Prudencia, Magnanimidad y Medex



Uno de mis lectores habituales me hizo unos comentarios sobre mi anterior post. Además, este lector tiene la categoría de revisor de estos breves escritos. Siempre me saca de apuros cuando «escrivo» palabras incorrectamente, o cuando la redacción «quedan» mal escrita.

Pues la observación que este benevolente lector me hizo fue que no estaba de acuerdo en algunas cosas que había escrito, y específicamente que yo ponía que a veces se llama prudencia al miedo a las decisiones arriesgadas.

Y aunque en el post anterior eso se daba a entender, no hay nada más alejado de la realidad, porque las decisiones, que deben ser prudentes, por su naturaleza han de ser grandes, magnánimas, con lo que el riesgo es inherente a ella.

Hoy tuve la oportunidad de conmemorar 20 años de haber terminado la Maestría en Dirección de Empresas para Ejecutivos con Experiencia en el IPADE. Nos reunieron en el IPADE , junto a a otras generaciones que también cumplían años «redondos» para tener unas actividades académicas y un buen almuerzo (comida en mexicano).

Por diversas circunstancias no había tenido la posibilidad de asistir a ninguna actividad en los 20 años anteriores. Así que tuve la gran alegría de reconocer caras y nombres después de esta dos décadas. Fue un gran gusto rememorar algunas historias de esos lejanos días, donde treintañeros nos lanzamos audazmente a conseguir un título que nos hacía falta.

No sé para mis compañeros, pero para mí, lanzarme a la aventura de dejar Guatemala para trasladarme a México a estudiar dos años, al mismo tiempo que trabajaría para costearme los estudios,… pues fue una gran aventura.

Aunque pueda parecer pedante, me parece que para mí esa decisión fue magnánima, grande, audaz. Recuerdo cómo viajé con un pavor espantoso, al dejar la «seguridad» de lo que ya hacía, para ir a la ventura. Siempre he sido favorable a los lugares y situaciones conocidas y contrario a lo desconocido. Así que para mí forzarme a dejar todo por empezar una nueva etapa, me llenaba de angustia… pero «le echamos ganas», y pronto mis buenos amigos mexicanos me ayudaron a superar esa primera parte de mi etapa mexicana.

Con la ayuda de Oscar y Lorenzo, pronto me encontré súper a gusto en el IPADE. Y luego mis compañeros de maestría me ayudaron mucho. 

Nunca olvidaré cuando mi querido Mauricio me llevó a mi casa el primer día: como no conocía él (menos yo), dimos una gran vuelta por el periférico -innecesaria- y al final nos pasamos, así que Mauricio retrocedió como 100 metros por una calle de un sólo sentido (permito por la legislación mexicana) para gran susto mío.

Tampoco olvidaré cuando fue Giovanni quien me llevó a mi casa… Lo divertido es que me fue corrigiendo mi «español guatemalteco» para traducirlo al «español mexicano». No se dice «redondel» sino «glorieta», no se dice «arriate» sino «camellón». Pues hoy, 22 años de eso, Giovanni me corrigió como 10 cosas… entre otras me dijo «necesitas recortarte bien la barba, que la andas fatal»… eso por supuesto, después de haberme molestado porque me había comido a Javier Duarte de hace 22 años…

Especiales recuerdos para mis compañeros de equipo en esos dos años. El famosísimo P. Magro, Mario con su humor habitual, Josué con su cariño y agradecimiento, Memo con sus análisis acertados, Gustavo con su emprendedurismo, Luis Carlos con su capacidad de hacer negocios, y Carlos, con quien me unió una amistad especial. Y luego Arturo, quien terminó en Monterrey el Medex…y Ana Luisa, quien no pudo concluir la maestría.

Hoy se me vinieron miles de recuerdos. Anécdotas con Fernando, Federico, Agustín, Omar Yadid -gran amigo-, Miguel, Antonino, la Ranita, Moisés, Rigo, Pablo, etc. 

Gracias amigos por aquellos 2 años de hace 20 años… Y esperamos seguirnos viendo.

P.S. Y se me olvidaba recordar a mi querido Mario, quien descubrió que la ética tenía un enfoque «absolutamente antropologíco»