nunca la comí, hasta que llegué a Guatemala. Oh sorpresa. Una fruta nueva, y además, de lo más llamativa. Y me sucedió lo que veía hace poco en un clase. Hago un paréntesis.

Estábamos estudiando los trascendentales del ser (Uno, Verdadero, Bueno y Bello). Y el profesor Alvira nos decía que lo Bello es lo que te atrae de primero del ser. Y ponía el ejemplo de una persona bonita: es atractiva (o), es lo que te hace acercarte a ella (él). Y luego decía, en sorna, «pero hablas con ella (él) unos minutos, y se termina la belleza».

Pues así me pasó a mí con la pitahaya. La ves y te apasiona. La huelés y dudás. La probás y  y te preguntás: ¿por qué no agarré el banano (guineo o plátano, dependiendo del lugar de origen de los lectores). No es que sepa mal (de hecho,hoy la comí). Pero el sabor no tiene nada que ver con la intensidad del color, con la atractividad a la vista.

Así pasa con algunas personas. De lejos atraen. Y de cerca repelen. Porque no somos coherentes, consecuentes con lo que pensamos. Todos sabemos que eso es difícil, pero tenemos que proponernos serlo… la hipocrecía repele, aleja… Y para eso, ayudar a los que están cerca a que seamos coherentes.

No seamos como la pitahaya.

Hasta la próxima.