En Torno a una Beatificación en Madrid (IV). ¿Por qué en Madrid?


Decidí llamar a esta serie de artículos con un nombre común, seguido de un número romano que indique el número de artículo que es. A continuación pondré el título respectivo que trata más directamente con el artículo. Por último, pondré en todos los artículos esta misma introducción para explicar estas ideas y las del siguiente párrafo.

Tuve la dicha, y gracia de Dios, de asistir el pasado sábado 27 de septiembre de 2014, en Valdebebas, Madrid, a la Beatificación del Venerable Siervo de Dios, Álvaro del Portillo y Diez de Sollano, obispo, primer Prelado del Opus Dei. Todos estos artículos girarán en torno a esta fecha y a esta actividad.

¿Por qué en Madrid?

La Iglesia católica tiene 2000 años de tradiciones. Desde el inicio, siempre con el centro en la figura de Jesús, propuso como ejemplo a imitar, a aquellos hombres y mujeres que se habían identificado con Cristo en sus vidas. Primero fueron aquellos capaces de dar la vida por Jesús, los que dieron testimonio, los mártires. Conforme fueron pasando los siglos y el mundo se cristianizó, los martirios fueron disminuyendo, y empezó a haber también cristianos que morían como cualquier otro, sin haber dado su vida por Cristo. Pero sin dar la vida por Cristo, sí habían logrado una identificación con Él. Estos empezaron a ser llamados confesores de la fe: ya no mártires, sino personas que habían confesado su fe durante toda la vida. 

En un momento la Iglesia empezó a vigilar más detenidamente a quiénes se ponían de ejemplo, para evitar que apareciera alguien que inadecuadamente fuera visto como una persona santa.

Antiguamente, cuando alguien moría con fama de santidad, el obispo del lugar dónde moría iniciaba una investigación para ver si aquella persona podría ser propuesta como ejemplo. Luego de un tiempo, y habiéndose comprobado la existencia de un milagro, el obispo declaraba que podía ser considerado un beato. Así, el culto al beato estaba más bien restringido a la diócesis dónde había sido beatificado. 

Así que fue costumbre inmemorial que el obispo del lugar declarara la beatitud del beato, y luego, el Papa declarara a aquel beato santo.

Los procesos de beatificación y canonización han ido cambiando conforme fueron pasando los años. Ahora, podría decirse, que consta más o menos de los siguientes pasos:
1. Una vez transcurridos por lo menos 5 años del fallecimiento del Siervo de Dios, se inicia el proceso formal. Tiene que venir precedido por la fama de santidad, y la devoción del pueblo hacia el Siervo de Dios. 
2. El proceso cognoscitivo se tiene en la diócesis donde murió -o vivió- el Siervo de Dios. Abre el proceso públicamente el Obispo, se avisa en todos lados que se empezará el proceso, también para conocer personas que estén en contra del mismo.
3. Este proceso puede ser más o menos rápido dependiendo de qué tantas personas darán testimonio en el proceso. También se estudian las publicaciones del Siervo de Dios.
4. Una vez finalizado el proceso, se llevan las actas a Roma, a la Santa Sede, donde se prepara un breve perfil del Siervo de Dios y cómo vivió las virtudes. La Iglesia pide que el futuro beato viva las virtudes en grado heroico: la fe, esperanza, caridad y también la prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
5. El proceso aquí tiene varios pasos intermedios, pero a final de cuentas termina con la declaración del Santo Padre que dice que aquel Siervo de Dios ha vivido las virtudes en grado heroico, y por lo tanto empieza a ser llamado «El Venerable Siervo de Dios».
6. En simultaneo o paralelo al proceso cognoscitivo, debe llevarse un proceso canónico de determinación de un milagro que se atribuya claramente a la intercesión del Siervo de Dios. Casi siempre -o siempre- ese milagro es una gracia de tipo médica. Con esto, se tiene la seguridad de tener todos los exámenes clínicos, radiografías, tomografías, testimonios de los médicos y enfermeras, y donde se ve claramente, que la curación del paciente no fue debida a un tratamiento específico. Si esto no se cumple, el proceso termina allí, pues todos los procesos son muy rigurosos.
7. Una vez siendo Venerable, el Papa puede aprobar la autenticidad del Milagro que por intercesión del Siervo de Dios se dio en la persona de alguien en concreto, y como dije antes, siempre mediante una curación milagrosa.
8. En este caso, lo único que falta es la determinación de la fecha de beatificación.
9. Un milagro posterior a la fecha de beatificación lleva al beato a la canonización.

Más o menos así es el proceso.

El Papa Pablo VI empezó a hacer personalmente las beatificaciones en Roma. El Papa Juan Pablo II llevó las beatificaciones y canonizaciones a diversos lugares, y las hacía él directamente.

Benedicto XVI, siguiendo la costumbre anterior, cedió las ceremonias de beatificación en un obispo, casi siempre el Prefecto para la Congregación de los Santos, el jefe del Dicasterio que se encarga precisamente de los procesos de Beatificación y Canonización.

Tiene bastante sentido que sea así, entre otras cosas, para claramente diferenciar una beatificación (con culto para el nuevo beato, restringido a pocos lugares) de una canonización con culto universal y donde el Papa prácticamente actúa ex-cathedra: basta oír o leer las fórmulas de la canonización para darse cuenta que el Papa se juega su infalibilidad allí. (Al final de este post, pongo dicha fórmula… se pone la carne de gallina cuando se lee).

Así pues el Papa Benedicto beatificó me parece sólo a dos, y el Papa Francisco decidió seguir dicha costumbre.

Y aquí viene lo interesante de la cuestión inicial, ¿por qué en Madrid? y no en Roma donde vivió la mayor parte de su vida Don Álvaro y donde falleció santamente.

La respuesta fue muy sencilla. Según parece, de la Santa Sede le dijeron a la Prelatura del Opus Dei que el Papa autorizaría que se realizara donde el Opus Dei dijera. Siendo lo lógico hacerlo en Roma, se buscaron lugares donde podía ser. El más obvio era la Plaza de San Pedro, pero ésta está destinada al Santo Padre, así que no podía ser. Un estadio… no cabría la gente que asistiría, pues se estimaba, por lo menos unos 100,000 (luego fueron muchos más) y no hay estadios tan grandes en Roma. Luego se vieron otros lugares y todos tenían alguna dificultad seria para poder ser escogidos.

A alguien, no he sabido a quien, se le ocurrió lanzar la idea de que fuera en Madrid. Y allí sí se consiguió un lugar adecuado. Se afinaron detalles del lugar, y se propuso a la Santa Sede que fuera en Valdebebas y la Santa Sede lo aprobó. 

El Santo Padre Francisco ordenó se realizara la beatificación en la fecha indicada, el 27 de septiembre de 2014, en Valdebebas, y que la ceremonia la realizara el Prefecto de la Congregación para la causa de los santos, el Cardenal Angelo Amato.

Buena fecha y buen lugar. Fecha, porque ya es época de otoño, y el agobiante calor de Madrid ha disminuido y también porque es inicio de curso en el hemisferio norte, por lo que no todas las universidades y colegios han arrancado actividades. Por otra, buen lugar, porque es un lugar amplio, relativamente bien comunicado y con posibilidades de aceptar a más gente de la que se inscribiera. (Mis amigos madridistas podrían decir también que era buen lugar por estar al lado de las instalaciones deportivas del Real Madrid donde entrena dicho equipo: les concedo esto).

Así que la razón fue esa. ¿Por qué en Madrid? Porque no podía ser en Roma.

Nos vemos pronto.

Fórmula de canonización
En honor a la Santísima Trinidad,
para exaltación de la fe católica
y crecimiento de la vida cristiana,
con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo,
de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo
y la Nuestra,
después de haber reflexionado largamente,
invocando muchas veces la ayuda divina
y oído el parecer
de numerosos hermanos en el episcopado,
declaramos y definimos Santo
al Beato N
y lo inscribimos en el Catálogo de los Santos,
y establecemos que en toda la Iglesia
sean devotamente honrados entre los Santos.
En el nombre del Padre y del Hijo
Y del Espíritu Santo.
Amén